LUIS EGURROLA, LA POESÍA VALLENATA EN SU MÁXIMO NIVEL

Creo que no existe ningún Egurrola que se escape de las tenazas de mi afecto. Incluso, algunos que no conozco personalmente se alojan en algún rinconcito de mi corazón, tal es el caso de Rafael Ramón Egurrola Mattos, más conocido como “Lele” Egurrola, quien se convirtió en el inmigrante sanjuanero por antonomasia cuando decidió dejar su provincia para convertirse en habitante de Estados Unidos al despuntar la década del 60. Otro caso es el de Marianny Egurrola, la hija de Luiso y La Turca, a quien su madre trajo muy niña a Estados Unidos para que su vida fuera distinta. Es contemporánea y muy amiga de mi hijo Carlos Orlando y la amistad de ellos constituye un claro ejemplo de que las transfusiones de cariño existen en la vida. Pero ese afecto casi instantáneo no es gratuito. Tiene su origen en aquel inmigrante caribeño que personificó el tronco visible de esa familia que se volvió muy representativa de San Juan del Cesar: Don ENRIQUE LUIS EGURROLA VALVERDE.

Son muchos los motivos que amarran mis recuerdos a su nombre. Para comenzar, era uno de los amigos más cercanos de mi padre. Y en tal condición, mi padre visitaba su casa con frecuencia. Además, ambos eran miembros de la cofradía del Club de Leones, una asociación de hombres que disfrutaban el servicio a su comunidad casi como un deber cívico ineludible. Otro motivo de cercanía era el cariño de amistad genuina que mi padre profesaba por su esposa, doña Isabel Mercedes Mattos de Egurrola, una hermosa y distinguida matrona sanjuanera, mejor conocida como “La Pura”. Y como si fuera poco, don Enrique Luis Egurrola era un destacado líder del partido Conservador, eximio ejecutante de la guitarra, excelso intérprete de boleros, bohemio dispuesto, anfitrión hospitalario y dueño de una contagiosa amabilidad. Todos esos atributos eran el complemento de un hombre que con su dedicación, destreza, buen gusto y enorme disciplina llegó a convertirse en el mejor ebanista de toda la región.

El calificativo de “ebanista” (maestro en el arte de trabajar la madera de ébano) no lo tenía cualquiera. Solo se asignaba en aquellos tiempos a los carpinteros que lograban un nivel de excelencia fuera de lo común. Don Enrique Luis se convirtió en el proveedor de la dote de las damas más encopetadas de las provincias de Padilla y de Valledupar y los encargos para anotarse en su agenda de trabajo y así obtener la fabricación del mobiliario de los matrimonios más distinguidos de la época, tenían que hacerse con mucha anticipación, pues no todas las casamenteras se daban el lujo de que el esposo de “La Pura” les pusiera la impronta de sus manos de artista. Muchos recuerdos de mi infancia están ligados a esa casa localizada en el Parque Santander, frente a la Tarima “Juancho Rois”, y en cuyo traspatio estaba el taller de carpintería y en la casa adyacente la funeraria “Moderna” administrada por La Pura y abastecida por Enrique Luis.

