SI LA UNIDAD DE CUIDADOS INTENSIVOS, FUERA MÁS HUMANIZADA, EL ADIÓS FUERA MÁS LLEVADERO

Siempre que muere alguien queda un sin sabor, muchas preguntas pasan por la mente de quienes perdemos a nuestros seres queridos de manera repentina y eterna.

Pero existe un dolor que deja un sin sabor muy diferente a todos los demás, el de ver morir a nuestros seres queridos en soledad, sin ese abrazo o palabra que quede como recuerdo y sello del amor que existió en vida o tal vez una palabra de consuelo antes de la despedida.

Muchos en medio de la pandemia sintieron el sabor amargo de despedir a quienes amaban, sin tener a veces ni la oportunidad de verlos por última vez. Morir en UCI, con la ausencia del amor de la familia debería ser un tema de debate, el reconsiderar de qué manera esta área médica podría convertirse en un lugar de apoyo médico y familiar y no en el temor de quienes allí entran sin saber si saldrán o no con vida, debe entrar en un proceso de empatía por el dolor que padecen los pacientes y sus familiares.

En los inicios de la enfermedad de mi papá, recuerdo que eran dos las oportunidades que proporcionaban en el día, para entrar a reactivar el amor y la fuerza de nuestros seres queridos en UCI, sobre todo para aquellos que entran conscientes y que a su alrededor viven un ambiente de presión, estrés y desánimo por enfrentar las penurias de su enfermedad lejos de sus seres queridos. Hoy solo se espera con ansias que el reloj marque las 11:00am, como esa única oportunidad para ver a quienes con dolor dejamos solos en sus procesos de recuperación y más aún lamentable saber, que no siempre la ciencia inyecta amor, falta empatía en algunos profesionales de la medicina que a veces se vuelven mecánicos y ven común el dolor ajeno.

Estoy convencida de que el amor sana, estoy segura que la muerte de nuestros seres sería más llevadera si les permitieran tomar la mano de quienes aman o escuchar palabras de aliento, mientras se van despidiendo de la vida terrenal.

Desde que murió mi padre, tengo un sin sabor en el alma que no me deja recobrar la calma, saber que mi padre “Jaime Fonseca Ortiz” estuvo rodeado de tanto amor y que haya muerto solo en UCI me deja en el corazón la inquietud de que el área de cuidados intensivos debe ser más humanizada, más aún cuando los pacientes ya no tienen cura y no es un secreto para el cuerpo médico. Morir con sus familiares cuando aún hay tiempo debería ser un derecho fundamental de esas familias que al igual que la mía, llevamos el dolor de llegar a UCI cuando es demasiado tarde.

Cuando ya no hay remedio ¿Pesa más la medicina que el amor? ¿Por qué una sola visita en las 24 horas que tiene un día, que se vuelve eterno para quienes esperan a ese ser querido? Es válido entender que las medidas de bioseguridad deben ser estrictas, pero con el amor cuando ya no hay remedio para la vida, todas las reglas deben morir, todos merecemos una muerte junto a quienes nos amaron y alentar a quienes amamos y que veremos partir para siempre.

Por una UCI más humanizada, donde el amor de la familia sea también una medicina cuya dosis aumente cuando esté cercana la muerte.

Mi papá siempre estuvo rodeado de amor y atención, nunca le faltó compañía, y le tocó morir solo, ese dolor de ese eterno adiós sin esa despedida me dejará ese sin sabor todos los días de mi vida.

En honor a mi papá, un “GUERRERO DE LA VIDA”

Jaimelis Fonseca Sierra

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