Es sorprendente, inaudito, inconcebible, sobran los adjetivos para describir las reacciones y posturas más que decepcionantes asumidas por diversos seudo rebeldes y alternativos de pacotilla ante la crisis y coyuntura pre y post electoral venezolana. Algunos, probablemente sacaron a flote la ambigüedad y el reaccionario que llevamos adentro, y los más, talvez han sido permeados por la portentosa e inigualable campaña desinformativa liderada por Estados Unidos y su recua de países y medios de comunicación rastreros. La padecida por Venezuela, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que ha sido la más emblemática arremetida contra cualquier gobierno que intenta salir avante sin la acostumbrada férula de la aún nación más poderosa del mundo, pero que inevitablemente ha venido perdiendo la influencia que otrora mantenía, tal cual señera Estrella Polar Universal. Ese liderazgo se encuentra a muy poco de ser arrebatado por la incontenible China.
En mi anterior escrito esbocé planteamientos basado en un análisis sensato y objetivo, emanados de la interpretación que la realidad y los hechos suscitados en la nación hermana. Incluso admito que, aun careciendo de un grado de certeza, mis elucubraciones e inclinaciones, aunque fuesen erradas, y basadas estrictamente en aspectos meramente ideológicos y emocionales, serian en pro de la defensa del gobierno bolivariano. Como decimos a veces con respecto a cuestiones mucho más cercanas a nuestros afectos: “a lo tuyo tú, con razón o sin ella”. No obstante, lo planteado va más allá de un aspecto meramente emocional. Multiples razones nos llevan a creer que, en la actual y compleja coyuntura, la razón se encuentra a favor del gobierno venezolano.
En primer lugar, debemos recordar que la teoría del fraude amén de ser un ardid recurrente, en este momento y más que nunca es un elemento, un sofisma, un distractor y la justificación para que Estados Unidos a manera de retaliación hayan apelado y mantengan las injustas, inhumanas, inmerecidas y selectivas sanciones y bloqueos al que esa potencia nos tiene acostumbrados, para tratar de someter a las naciones que no agachen la cabeza, y no acaten sus órdenes y designios. No está demás señalar que esa práctica ha causado demasiado sufrimiento en donde la ha aplicado. Lo peor es quien quienes más la padecen son los sectores empobrecidos. Pero es mucho más inadmisible e insoportable que esa práctica sea avalada en el caso venezolano, por quienes han liderado internamente la oposición al gobierno. Ese solo hecho de por sí, deslegitima y desnuda de cuerpo entero la perversidad y maquiavelismo que engalanan a la mezquina oposición venezolana, y en particular a la señora Corina Machado. De manera que hacer fuerza, alinearse alrededor de la posibilidad de que ese sector sustituya a Maduro y al chavismo es una actitud incomprensible de muchos seudorevolucionario. Ante esa alternativa, el fraude no comprobado, sería absolutamente comprendido.
A propósito del deleznable liderazgo de la oposición venezolana y de sus patrocinadores armonizadamente injerencistas, han acudido en esta ocasión y les han sumado a sus protervos antecedentes, actos que superan cualquier limite. Resulta que la señora Machado y sus prosélitos ahora fungen como la institucionalidad venezolana, con el apoyo descarado de Estados Unidos la han venido a suplantar. Machado es simultáneamente: autoridad electoral, autoridad judicial. Sin embargo, no tuvieron la verraquera y la verticalidad de presentarse ante el Tribunal Supremo Electoral, escenario para presentar evidencias del supuesto fraude. En cambio, los demás 9 contendientes en las recientes elecciones presidenciales sí acudieron al llamado de esa autoridad. Machado y su marioneta, chantajean con unas supuestas actas, validadas únicamente por Estados Unidos y su corte de lambones. Ese ha sido el espacio en el que alegan y sustentan un hipotético triunfo electoral ante sus amos. Esto es un hecho inédito en la historia: el ganador de unas elecciones las decreta la jefa del títere que aspiró a nombre de ella. Todo este circo con la bendición gringa y fundamentado estrictamente y como queda dicho, por la obsesión petrolera.
