LA GUAJIRA: UNA DISPUTA ENTRE EXTRACTIVISMO O REVOLUCIÓN PRODUCTIVA

La economía mundial está experimentando una transformación sin precedentes. Temas centrales como el crecimiento acelerado de la inteligencia artificial, la lucha intensa por la descarbonización de las actividades productivas y la aplicación de mejores técnicas en la producción de alimentos, no son modas pasajeras, son las nuevas tendencias sobre las que se está construyendo la competitividad de los países.

En este nuevo paradigma, todas las regiones del mundo están buscando integrar estos temas dentro de sus modelos de desarrollo. Departamentos como La Guajira, no pueden darles la espalda a estos temas tan sensibles. Este es un territorio que tiene tantas deudas históricas y hoy se encuentra frente a una decisión crítica: continuar con un modelo extractivista y asistencialista de los gobiernos de turno o dar un salto estratégico hacia un desarrollo sostenible basado en sus ventajas endógenas.

Las cifras son alarmantes. La Guajira tiene más del 60% de su población en condición de pobreza. Además, su índice de Competitividad Departamental es de los más bajos del país. Esta realidad no es casual, es una consecuencia de que, por décadas, se ha intentado imponer desde el centro del país fórmulas homogéneas a los problemas territoriales, que ignoran las particularidades económicas, culturales, geográficas y sociales del territorio. El resultado no es otro diferente al abandono, dependencia institucional y cero transformación estructural.

Sin embargo, a pesar de todo, aún La Guajira tiene con qué. Un mundo que quiere energías limpias, encuentra en este territorio uno de los promedios de horas de sol al año más importantes y la abundancia de los vientos más fuertes del Caribe, que son una gran fortaleza para el desarrollo de la energía solar y eólica, respectivamente. Ya de eso hay suficiente literatura y academia, solo hay que ponernos de acuerdo y actuar. Está demostrado que La Guajira posee suelos con alta posibilidades agroecológicas que, con tecnificación y gestión hídrica adecuada, podrían convertirse en un motor agroindustrial sostenible. Además, la cultura wayuu representa no solo una riqueza patrimonial, sino un modelo de economía comunitaria que debe ser integrado, no marginado de la planificación del desarrollo.

El reto, entonces, es articular estos activos de La Guajira con las tendencias globales. Por supuesto, no es una tarea fácil, podría parecer romántica, pero está demostrado que cuando se ejecutan procesos de tecnificación, como, por ejemplo, en el sector agropecuario, se logran resultados importantes para la vida en comunidad. De acuerdo con la FAO los países que han incrementado su productividad agrícola en los últimos 20 años lo han hecho mediante la innovación tecnológica, la formación técnica y la reorganización productiva basada en cadenas de valor. La Guajira no puede seguir pensando su futuro con la lógica extractivista del siglo pasado.

Para ello, la solución no está en un solo municipio ni en un solo actor. La clave está en la asociatividad territorial. En este sentido, la legislación en Colombia permite y promueve la creación de esquemas asociativos y territoriales, que trascienden los límites administrativos para resolver problemas comunes y construir capacidades colectivas. Estas apuestas deben ir encaminadas a la consolidación de asociaciones campesinas y asociaciones agropecuarias, bajo esquemas de organizaciones productivas del tipo Cluster y Nodos Productivos. En los cuales, de acuerdo con estudios del Banco Mundial, para el caso de países como México, los territorios que implementan estrategias de desarrollo de este tipo han logrado incrementos del 15% en productividad y del 25% en generación de empleo formal.

La planeación territorial debe dejar de girar en torno a las regalías y empezar a pensarse como un sistema productivo articulado con el mercado nacional e internacional. Esto requiere, primero, gobiernos locales con visión de largo plazo; segundo, políticas públicas que promuevan la colaboración entre municipios, empresas, universidades y comunidades; y tercero, una ciudadanía activa que exija resultados concretos.

La Guajira necesita ser protagonista de su transformación. Si no se reorganiza institucional y productivamente para insertarse en las dinámicas de la economía actual, seguirá atrapada en el atraso. Pero si se asume con decisión el reto de la asociatividad, la tecnificación agroindustrial y la planificación con enfoque territorial, podrá convertirse en un referente nacional de desarrollo sostenible. Desafortunadamente, el desarrollo territorial no ha sido homogéneo, no solo se proyecta en un plan de desarrollo departamental o municipal, y mucho menos se edifica en su totalidad con una ley o una ordenanza, este se construye desde el suelo, al lado de la gente, creyendo en La Guajira, trabajando dentro de sus campos, generando progreso desde los territorios profundos y olvidados.

“Palabra De Guajiro”

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