Esta semana, en el marco del Diálogo de Ciudad, volvió a rondar en el aire esa pregunta que tantas veces hemos silenciado por miedo a sonar ingenuos:
¿Y si Riohacha está destinada a la grandeza?
No a la grandeza como espectáculo, sino a esa que nace del trabajo bien hecho, del orden que construye futuro y del orgullo de pertenecer.
¿Y si estamos llamados a ser una ciudad ejemplo de transformación colectiva, de planificación con sentido humano y de desarrollo con identidad?
En la sala, mientras escuchábamos propuestas y desafíos, me vi soñando despierta: con una Riohacha ordenada, amable, segura, vibrante; una capital que conecte su belleza natural con oportunidades reales para sus jóvenes, que mire al mar no solo como postal, sino como motor de su economía; que entienda el valor de sus culturas como un activo estratégico para el turismo y no como folclor marginado.
Una ciudad donde el espacio público no sea solo cemento, sino lugar de encuentro, dignidad y ciudadanía.
Ese sueño tiene nombre y hoja de ruta. Está en un instrumento que ha sido olvidado por años: el Plan de Ordenamiento Territorial.
Sí, ese POT que muchos critican sin haber leído, que dicen estar desactualizado, pero que aún tiene más del 60% de sus componentes vigentes y necesarios.
Porque hablar de POT no es hablar de tecnicismos: es hablar del presente que construimos para que otros puedan habitar el mañana.
¿Cómo vamos a cuidar nuestro territorio sin una brújula que oriente las decisiones sobre el uso del suelo, la movilidad, el medio ambiente y la vivienda?
Hace unos meses, el director de DPS Gustavo Bolívar prometió una nueva plaza de mercado para Riohacha, con la mejor de las intenciones: apoyar a nuestros comerciantes, dignificar los espacios de venta, estimular la economía popular. Nadie podría estar en contra de esos objetivos. Pero la pregunta es: ¿bajo qué criterio técnico? ¿Con qué articulación con el POT? ¿Con qué estudio previo de movilidad, de abastecimiento, de gestión de residuos, de impacto urbano y ambiental?
Porque las buenas ideas, sin planificación, terminan convertidas en problemas estructurales. Ya lo hemos vivido. Riohacha tiene obras inconclusas, elefantes blancos y espacios públicos desarticulados porque no se respetan los planes de ordenamiento territorial, porque se privilegia el anuncio sobre el análisis, el aplauso inmediato sobre la sostenibilidad futura.
Construir una plaza de mercado no es solo poner techos. Es rediseñar flujos comerciales, coordinar con transportes, ordenar el uso del suelo, gestionar residuos orgánicos, formalizar a los vendedores, establecer sistemas de abastecimiento, y garantizar que la plaza funcione como corazón económico y no como otro espacio olvidado. Y todo eso requiere conocimiento, articulación institucional, participación ciudadana y visión de largo plazo.
Una ciudad no se planea desde el impulso. Se planea desde el conocimiento, el respeto por los instrumentos vigentes y la responsabilidad con las generaciones que vienen.
Riohacha necesita volver a planificarse con mirada larga. Necesita poner sobre la mesa una visión de desarrollo sostenible e inclusivo, donde la inversión pública tenga impacto y no solo titulares.
Una ciudad donde la ruralidad y los corregimientos no sean zonas olvidadas, sino parte activa del desarrollo.
Imagino una Riohacha con zonas francas creativas, con corredores turísticos vivos, con transporte público digno, con señalización adecuada, con ciclovías seguras, con sistemas de drenaje que no colapsen cuando llueve, con mercados populares limpios y competitivos.
Una ciudad donde emprender no sea una hazaña, sino una oportunidad respaldada.
Imagina a Camarones convertido en un nodo turístico reconocido, respetuoso del ambiente, orgullo de la cultura afro y Wayuu. Imagina a los corregimientos conectados, productivos, con infraestructura que garantice derechos, no favores.
Imagina a nuestros jóvenes formándose en industrias creativas, ecoturismo, energías limpias, tecnología e innovación. Imagina que no tengas que irte de Riohacha para prosperar.
Sé que suena ambicioso. Pero la grandeza no empieza en los planos, sino en la decisión colectiva de creer en nosotros. Y esa decisión se toma cuando entendemos que el POT no es un papel archivado, sino un compromiso de ciudad.
Cuando volvemos a hablar de Riohacha con ilusión y responsabilidad. Cuando decidimos, como comunidad, ordenarnos para crecer, proyectarnos para avanzar y construir con sentido de equidad y belleza.
Riohacha no está condenada a la queja. Está convocada a ser ejemplo. Y si logramos integrar nuestra diversidad étnica, nuestras riquezas naturales, nuestras voces jóvenes y nuestra capacidad emprendedora… entonces no es un sueño: es un destino posible.
Pero para llegar allí, necesitamos algo más que discursos.
Necesitamos voluntad política, ciudadanía activa y un acuerdo por el largo plazo.
Porque el tiempo de improvisar ya pasó.
Es hora de ordenar. Construir. Y proyectar.
Porque Riohacha no nació para la mediocridad.
Nació para la grandeza. Y ahora, nos toca a nosotros decidir si vamos a alcanzarla.
Juana Cordero Moscote
Leer el POT es viajar a la Riohacha anhelada, se necesita formacion, compromiso social y alcaldes visionarios.