DE LA CONCIENCIA A LA TRANSFORMACIÓN: MEDELLÍN COMO ESPEJO, RIOHACHA COMO PROMESA

En Medellín no cambió solo el alcalde. Cambió la conciencia colectiva.

La transformación que comenzó allí hace dos décadas no fue producto de un decreto ni de una dádiva. Fue el resultado de una decisión ciudadana: apostar por una política distinta, por fuera de los clanes, de los negocios cruzados, de la vieja manera de hacer poder.

Ese cambio tuvo un nombre: Sergio Fajardo. Pero más allá del nombre, lo que nació en Medellín fue un nuevo tipo de liderazgo: uno que se construyó desde la legitimidad social, desde la educación como prioridad, desde la decencia como regla, y desde la convicción de que gobernar es sumar voluntades, no administrar silencios.

Lo viví en carne propia este fin de semana. Participar en el Encuentro Nacional de jóvenes Líderes y Voluntarios me recordó que sí es posible soñar un país distinto cuando las decisiones se toman con honestidad y la gente deja de tenerle miedo a exigir lo que le pertenece.

Medellín no se resignó a ser “la más violenta”. Se atrevió a imaginarse como la más educada. Y funcionó. No fue perfecto, pero fue profundamente transformador.

Y entonces, inevitablemente, pensé en Riohacha.

Pensé en cuántas veces hemos tenido la oportunidad de cambiar y la hemos dejado pasar. En cómo la política tradicional se recicla con nuevos lemas, pero viejos métodos. En cómo cada intento de ruptura termina absorbido por el clientelismo o la indiferencia.

Pero también pensé en lo que podríamos ser. Porque si algo demuestra Medellín es que los territorios no están condenados al fracaso. Lo que se necesita no es un caudillo ni un milagro. Se necesita conciencia, organización ciudadana y decisiones valientes.

Riohacha puede y debe construir su propia historia de transformación. Pero para hacerlo, debemos dejar de delegar el futuro en quienes nos han fallado.

Necesitamos una ciudadanía más activa que carismática. Más crítica que conformista. Que entienda que votar bien no es un acto de fe, sino de responsabilidad. Que lo público no es ajeno. Que participar es más que opinar en redes.

Hoy, desde Medellín, reafirmo mi convicción de que la política puede ser limpia, útil y cercana. Que no todo está perdido. Y que en Riohacha también podemos iniciar ese camino. Solo se necesita dar el primer paso: creer que es posible.

Porque no estamos condenados al atraso. Estamos desafiados a cambiar.

Y como dijo Fajardo: “Lo que hicimos en Medellín, lo podemos hacer en Colombia”.

Y no lo dijo como una promesa vacía, sino como quien habla con la autoridad moral de haber vivido la transformación. Porque Medellín fue durante décadas sinónimo de miedo, exclusión y violencia. Y aun así, se levantó. Se reconstruyó con educación, cultura ciudadana, participación social y planificación estratégica. Le apostaron a un modelo distinto, donde la ciudadanía dejó de ser espectadora para convertirse en protagonista.

No fue magia. Fue decisión. Fue confianza en el poder de lo colectivo, en la transparencia de los procesos, en el mérito por encima del clientelismo.

Fajardo no gobernó desde el odio ni desde el ego. Gobernó desde la inteligencia y la escucha. Desde la convicción de que sí se puede cambiar una ciudad cuando se cambian las prioridades y se dignifica la política.

Colombia está atrapada entre dos extremos que ya mostraron sus límites. Es hora de una política ciudadana, honesta y capaz.

Y ese cambio empieza cuando dejamos de preguntar ¿Quién nos va a salvar? y empezamos a decir: “vamos a salvarnos entre todos.

 

Juana Cordero Moscote 

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3 comentarios de “DE LA CONCIENCIA A LA TRANSFORMACIÓN: MEDELLÍN COMO ESPEJO, RIOHACHA COMO PROMESA

  1. Elis moscote dice:

    Bendicion lo escrito es la realidad necesitamos salvarnos de la politiquería que cada dia nos lleva al abismo y fracaso como ciudad es el momento con Fajardo presidente.

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