Todos los hijos de La Pura y Enrique Luis le dispensaban a mi padre un cariño fraternal. Y como su presencia en esa casa era habitual, las muestras de afecto eran evidentes. De repente el hijo mayor de Jaime Egurrola Mattos, habida cuenta de un percance hepático que afectó su salud, comenzó a frecuentar la casa de sus abuelos, hasta que casi terminó viviendo con ellos, pues allí lo consentían mucho. El niño fue bautizado con una combinación del nombre de sus abuelos Enrique Luis y Aniceto Santiago y aunque en la pila bautismal le pusieron Luis Aniceto, terminaron suavizándole el nombre con el apocorístico de “Luiso”. Y en ese ambiente creció el niño, inmerso en el polvo del aserrín del taller de su abuelo, escuchando las cuerdas de esa guitarra tan melodiosa y marcado por la huella del ejemplo profesional de su padre Jaime y de su tío Lucho, que lo condujo a convertirse en arquitecto, tal vez explorando la búsqueda de las artes plásticas volcándose en la invención de espacios habitables. En aquella niñez tan sencilla y espontanea en la casa de sus abuelos, Luiso era el centro de atención de esa familia. Y mi Papá, intentando ganarse el afecto del niño, lo empezó a sobornar dándole una moneda de 20 centavos cada vez que llegaba de visita, siempre y cuando le aflojara un sonoro ¡VIVA EL PARTIDO CONSERVADOR…! De esta manera, Luiso obtenía su emolumento y mi Papá se mostraba satisfecho de haber cosechado un adepto para su partido. Pero “Yaya” Ariza Molina y otros vecinos, comenzaron a trabajar en sentido contrario la catequización política del niño, y aprovechándose de su opíparo apetito, le dieron la estocada a mi Papá. Un día invitaron a Luiso a su casa y le dijeron que el sancocho solamente era para los Liberales. Que los Godos (Conservadores) no tenían derecho a almuerzo. Luiso resistió un par de horas, pero cuando le vieron los ojitos extraviados, le dijeron. Te vamos a dar sopa, pero si dejas de echarle vivas a los Godos. Luiso accedió sin otra opción y se comprometió a cumplir lo acordado. Y cuando una tarde llego mi Papá con su moneda de 20 centavos listo para cumplir su rutina, Luiso le dijo: Orla, no puedo echarle más vivas a los Godos. Y mi padre, extrañado, le preguntó: ¿Y por qué, Luiso?  ¿Por qué no puedes echarle un Viva al Partido Conservador…?  Luiso respondió resignado: ¡Es que me voltee por un plato ‘e sopa…!

Don Enrique Luis Egurrola falleció a la edad de 56 años como consecuencia de un agresivo cáncer de estómago en la Semana Santa del año 1972. Para entonces, yo era un niño de 13 años y para la última navidad el Nino Dios me había traído un aguinaldo muy singular: una grabadora marca Crown del tamaño de un ladrillo aproximadamente, dotada de una casetera y 6 botones, uno de los cuales era rojo, y servía para grabar cualquier evento. Para la época, era una absoluta novedad. (Hace 51 años). La fiebre que yo tenía con ese aparato era de tal magnitud, que me fui al sepelio del amigo de mi padre armado con mi grabadora con el fin de grabar los discursos póstumos que en homenaje le haría el Partido Conservador. Hablaron en su orden, Enrique Cabas Escárraga, Narciso “Ténore” Velásquez Romero, Eduardo Lacouture Cuello y Darío Lacouture Acosta. Los dos primeros fueron discursos leídos y los dos últimos fueron improvisados. La peregrinación fúnebre se hizo directamente en el cementerio de San Juan del Cesar y yo, desde una tumba adyacente, grabé todas las intervenciones que hubo esa tarde calurosa de un día del mes de marzo. Mi entusiasmo con la grabadora era tanto, que durante varios días me dediqué a escuchar los discursos, hasta que terminé aprendiéndomelos todos, sin que fuera mi propósito hacerlo. Incluso, hasta con la misma entonación de sus autores. Recuerdo que mi Padre una vez me escuchó en mi solitario ejercicio de oratoria y entonces me puso, en una mezcla de nostalgia por su amigo y también ufano por la claridad de mi memoria, a recitar los discursos cuando llegaba alguna visita a la casa.

