ASESORES EN APUROS: ¿Y SI ANALIZAMOS ANTES DE DECIDIR?

Dicen que en política hay dos tipos de decisiones: las que se piensan con cabeza fría y las que se toman al calor del momento, como si fueran una apuesta en la última mano en una partida de dominó. Lo preocupante es cuando el gobierno nacional con ocasión a las viabilidades conceptuadas por sus asesores parece inclinarse más por la segunda opción, sin mirar bien si el país aguanta otro golpe de improvisación.

Es claro que no todas las reformas son malas, ni todas son buenas. Pero diseñarlas sin una mirada de estabilidad y sostenibilidad puede generar más problemas que soluciones. Es ahí donde los asesores deberían entrar con números en mano, con proyecciones claras y argumentos sólidos.

El cuento no es nuevo. En Argentina, el gobierno de Mauricio Macri apostó a la eliminación de impuestos con la esperanza de que la economía se dinamizara. ¿Qué pasó? Que, sin números claros detrás de la jugada, el país terminó endeudado, con un déficit que se convirtió en una bola de nieve. Y aquí en Colombia, uno ve que vamos por el mismo camino. Se brinca la regla fiscal como si fuera un charco insignificante y se anuncia consulta popular como si con un voto se arreglara todo.

Cuando los asesores de presidencia se reúnen, el país espera algo más que creatividad sin fundamentos. Se supone que deben prever riesgos, evaluar consecuencias y ofrecer estrategias realistas. Pero últimamente parece que algunos confunden asesoría con entretenimiento. No es cuestión de estar en contra del cambio, sino de entender que la estabilidad jurídica y económica no es un lujo, sino una necesidad.

Colombia enfrenta un panorama económico complejo en 2025, con un crecimiento moderado y desafíos fiscales significativos. La deuda pública ha alcanzado niveles históricos, con un déficit fiscal cercano al 7% del PIB. La inversión extranjera se mantiene, pero la incertidumbre regulatoria y la alta carga impositiva han hecho que el país sea considerado una de las economías más difíciles para hacer negocios, ubicándose como la quinta más compleja del mundo. A nivel jurídico, la reciente firma del decreto de consulta popular por parte del presidente Gustavo Petro ha generado una crisis institucional, con gremios empresariales denunciando una posible extralimitación del Ejecutivo. La Corte Constitucional ha reafirmado la importancia del Estado de derecho, señalando que ninguna persona o institución está por encima del orden jurídico. En este contexto, la percepción internacional sobre Colombia es de un país con instituciones sólidas, pero con una creciente incertidumbre política y económica que podría afectar su estabilidad a largo plazo.

Los colombianos merecemos que estas personas que recomiendan a los ministros, directores y hasta al Señor Presidente de la República se apoyen más en realidades vs tecnicismos, y no, en lambonería vs oportunismo. Porque cuando el país se tambalea, no son los asesores en sus oficinas quienes sufren, sino los que dependen de que la economía ruede para poder ganarse el día.

Que lo diga Javier, un gairero curtido por el sol de El Rodadero; este man se levanta cada mañana a poner en orden su negocio de alquiler de sillas y carpas. «Hermano, antes la cosa estaba buena», dice con la confianza de quien ha visto años de buenos tiempos. «Los turistas venían con plata, pagaban bien, uno se acomodaba.» Pero ahora, con la incertidumbre económica y lo que los doctores llaman inflación que va golpeando hasta el más desprevenido, la gente llega a la playa con ganas de disfrutar, pero no con la misma facilidad para soltar billete.

El domingo pasado delante de mí, un grupo de visitantes le preguntó cuánto costaba alquilar una carpa. Cuando dio el precio, se miraron entre ellos y dijeron: «Mejor nos sentamos en la arena, que está más barato.» Javier solo pudo soltar una risa resignada, pero la verdad es que situaciones como esa se han vuelto su día a día.

Porque en estos juegos de gobierno, donde los asesores lanzan ideas sin medir sus efectos, la primera ficha que cae es la del trabajador informal, el comerciante de la playa, el vendedor ambulante que depende de que las cosas marchen bien para poder llenar la nevera. Y si seguimos con esta improvisación, cada vez más Javieres tendrán que ver cómo su negocio flaquea mientras allá arriba siguen jugando a la ruleta con el país.

Queridos asesores, aquí no estamos jugando a la política de ensayo y error. Cada decisión tiene un costo, cada movimiento afecta la estabilidad jurídica y económica de un país entero. No es pedir demasiado: antes de lanzar ideas, un poquito de cálculo, análisis de riesgos y visión a largo plazo no vendría mal.

Si algo debería quedar claro es que gobernar no es un experimento. No se puede jugar con la estabilidad de un país como si fuera un ensayo de campaña. Cada decisión tiene repercusiones, y mientras algunos asesores sacan cálculos en papeles oficiales, miles de colombianos como Javier hacen cuentas en su mente, preguntándose si mañana podrán llevar comida a casa.

Así que, señores asesores, menos entusiasmo creativo y más cálculos en frío. Porque el Colombia es alegre, sí, pero también sabe cuándo algo huele a problema. Y este país ya ha olido bastante a eso.

 

Adaulfo Manjarrés Mejía

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