NO ME ALEGRA, PERO ME DA UN FRESQUITO

Es un refrán muy conocido, creo que todos en algún momento hemos lanzado esta expresión que, si bien no indica alegría, de alguna manera produce alivio cuando sabemos que alguien que nos ha hecho un mal, lo paga; pero ¿Está bien sentir cierto aliento al ver a nuestros enemigos caer?

Antes de analizar lo que dicen las Escrituras frente a este tema, tengo que confesarte querido lector, que a pesar de pregonar el amor al prójimo y el perdón a nuestros enemigos, me he visto diciendo esta frase cualquier cantidad de veces, al tiempo que me invade la culpa por sentir ese “fresquito” que apunta a lo más profundo de mi alma y me llama “hipócrita”.

Dice Proverbios 24:17-18 “No te burles de tu enemigo cuando lo veas fracasar, ni te alegres de su desgracia; si Dios te ve, no te aprobará tu conducta y se enojará contigo”

Esa maliciosa satisfacción de regocijarse del mal ajeno se asocia con una actitud arrogante, entiendo que no es fácil controlar ese impulso, pero también dice en Proverbios 17:5 que los que se alegran de la desgracia de otros serán castigados.

Nuestra pecaminosa humanidad, nos lleva a sentir cierto deleite ante las dificultades de quienes nos han hecho mal y no te voy a juzgar por eso, creo que Dios tampoco lo haría, si comienzas por reconocer que actuar así no es de su agrado y te obligas a perdonar, no como un sentimiento, sino como una decisión de agradar al Padre y comportarte como su hijo.

No pagar mal por mal, ni insulto por insulto. Romanos 12:17-21, nos invita a procurar lo bueno y, si es posible, en cuando depende de nosotros, vivir en paz con todos, a no tomar venganza, sino dejar el castigo en manos de Dios, porque escrito está “Mía es la venganza, yo pagaré”, dice el Señor.

Gozarse ante el mal ajeno es una manera de venganza que ofende a Dios, nuestro objetivo como creyentes no es ver caer a nadie, sino ver a nuestros maltratadores, humilladores, opresores y enemigos, convertidos a Cristo. ¿Cómo? Tratándolos con bondad, generosidad y humildad, actos que posiblemente sean los que alejen a un enemigo de una vida de pecado hacia el arrepentimiento y la salvación en Jesús.

Las decisiones y acciones de otros no siempre son las mejores para nosotros, a veces pueden ser injustas, dolorosas y decepcionantes, cuando el mal que nos han hecho, sea de un gobernante, un líder, un jefe, un familiar, un amigo, incluso un desconocido, tiene una paga, sentir alegría, hasta cierto punto es comprensible, pero ese deseo natural de justicia que tenemos como humanos, no puede exceder en la venganza, actitud que como ya leímos, puede volverse en nuestra contra.

No tenemos la facultad para juzgar a nadie, no importa cuán terribles resulten sus actos, hacerlo puede hacer que Dios, no solo aparte el castigo de quien se lo merece, sino que nos castigue a nosotros por vengativos. No podemos pasar la delgada línea entre la justicia y la venganza, usurpando el lugar que a Dios corresponde; sé que es difícil, pero tenemos que recordar que estamos llamados a tratar como queremos ser tratados (Mateo 7:12), a hacer el bien sin distinción de personas. Si realmente queremos ser luz en medio de las tinieblas, debemos comenzar en demostrar amor a aquellos que más lo necesitan, sí, a aquellos que parece que no aman a nadie.

Jennifer Caicedo

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