¿PODEMOS SANAR EL ODIO?

Colombia está herida. No sólo por su pobreza persistente, ni por la corrupción o la violencia que han moldeado su historia. Está herida por algo más silencioso, pero más destructivo: el odio normalizado. Se volvió costumbre odiar. Odiar al contradictor, al que piensa distinto, al que representa “el otro bando”. Hemos hecho del odio una forma de identidad política. Pero el odio, cuando se vuelve cultura, es síntoma de enfermedad social.

Este país arde en una hoguera de agravios. Y lo más doloroso no es el fuego, sino que hemos empezado a calentarnos en él como si fuera normal.

Nos acostumbramos a vivir entre insultos, a odiar cómo se respira, a desconfiar por instinto. La rabia dejó de ser una alarma para convertirse en compañía. Y cuando eso pasa, cuando el odio se instala como costumbre, ya no es solo un síntoma: es una enfermedad del alma colectiva.

Hoy nos odiamos por lo que pensamos, por cómo hablamos, por lo que votamos. Hemos confundido la pasión con la rabia. Hemos dejado que el rencor hable por nosotros. Y lo más grave es que los líderes, en vez de apagar el fuego, lo alimentan con gasolina.

 

¿De dónde nace tanto odio?

Nace del miedo. Del dolor acumulado. De la frustración de un país que prometió mucho y cumplió poco. Nace de la desigualdad, sí. Pero también de la forma como hemos aprendido a tratar al otro. Nos cuesta escuchar, nos cuesta entender, nos cuesta aceptar que no todos piensan igual. Y cuando no entendemos, atacamos. Cuando no escuchamos, juzgamos. Y cuando juzgamos, terminamos odiando.

El odio divide familias. Rompe amistades. Mata el debate. Y nos deja solos. Y sin respeto, no hay democracia posible. Sin compasión, no hay país que resista.

Pero hay una salida. No está en una ley. No está en una reforma. Está en una decisión íntima y colectiva a la vez: cambiar el lenguaje con el que nos hablamos.

Y para eso, quiero compartirles una palabra hermosa que viene de África, pero que tiene el poder de sanar a Colombia: Ubuntu.

Ubuntu significa: “Yo soy porque nosotros somos.”

Es la certeza de que mi vida está unida a la tuya, que no puedo estar bien si tú estás mal, que no se construye un país odiando al vecino.

Esa fue la filosofía con la que Nelson Mandela reconstruyó Sudáfrica. No buscó venganza, buscó justicia con dignidad. No negó el daño, pero eligió sanar sin destruir. Porque entendió que la única salida verdadera es la reconciliación.

Hoy, más que nunca, Colombia necesita reflejarse en el otro.

Necesita políticos que escuchen, coherentes, confiables, que unan y no dividan. Ciudadanos que abracen, no que insulten. Redes sociales donde se comparta esperanza, no rabia.

La alianza Ahora Colombia, formada por el MIRA, el Nuevo Liberalismo y Dignidad y Compromiso, es un ejemplo de que se puede construir desde las diferencias, sin odio, sin cálculo mezquino, sin destruir al otro.

 

¿Cómo puedes sanar a Colombia?

Cuando eliges no odiar, aunque tengas motivos para hacerlo.

Cuando decides escuchar antes de responder.

Cuando entiendes que cuidar a Colombia es cuidar al otro, incluso si no estás de acuerdo con él.

Este país no lo van a sanar los gritos ni los trending topics. Lo va a sanar la gente que todavía cree en el respeto, en el diálogo, en la compasión.

Lo va a sanar el amor por esta tierra rota pero aún posible.

Hoy quiero invitarte a una revolución silenciosa:

No más odio. No más desprecio. No más enemigos.

Solo así, con compasión y coraje, podremos volver a creer que Colombia vale la pena.

 

Juana Cordero Moscote 

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2 comentarios de “¿PODEMOS SANAR EL ODIO?

  1. Fabrina Brito avila dice:

    El país necesita gente renovadora que nos haga reflexionar que somos uno solo que cuidar uno al otro nos hace conciente de una colombia grande

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