Los bloqueos recurrentes en la línea férrea y en las vías principales que afectan la operación de Cerrejón están generando una situación de inestabilidad que podría desencadenar una crisis económica en La Guajira, poniendo en riesgo el bienestar y desarrollo del departamento. Cada interrupción en la operación de esta compañía minera, que representa cerca del 50% del PIB departamental, no solo golpea directamente el cumplimiento de compromisos internacionales, sino que proyecta una imagen de inestabilidad que mina la confianza de inversionistas nacionales y extranjeros en el territorio guajiro.
Es alarmante que un departamento cuya economía depende en gran medida de una sola operación se enfrente a un clima tan hostil para la inversión. Las protestas y bloqueos, aunque pueden tener causas legítimas, generan un costo altísimo para la competitividad de La Guajira, haciendo casi imposible la atracción de nuevos proyectos industriales o de desarrollo que diversifiquen la economía y garanticen un futuro sostenible.
La realidad es cruda: hoy no existe una alternativa en el departamento que pueda compensar el impacto económico de Cerrejón si su operación se ve comprometida o disminuida a largo plazo. La ausencia de una industria o sector que sustituya el nivel de ingresos que genera esta empresa llevaría inevitablemente a La Guajira hacia una decadencia y pobreza aún mayor de la que experimenta actualmente.
Es imperativo que los líderes locales, las comunidades y el gobierno departamental y nacional trabajen en conjunto para encontrar soluciones que permitan la estabilidad de las operaciones industriales en la región. De lo contrario, La Guajira seguirá atrapada en un círculo de pobreza y precariedad, con sus oportunidades de crecimiento sepultadas bajo bloqueos que detienen no solo el paso del carbón, sino también el desarrollo de toda una región que merece un futuro mejor.
José Carlos García Abdala