LOS 15 AÑOS DE MARIA TERESA

¿Por qué traer a colación aquella fiesta celebrada hace casi 50 años? Primero, para recrear el estilo de antaño y hacer un paralelo con la usanza de hoy. Y segundo, para resaltar la emoción de un padre, con alma de poeta, que anhelaba mostrarle al mundo la alegría infinita que tenía en el corazón por aquella princesa que Dios le había regalado como su hija mayor.

Para facilitarle el trabajo a la imaginación, comenzaremos por situarnos en el contexto de la fecha. La fiesta se celebró el 28 de junio de 1976, en San Juan del Cesar. Para entonces, San Juan era un pueblo con las calles tapizadas de arena blanca, pues solamente en la mitad de la Plaza de Bolívar, concretamente en un segmento en forma de L, se había estrenado el pavimento hidráulico. Y aunque el “Club Social San Juan del Cesar” se había inaugurado el 25 de diciembre de 1971, aún no era frecuente que los socios celebraran allí sus fiestas privadas. Por lo tanto, la celebración familiar seria en la casa.

Es menester recordar que, para aquellas calendas, en San Juan no había servicio permanente de energía eléctrica. Por lo tanto, esta carencia era el principal obstáculo que había que superar. El pueblo se abastecía de una planta generadora que funcionaba con combustible Diésel y el servicio se prestaba alternando sectores y en horario seminocturno entre las 6 y las 11 pm. Correspondió al Presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978) inaugurar la interconexión eléctrica nacional al final de su cuatrienio, lo cual marcó un antes y un después en el disfrute de contar con energía eléctrica 24 horas. Por tal motivo, un protagonista estelar del cumpleaños de María Teresa, fue un pequeño generador eléctrico de medio kilovatio marca Kohler, que mi Papá había comprado en Barranquilla por $1,700.oo en el año de 1968. Para aquel entonces, viajó desde Codazzi hasta Barranquilla en un vuelo de Tavina, cuando los requerimientos de su cultivo de algodón lo conminaron a tener luz eléctrica durante el pesaje que se extendía hasta las 8 o 9 de la noche.

En San Juan del Cesar se contaban con los dedos de la mano las casas o negocios que tenían generadores eléctricos. Eran unos privilegiados. Y en nuestra casa, el motorcito estaba guardado en una bodega, sin ningún provecho para nuestro confort. Hasta que un día Joseito Parodi le propuso a mi Papá que viéramos los partidos del Mundial Mexico-70 en el televisor de la casa. Mi Papá se negó, argumentando que el motorcito solo tenía medio kilovatio de potencia. Y cuando Joseito Parodi le dijo que un televisor consumía casi lo mismo que un bombillo, nuestro nivel de vida se apalancó de manera considerable. Ahora pertenecíamos al selecto grupo de las familias privilegiadas de San Juan que tenían “motor eléctrico”, aunque solo fuera un aparatico de 500 wattios de capacidad.

De tal manera que la fiesta de 15 años de María Teresa ya no iba a tener una hora de forzosa terminación por cuenta de “La Matasiete” o “La Blaston” (Black Stone) como en San Juan le decían coloquialmente a la planta generadora de energía eléctrica que abastecía al pueblo. Mi hermano Javier y yo habíamos adquirido destreza en llenar el pequeño depósito de gasolina, aun estando el motor en funcionamiento. Nuestro cálculo empírico nos ordenaba que cada 2 horas, aproximadamente, había que llenar el tanquecito. Y con la ayuda del Kohler, el día de la fiesta tuvimos luz hasta el amanecer.

Hubo varios detalles muy bonitos de esa fiesta inolvidable. Mi Mamá estuvo impecable en la decoración de la casa y en organizar toda la parafernalia del mobiliario, el vestido, la comida, las picadas y los adornos para la ocasión.   No faltaron los invitados de otros pueblos y, por supuesto, los amigos y familiares locales. La torta del cumpleaños fue otra novedad, pues además del sabor exquisito que le imprimió “La Chacha”, su orgullosa autora, la estructura lucia el número 15 con una esbeltez de revista. En la actualidad, en cualquier tienda usted compra un número, lo clava en la torta y soluciona el problema. Pero mi Papá se tomó muy en serio esta petición de su esposa Ángela Gámez. Compró una lámina de tríplex de 4 mm y dibujó el número 15 sobre una base para ser incrustada en la torta. Su habilidad en el manejo de la navaja, como hijo de Altagracia y sobrino de Nelson Ariza Vega era muy reconocida. Y el Papá de María Teresa terminó haciendo una vistosa escultura con el número 15 para adornar el pudin de la fiesta de su hija quinceañera. Posteriormente, ese número 15 fue utilizado para adornar varios pudines de otros quinceañeros en el pueblo.