El futuro inmediato de Venezuela vislumbra confuso, preocupante. Con una oposición deshumanizada decidida a llegar a la presidencia a como dé lugar: envalentonada por su socio yanqui y sus esquiroles. Esa alternativa como sucedáneo a una revolución gestada por ese ser humano incomparable como lo fue Hugo Chávez, es poco menos que un entierro de quinta categoría al primer proceso socialista gestado en el mundo después de la caída del Muro de Berlín. Chávez un carismático y auténtico líder que le legó a las futuras generaciones de Venezuela un pais en el cual se redistribuyeron entre los más pobres y marginales las rentas originadas en la exportación de Petróleo. Tuvo la osadía, la valentía de retar a Estados Unidos, de abrir una fisura dentro de su omnímodo poder, que entre otras cosas cada día que transcurre se degrada más. Ya no es la potencia única y solitaria.
Estados Unidos contando con la alcahuetería, la aquiescencia y servilismo de quienes hoy mediante un fraude prefabricado, y orquestado como antesala a un golpe de Estado. Mucho más sofisticado, y con visos de crueldad, insensibilidad y maldad si se compara con la versión original de Guaidó uno. De triunfar la intención manifiesta de Estados Unidos y “coronar” su maquiavélico plan que consiste en montar a cualquier precio a la marioneta de Corina Machado, estaremos ante una derecha tan extremista que, Bolsonaro y Milei al lado de estos conspiradores parecerían unas monjas de la Orden de Santa Teresa de Jesús. El futuro de Venezuela en manos de estos personajes se avizora realmente muy siniestro.
Algunos quieren justificar su aparente pureza y verticalidad conceptual, adoptando posiciones supuestamente asépticas, cuestionando la adhesión o aparente simpatía del gobierno venezolano con naciones como China y/o Rusia, lo cual podría entenderse como un acto de supervivencia política y diplomática, consecuencia del acoso y la persecución implacable desatadas por el imperio gringo, y no como pretenden tildarnos algunos, de simplistas y esquemáticos a quienes nos declaramos afines a la revolución bolivariana. Es imposible permanecer impasibles ante semejante castigo que Estados Unidos y sus aliados externos e internos le han propiciado al pueblo venezolano.
José Luis Arredondo Mejía
Bien menciona el columnista que los extremos no traen nada bueno, por tanto se requiere de mucha sensatez; no obstante, a pesar de que aplaudimos que no niega su ideal surdo, debo indicar que en nuestra humilde opinión, el contenido literal de su escrito viola flagrantemente el principio de democracia, en especial el principio de democracia participativa, pues hoy un gran sector del pueblo venezolano se ha volcado a las calles, con injerencia externa inclusive, a protestar por qué están convencidos de que hubo fraude en las elecciones que dan como ganador a Nicolás Maduro, y, a pesar de que lo hacen de manera pacífica lo que reciben es una represión del gobierno de turno que es precisamente el que fue reelegido de manera fraudulenta según lo dicho por la misma oposición; es evidente e innegable que son las fuerzas armadas e instituciones del estados las que están violentando e inclusive encarcelando a los protestantes. Digamos que no tiene razón la oposición y que su postura obedece a un encargo que les hizo los EU por aquello del petróleo, que entre otras es un caballito de batalla que ha venido utilizando históricamente la izquierda, pero siendo esto cierto, fácil resulta preguntarnos si es válido que una persona legítimamente o ilegítimamente se mantengan en el poder de un país por más de dos o tres periodos presidenciales; de rompe pensaría que ese mero
hecho contraviene flagrante e igualmente el principio de democracia participativa, que no debe ser solo una teoría, en el sentido de que diga que se respeta la democracia, si no que debe ser una acción comprobada. Mírese que han existidos regímenes, tanto de izquierda como derecha, que no atendían la voluntad del pueblo , y en una democracia seria se debe procurar por elegir al mandatario legítimamente, por encima de cualquier ideal político. Ya es hora de que opinemos sin pasión alguna si queremos seguir creciendo en principios y valores democráticos.