Luiso se hizo arquitecto como su padre, al tiempo que empezó también a componer canciones. Sus primeros pasos como compositor lo hicieron destacar muy pronto. Su madre María Teresa Hinojosa se constituyó en un fuerte apoyo que contribuyó con mucha fortaleza al apalancamiento de su confianza como poeta eximio. Participo en varias ediciones del Festival Nacional de Compositores Vallenatos, el cual se celebra precisamente en la Plaza Santander, donde lo criaron sus abuelos. Eso era paisaje conocido para Luiso. Después que su poesía comenzó a destacarse entre los poetas del común, el siguiente paso era que sus canciones fueran interpretadas por un grande del Vallenato. Su hermana María Teresa Egurrola, quien había sido elegida como la mujer más bella de Colombia en el Reinado Nacional de Cartagena 1987-88, se convirtió en una precursora incansable para lograr que Jorge Oñate interpretara una canción de Luiso. Para ello, le sirvió de modelo en la carátula de su disco titulado “Canto & Tradición”, esperanzada en que allí incluyeran una de las canciones de su hermano. Por algún motivo eso no sucedió. Pero en la edición siguiente, Jorge Oñate decidió incluir un canto de Luiso titulado “Una aventura más”. Y desde ese momento, su poesía no ha dejado de brillar con la fuerza de su relato sentimental que la ha hecho mantenerse en ese sitial de privilegio. Por aquellos tiempos, Luiso llego a desempeñarse como Arquitecto Residente del Edificio “Las Flores”, un proyecto de mi empresa constructora ACCIONES URBANAS, donde Luiso alternaba la supervisión de los trabajos armando el hierro de vigas y columnas y también armando los versos de sus cantos vallenatos.  Cuando “El Cacique” Diomedes Diaz le llevó por primera vez uno de sus cantos al acetato, la emoción hizo que a Luiso le rodara una lagrima por sus mejillas. Y “El Cacique”, que era un hombre sentimental como el que más, le dijo: “Llore hermano, que acaba de entrar a la Universidad del Vallenato. Antes, usted estaba en el bachillerato”, en una clara alusión a su competidor Jorge Oñate.

Aunque no he tenido una amistad muy cercana con Luiso, hay un hilo conductor invisible que nos mantiene misteriosamente conectados. Tal vez la respuesta se puede hallar escudriñando aquellos afectos que su abuelo y mi padre tejieron con la fuerza de su cariño, pues alguna vez le dije a su madre María Teresa Hinojosa en la Plaza de El Molino, unos meses antes de su muerte, que cuando tenía mucho tiempo de no escuchar canciones de Luiso, mi oído exigía ser alimentado con esa poesía exquisita que sale de la profundidad de un corazón que ha sido golpeado sin misericordia. Sin el más mínimo asomo de parcialidad afectiva, puedo asegurar con absoluto convencimiento, que los cantos de LUIS EGURROLA se han posicionado en el máximo nivel de la poesía vallenata. Los versos de sus canciones configuran una forma de expresión poética hilvanada, elegante y exquisita. Y el fondo de su mensaje, erige su poesía como la oriflama más representativa de los versos del amor sublime.

¡Loa a su producción poética…!

Orlando Cuello Gámez

DESCARGAR COLUMNA

8 comentarios de “LUIS EGURROLA, LA POESÍA VALLENATA EN SU MÁXIMO NIVEL

  1. Crispín Alberto Medina Romero dice:

    Indudablemente, Luis Egurrola ocupa ese lugar en el Vallenato. Ese nivel se logra con calidad no con cantidad de canciones. Orla describe magistralmente el lugar que ocupa dentro del folclor . Un abrazo.

    • Nando Guzman dice:

      Magnifico documento anecdotico referente a este talento de su hermoso terruno ,traslada al lector a su subrealismo magico y lo convierte en historia publica.
      Como siempre ,mis respetos a sus vivencias y a su expresion literaria , un abrazo.

  2. Andres Hoyos dice:

    Mucho talento en San Juan!!!!!! Me consta por ser amigo de otro gran escritor, poeta y amigo!!!! Don Orlando Cuello. Un abrazo mi hermano!!!!!!!

    • Fernando Armenta Crespo dice:

      No queda nada por decir Landi. Tú lo has dicho todo en esta excelente columna., con ese estilo provinciano al que nos tienes acostumbrados . – No hay provinciano que no cuente un cuento, bien contado._
      Luiso es un grande del Vallenato, su poesía toca las más sensibles raíces del alma: ( Ven conmigo, Al final del sendero, Amor de mi juventud, Sin saber que me espera….y un largo etcétera).
      Gracias por compartir.

    • Alvaro Guijarro Daza dice:

      Landi, siempre tus narraciones me llevan a las nostalgias ancestrales que llevo en mi corazón Sanjuanero. Gracias por compartirlas. Un gran abrazo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
💬 ¿ Necesitas ayuda?
Hola 👋 ¿En qué podemos ayudarte?