En el contexto musical, en aquel momento se marcaba el inicio de la mejor época que tuvo el vallenato. En muchas ocasiones he definido la música vallenata como una expresión folclórica desarrollada en las provincias de Padilla y de Valledupar que tuvo su máxima expresión en el último cuarto del Siglo XX, es decir, entre 1975 y 2000. Ese año de 1976 tuve el privilegio de convertirme en el puente que facilitó el encuentro de dos colosos del vallenato. Hernando Marín y Jorge Oñate. Hernando Marín trabajaba con mi Papá como tractorista de sus cultivos de algodón y religiosamente me grababa en cada asueto un cassette con sus últimas canciones. Y aquel año de 1976, el destino nos llevó a compartir un apartamento de estudiantes con Edgardo Oñate, primo del famoso cantante vallenato, quien conoció la canción “El Campesino Parrandero” en ese inolvidable apartamento ubicado en el Centro Internacional de Bogotá. Y para el cumpleaños de María Teresa, esa canción acababa de salir al mercado. Edgardo Oñate, por supuesto, estaba invitado a la fiesta, y desde La Paz se desplazó para asistir a “Los 15 años de María Teresa” en compañía de su amigo Elberto de Jesús “Él Debe” López, quien amenizó una tanda de esa recordada fiesta. Todavía Elberto no había alcanzado la fama nacional que logro en 1977 cuando dejó constancia de su talento al lado de “El Cacique de La Junta”, con quien grabó dos discos muy bonitos, como recordarán ustedes.

La fiesta siguió su transcurrir y la felicidad de todos los asistentes fue la nota predominante. Ese tipo de celebraciones tiene la virtud de reunir a varias generaciones en un mismo recinto. En este caso, nuestra casa amplia, sencilla y con el ambiente de un jardín de pueblo, sirvieron como el mejor adorno para dar una fraterna acogida a los invitados. Un séquito de voluntarias trabajaban como hormigas juiciosas en la cocina repartiendo las viandas, mientras que Javier y yo nos encargábamos del hielo, las bebidas y de llenar el tanquecito de gasolina del Kohler cada dos horas. Las doncellas invitadas comenzaron a desfilar después de la media noche, algunos invitados mayores lo fueron haciendo después de las 3 de la mañana y cuando llegó la hora de la aurora, en el kiosko del patio de la casa solo quedamos 5 personas. Tres adultos y dos muchachos. Los adultos eran Fello Ariza, Rodrigo Lacouture y Orlando Cuello Ariza. Y los muchachos, Erasmo “Mamo” Lacouture y el suscrito. Nunca se me olvida ese momento. Al comenzar 1976, “Mamo” y yo iniciamos nuestros estudios universitarios en la facultad de arquitectura de la Universidad Piloto de Colombia, en Bogotá. Para el momento de la fiesta, 28 de junio de 1976, habíamos terminado nuestro primer semestre. Y sobre nosotros recayó el tema de la conversación. Rodrigo Lacouture le dijo a su hijo:

–        ”Mamo”, ya yo me estoy poniendo viejo. Ya me estoy sintiendo cansado. Deja ya de estudiar esa vaina de estar haciendo casitas… y vente a trabajar conmigo. Yo te compro una finca para que te vayas entrenando y de paso te voy enseñando como es que se manejan los negocios. ¡Deja esa vaina y vente a trabajar en lo tuyo…!

Mi Papá casi entra en estado shock al escuchar a Rodrigo. Inmediatamente espepitó los ojos y me dijo en tono enérgico:

–        Orlandito…! Usted no haga caso. Las fincas de Rodrigo son grandes. ¡Usted no se puede dar el lujo de hacer eso…!!!

Fello Ariza, muy sonriente, le dice a mi Papá:

–        Tranquilizate Orla, Rodrigo le está pidiendo ayuda a “Mamo” porque se siente viejo. Tu, en cambio, ¡todavía estai al pelo…!

Mientras “Mamo” se encargaba de servir el trago a los mayores, yo fui a echarle gasolina al Kohler, para evitar que el equipo de sonido se fuera a silenciar por falta de energía. Y la reunión, que duró hasta que el sol nos alumbró de nuevo, tuvo un epílogo feliz. La vida finalmente se encargó de complacer a Rodrigo, pues “Mamo” escuchó su petición un año más tarde.  Y mi Papá, un lustro después, también pudo viajar a Bogotá y asistir al grado de arquitecto de su hijo.

Pero esta remembranza no podía terminar sin el regalo eterno que recibió María Teresa en el brindis que le hizo su Papá, cuando delante de su familia y amistades, le dio lectura a un acróstico que le brotó del alma.

 

A MI HIJA                                                 

Muchas veces en la vida se reflejan,

Añoranzas por las cosas que se quieren,

Revivimos la esperanza y se despejan,

Ilusiones que se llevan consigo y no se mueren.

Ayer, hace algunos años yo soñaba…

Tener una hija con nombre MARIA TERESA,

Era bella, dulce… y deseaba

Reclinarla en mi pecho, consentirla, que fuera todo tersa.

En tres lustros se ha convertido en señorita,

Son 15 años y mi corazón está de fiesta,

¡Augurando para ella las cosas más bonitas…!

Orlando Cuello Gámez

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4 comentarios de “LOS 15 AÑOS DE MARIA TERESA

  1. Maria Angélica Suarez dice:

    Nostálgico y emotivo escrito recordando nuestro San Juan de ayer..Pero sobre todo el gran amor profesado de un gran padre para un gran hija…

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