Tengo que confesar que yo era una persona impaciente, aún hay momentos en los que me impaciento, pero tengo que decir que yo misma me sorprendo de lo mucho que he avanzado en el tema. ¿Cómo he logrado obtener un poco de paciencia?
La verdad es que no es fácil, pero tampoco es imposible, aprender a confiar en Dios y en sus tiempos es clave, pero poner de nuestra parte no es menos importante. En una ciudad con tráfico, hacer una fila en un banco o esperar que el médico nos atienda, depende más de nosotros, de cómo programemos nuestro tiempo, sin duda, levantarnos más temprano, por ejemplo, hará la tarea un poco menos tediosa y es que muchas cosas que requieren paciencia en nuestra vida dependen más de nuestra organización, que de la intervención divina.
Ahora, cuando se trata de otras cosas, como la de esperar que un familiar salga del hospital, esperar la persona con la que contraeremos matrimonio, esperar que un hijo salga de una adicción, esperar vincularnos en un trabajo después de mucho tiempo desempleado, en fin, esperar todo aquello que no depende de nosotros o que no está bajo nuestro control, puede desesperarnos, creer que Dios tarda o que tenemos muy mala suerte, no ayuda en lo más mínimo; primero, Dios nunca tarda, siempre llega a tiempo y segundo, no es cuestión de suerte, es cuestión de resistir hasta que llegue lo que anhelamos.
Alguna vez vi un partido de fútbol donde Colombia iba perdiendo, pero los jugadores no se desanimaron, antes jugaban con más fuerza, sin rendirse, aunque no ganaron, me enseñaron a no desmayar porque, así como el fútbol hay un pito que define la final, pero también hay muchos partidos más, también en la vida tenemos muchas oportunidades, unas veces perderemos otras tantas ganaremos, por eso jamás debemos desfallecer.
Tenemos que considerar nuestras motivaciones. En la vida laborar, por ejemplo, ¿queremos subir de rango o simplemente nos conformamos en estar donde ya estamos? ¿Nos queremos casar por el miedo al qué dirá la sociedad por estar solteros o porque queremos un hogar bien establecido como Dios manda? Jesús vino a darnos vida, a dárnosla en abundancia (Juan 10:10), pero las cosas no llegan solo porque las deseemos, todo demanda algo de nosotros. Un medallista olímpico no gana de la nada, se exige cada día, se cae, se levanta, aprende, entrena, sufre, se alimenta sanamente, se mantiene lejos del alcohol, entre muchas otras cosas. Nada llega sin exigencia incluso tener un título, un rango, un apellido, un contacto, belleza o dinero no significa que todo irá bien.
Sí, en algún momento llegará el desánimo, la frustración, el cansancio, el aburrimiento, la zozobra, la angustia, la tristeza, la presión de personas o del tiempo, pero no pierdas el enfoque, pon tu mirada en Jesús como el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2). Pedro se hundió en el mar porque vio las turbulentas olas, pero pudo caminar sobre las aguas mientras mantuvo su mirada en Cristo. Abraham, de edad avanzada confió que Dios le daría descendencia, nunca perdió la fe, dice en Romanos 4:19-21, que no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.
No te rindas nunca y espera el tiempo perfecto de Dios, aun cuando tengas lo que anhelas sigue trabajando y esperando por muchas cosas más, porque batallas vendrán y en ti está aprender y fortalecerte en las que pierdas y recoger los frutos de aquellas en las que obtengas la victoria.
“Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”
Jennifer Caicedo
Excelente bella hija.
Asi es bella hija la palabra de Dios es si y amen