La humanidad se organiza alrededor de la forma en que produce y distribuye la riqueza. Es decir, evoluciona de acuerdo a los cambios en el ‘modo de producción’, el cual está determinado por los sistemas de producción, los factores de producción y las relaciones que de estos se derivan.
Por ejemplo, a niveles muy primitivos lo producido era lo necesario para la subsistencia -alimentación y cobijo-; el sistema básicamente eran la caza y la movilidad en busca de zonas vivibles, y la relación se inició con la división del trabajo en la que el hombre era encargado de ello y la mujer de la reproducción y del hogar.
Diferentes etapas en las que se organizaron los intereses comunes y algunas actividades colectivas fueron configurando modos de producción acordes a ello, y con formas de organización participativas aumentó su capacidad de generar condiciones de bienestar -bienes y servicios- para los participantes.
Se crearon reglas para relacionarse alrededor de lo que con el avance del conocimiento y el desarrollo de medios y herramientas de producción más eficientes fue configurando lo que acabaría siendo lo que entendemos como una organización política alrededor de los conceptos de gobierno y de Estado.
Al igual que la evolución del modo de producción es en un sentido (¿progreso?), y que ese sentido es siempre el de aumentar la capacidad de generar riqueza, desde el punto de vista de cómo ese mayor potencial se distribuye se tiende siempre a que se repartan mejor sus frutos, a que cada vez mayores sectores participen de esa mayor capacidad de generar bienestar y riqueza. Igual y en paralelo -aunque algo diferido- se adapta el orden político a esa evolución.
Alrededor de esa evolución en el modo de producción ha habido y habrá siempre dos tendencias: la una que busca adaptarse a las condiciones que caracterizan los cambios en el modo de producción; y la otra, la de quienes preferirían que éste no cambiará.
Es hasta cierto punto incorrecto hablar de izquierdas y derechas -o de conservadores y liberales en nuestro caso-, puesto que lo que determina el tipo de orientación de los partidos políticos no es propiamente una propuesta ideológica sino una actitud ante el dilema de si tomar el camino de romper con lo que ya son unas estructuras obsoletas -y arriesgarse a insertarse en un nuevo orden alrededor de nuevos sistemas con nuevos factores y dentro de formas de relacionarse en el modo de producción que apenas nace-, o defender hasta dónde se pueda, o mientras se pueda, las condiciones bajo las cuales se tiene la seguridad y el confort de no tener que temerle al cambio.
El estudio de esto se llamaba Economía Clásica o Economía Política dedicada a entender cómo se estructura y funciona una organización social.
En una época la generación de riqueza dependió casi exclusivamente de la producción de la tierra y de lo que con la mano de obra se extraía como fue analizado por los fisiócratas; después la especialización en la producción de diversos bienes y el intercambio entre ellos marcó el mercantilismo; la concepción de un medio de intercambio como unidad de valor dio origen al capitalismo; la mejora en la capacidad de multiplicar la producción configuró el capitalismo industrial; éste derivó en el capitalismo puro en el que el factor Capital controla todos los factores productivos. Hoy en la sociedad del conocimiento, del espectáculo y de la información (o de la desinformación) se forman nuevos sectores y nuevas relaciones.
Al lado de pocas fortunas exorbitantes se multiplica la pobreza y la ansiedad en poblaciones con necesidades insatisfechas que migran en búsqueda de mejores oportunidades en los países que representan ya el nuevo modo de producción. Y entre nosotros quienes tienen y se benefician de lo que les dan las diferentes formas de poder, se oponen al cambio por el mero hecho de ser cambio, sin entender que estamos en un momento de un proceso histórico que ni comienza ni termina en Petro; que no puede detenerse, y que el intentar demorarlo solo lleva a relaciones cada vez más conflictivas (o explosivas).
Juan Manuel López Caballero

