Pareciera que en los Estados Unidos y aún más en el resto del mundo se asumiera que Trump es un hito de discontinuidad en la historia. Tanto sus fanáticos (adentro) y sus admiradores (afuera) como quienes no entienden cómo puede pasar lo que está pasando y descalifican tanto la persona como la orientación que da a su gobierno centran en él los análisis del momento que el mundo vive.
Y es obvio que de su personalidad y sus propuestas -como las de cualquiera que haya llegado al gobierno de la potencia más poderosa del momento- son determinantes para el rumbo que tomará el mundo
Pero el discurrir de la historia es algo más que la coyuntura que se vive bajo un individuo por poderoso que sea lo que él representa.
Lo que es evidente es que estamos viviendo el fin de una era. Vemos el agotamiento de lo que Fukuyama definió como ‘el fin de la historia’ por la consolidación de un modelo único y universal del sistema capitalista-democrático.
La democracia teórica o verdadera rige cada vez en menos países, y donde aún se conserva es cada vez menor el respaldo que tiene. El ciclo de las bondades de la democracia ha ido evolucionando hacia los defectos que la caracterizan y la retórica de la necesidad de la ‘defensa de la democracia’ se enfrenta con los cada vez más insatisfactorio de su realidad.
Y el capitalismo visto como su hermano siamés ha conllevado un tercer trillizo que es el resultado social negativo. En especial su última modalidad, el neoliberalismo con el ultra capitalismo financiero, ha sido descalificado como solución o camino deseable para las sociedades.
Quien lo lideraba y representaba cómo eran los Estados Unidos, es por lógica el más afectado con esta evolución. Las condiciones que impulsaron la ‘grandeza’ que tuvo los Estados Unidos hoy son desechadas o cuestionadas. Ya no es la libertad individual la que aprecia el mundo sino los intereses colectivos o comunes (medio ambiente, etc.); el énfasis en las ventajas de la competencia da el paso a la promoción de la solidaridad; en el nuevo ‘modo de producto los factores de conocimiento e innovación pesan más que el capital y la infraestructura física. A la prosperidad económica que ha tenido basada en su industria militar y en su participación en todas las guerras del planeta la amenazan los consensos y la prioridad que se da a la búsqueda de instrumentos multinacionales para organizar la Paz entre todas las naciones.
La condición de poder hegemónico, la función de Policía del planeta como se la atribuyó Woodrow Wilson, de primera potencia económica, de principal actor geopolítico, de indiscutido máximo poder militar, de baluarte de la defensa de los Derechos Humanos y de la libre empresa están en entredicho.
Si hubiera dependido de las capacidades, trayectoria y virtudes de Trump nunca hubiera sido elegido (por supuesto que no ¡!); lo fue porque los USA están en un periodo decadente y la promesa de volverlos de nuevo ‘grandes’ y de centrar su atención sólo en lo que beneficia a sus ciudadanos era una oferta electoral imbatible.
Al aceptarlo no solo él reniega de lo que habían sido sus valores -y los que vendieron al mundo- sino al elegir a Trump implícitamente respaldan también su propuesta de imponer y redefinir nuevas reglas al mundo, con las medidas planteadas en su campaña.
Todas las medidas tomadas con ‘mano dura’ dejan atrás la historia y las conquistas de la civilización (salirse de Acuerdo de París; de la Organización mundial de la Salud; declarar las guerras de comercio; pretender apoderarse de nuevas zonas geográficas; desconocer la evolución de las condiciones de género; renunciar a continuar siendo el crisol migratorio; acabar con posibilidad del sueño americano; cortar la cooperación con quienes han sido sus aliados; promover el consumo de combustibles fósiles; etc.) lo que muestran es la desesperación por el hecho de que el ciclo hegemónico americano está disminuyendo.
El nuevo ciclo comienza con la evolución a un nuevo ‘modo de producción’ que ya es manejado por la nueva oligarquía o ‘poder de unos pocos’ que concentran los diferentes instrumentos con los que se maneja la población (la riqueza, el conocimiento, la manipulación de la información); Por eso el intentar insertarse y adelantarse, montarse como se pueda con unas nuevas reglas.
Ni Hitler volvió nazis a los alemanes, ni Lenin bolcheviques a los rusos. No se impusieron a sus pueblos sino ellos los escogieron para salir de lo indeseable que sentían su situación Trump no está liderando un cambio en los americanos; solo representa el momento en que la historia los puso. No está cambiando el mundo, representa lo que el mundo ha cambiado.
Fue elegido porque ‘América’ pasa por el momento de enfrentarse a la transformación del ciclo que lo benefició. Y si toma medidas como cualquier dictador (las ‘órdenes ejecutivas’ son ‘díctats’, o sea emanadas simplemente de la voluntad de quien tiene el poder) es porque subió como todos los dictadores, buenos y malos pero que son escogidos y bien recibidos en el momento de su asunción porque responden a la angustia que en la coyuntura histórica siente una nación.
Lo grave es que por eso Trump no es la enfermedad sino el síntoma de una turb.
Juan Manuel López Caballero