“LA CULTURA COMO MOTOR: EL CCMV, UN SUEÑO CUMPLIDO PARA EL VALLENATO”

Por fin, Valledupar despierta un gigante dormido, un monumento a su alma más profunda: la música vallenata.

Vivimos en una ciudad donde no abundan las industrias, donde el desarrollo económico ha sido impulsado por sectores como el agro, la ganadería, la minería y un puñado de empresarios que, contra toda adversidad, le apuestan a construir futuro. Sin embargo, entre sabanas doradas, ríos cantores y vientos que traen melodías ancestrales, existe una industria mucho más potente, auténtica y nuestra: la cultura. Y dentro de ella, el folclor vallenato es nuestro mayor tesoro.

Esa música que nació en las entrañas del Valle del Cacique Upar, con acordeones que lloran y cantan al mismo tiempo, ha cruzado fronteras. Se fue en burro por las trochas, en buses por la troncal, en discos de vinilo y casetes, en emisoras y plataformas digitales, hasta llegar a los oídos del mundo. Fue Emiliano Zuleta, el Viejo Mile, quien nos hizo internacionales con La Gota Fría. Le siguieron próceres como Jorge Oñate, Diomedes Díaz, El Binomio de Oro de América, Poncho Zuleta, quienes convirtieron el vallenato en un idioma emocional que no necesitó traducción.

En 2015, la UNESCO nos lanzó una alerta con voz de esperanza: declaró al vallenato tradicional como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, instándonos a preservarlo. Y ahí estaba la pregunta: ¿qué hemos hecho desde entonces? ¿Qué informes le vamos a dar al mundo sobre la protección de este legado?

 

La respuesta es el CCMV

La historia dio un giro alentador con un acto de visión y valentía: el Centro Cultural de la Música Vallenata (CCMV). Un sueño que parecía lejano, casi utópico, pero que encontró en el gobernador Luis Alberto Monsalvo a su gran impulsor. Contra viento, marea, críticas y escepticismo, ese sueño hoy es casi una realidad tangible. Las imágenes de sus interiores circulan ya como prueba del milagro: espacios amplios, acabados de primer nivel, arquitectura que honra el alma vallenata. Más que una obra de infraestructura, es un acto de amor cultural, un regalo a la ciudad y a las generaciones que vienen.

El CCMV no solo será un museo, será un corazón palpitante donde la música no se archiva, sino que se vive. Será escuela, será teatro, será casa de encuentro para compositores, intérpretes, juglares y soñadores. Será, sin duda, un nuevo polo de desarrollo económico, turístico y cultural para Valledupar.

Y es aquí donde debemos hacer una pausa como sociedad: es hora de soltar las diferencias políticas, los egoísmos, las limitaciones mentales. Valledupar no puede seguir siendo un campo de batalla de vanidades. Necesita unidad, visión compartida, y entender que el CCMV no es de un gobierno ni de un partido: es del pueblo vallenato y del mundo que ama esta música.

Este es el momento de rodear el CCMV, de defenderlo, de apropiarnos de él. No hay excusas cuando el destino nos da una oportunidad como esta. Porque cada niño que aprenda a tocar un acordeón en sus aulas, cada turista que cruce sus puertas, cada artista que exponga allí su obra, será un testimonio de que Valledupar eligió cuidar su mayor riqueza: su identidad.

El vallenato no es solo música. Es memoria, es lenguaje, es territorio, es herencia. Y ahora, gracias al CCMV, tendrá un hogar a la altura de su grandeza.

 

Fabio Torres “El Rector”

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