Hoy, al cumplir 500 años de la fundación de Santa Marta, rindo homenaje a la primera ciudad continental de Suramérica, puerto de entrada histórica a una civilización compartida, y testimonio vivo de las raíces de Colombia, esta ciudad forjada entre la Sierra, el Caribe y la memoria, no solo representa un hito nacional, sino un referente mundial de resistencia, mestizaje, cultura ancestral y vocación institucional. La historia ha consolidado este paraíso como referente nacional e internacional, no sólo por ser la primera ciudad de Suramérica continental, sino por haber resistido al paso del tiempo, a los embates del conflicto, y al desafío de reinventarse sin perder su memoria.
Desde sus orígenes en 1525, Santa Marta no ha sido solo geografía, ha sido destino, encuentro, intercambio y símbolo, cada piedra fundacional lleva consigo la sabiduría de nuestros pueblos indígenas, el legado colonial, el despertar republicano y el espíritu costeño que aún hoy transforma el país.
Como hijo de Fonseca (La Guajira), Magdalena Grande de origen, y residente orgulloso de esta ciudad, puedo afirmar que los vínculos entre La Guajira y Santa Marta trascienden la historia, son vínculos de sangre, de afecto y de destino, pues, a lo largo de los siglos, se han entrelazado lazos familiares, rutas económicas, alianzas institucionales, costumbres culturales y expresiones musicales que hoy forman una memoria compartida.
El corredor entre Santa Marta y La Guajira, en especial la Troncal del Caribe, se volvió una arteria viva de movilidad humana, donde se entrecruzan costumbres, acentos, identidades y aspiraciones. La Perla de América, como cariñosamente se le llama a Santa Marta, ha sido escenario de encuentro académico, político y social para líderes guajiros que desde aquí proyectaron propuestas regionales, a su vez, La Guajira ha aportado talento, cultura y visión al desarrollo samario, por ello, es claro que, esta no es una relación de dependencia, es una interdependencia histórica, tejida en reciprocidad.
Los lazos no son sólo afectivos, son estratégicos, Santa Marta funciona como puerto de salida para productos agrícolas, ganaderos y artesanales que nacen en la tierra guajira y llegan al Caribe y al mundo; la infraestructura turística y cultural de Santa Marta se articula con rutas que van hacia Palomino, Dibulla y Riohacha, creando una oferta compartida de experiencias ancestrales, naturales y comunitarias. Por su parte, las instituciones educativas, clínicas y universidades de Santa Marta se han convertido en centros de formación de profesionales guajiros que luego retornan a sus pueblos como agentes de cambio y algo innegable, es que, líderes políticos y sociales de La Guajira han encontrado en Santa Marta un espacio para el diálogo regional y la articulación interinstitucional, dando forma a proyectos de impacto entre las dos tierras.
Para muchos guajiros, Santa Marta es el destino turístico por excelencia, sus playas, la Sierra Nevada, el Parque Tayrona y sus balnearios son parte del imaginario vacacional de la región; el legado cultural indígena compartido, además de la música, el vallenato, las décimas y las fiestas patronales también se entrelazan entre ambas regiones, Santa Marta no solo escucha a La Guajira, la canta.
Dicho de otra manera, Santa marta no es solo vecina de La Guajira, es su aliada, su espejo, su puerto; por eso en los cinco siglos de existencia no sólo conmemoro su fundación como la primera ciudad continental de Suramérica, sino que revivo un legado compartido como territorios que se han acompañado en su andar histórico; por ello creo que es un momento oportuno para reconocer los vínculos vivos que siguen transformando ambos territorios.
En el marco de su celebración, deseo para Santa Marta un futuro cada vez más justo, moderno y humano, un futuro donde la infraestructura responda a las necesidades del pueblo y la planeación estratégica no sea solo mapa técnico, sino horizonte social; la reciente gestión de la administración distrital ha sabido interpretar el sentir ciudadano, logrando dar un nuevo norte a la ciudad encontrando aliados nacionales e internacionales para responder a sus necesidades sentidas, recuperando el rumbo que en años anteriores fue empañado por decisiones políticas que desdibujaron prioridades. Hoy celebramos avances reales, obras que conectan territorios, espacios públicos que dignifican a la comunidad, y una visión territorial que reconoce lo ancestral, lo ambiental y lo urbano como parte de un mismo tejido. Que Santa Marta siga creciendo con coherencia, con memoria y con coraje, y que el próximo siglo de historia se escriba con manos samarias y mirada colectiva.
A la fiesta nos unimos como familia con profunda emoción, porque esta tierra nos recibió hace más de una década con los brazos abiertos y aquí, entre sus mares y sus calles, nacieron nuestros hijos: samarios como el Morro, con corazón que late fuerte con la sangre de La Guajira. Hoy celebramos no solo los logros de la ciudad, sino también ese hogar que hemos tejido juntos, donde nuestras raíces se entrelazan con las de esta tierra luminosa porque cuando Santa Marta florece, también florecen nuestros recuerdos, nuestra historia compartida y ese futuro que queremos seguir construyendo con amor, compromiso e identidad.
Adaulfo Manjarrés Mejía