Muchas biblias con salmos abiertos quedaron en los atriles de mi pueblo con la muerte de muchos paisanos que se fueron a un viaje sin regreso. Muchos sanjuaneros se fueron a la eternidad y un legado nos dejaron para recordarlos. En ausencia celestial ven desde el cielo la víspera y las fiestas patronales del santo que adoraron con devoción y muchos se imaginaran en su lecho de descanso eterno al padre bendiciendo por la calle del embudo en la procesión del Bautista. Estamos perdiendo sin saberlo la memoria histórica de nuestro pueblo cuando mueren sus hijos que eran como bibliotecas ambulantes.
Yin Daza, Eduardo Lacouture, José María crespo, Poncho Fragoso y Arique Brito, encabezan esa lista con sus mentes brillantes y prodigiosas. Fueron ellos pasajeros de la vida que se extasiaron en San Juan y así como revolotean las mariposas en las casimbas del río cesar y las golondrinas en los viejos campanarios de la iglesia así retozaron por nuestras calles y vivieron su vida con nosotros. Recuerdo celebridades como Manyi Ariza Mattos, y sus elocuentes y profundos discursos de reflexión que nos quedaron en el recuerdo. También la sutileza, la espiritualidad y la educación de María Teresa Egurrola, Fabiola González, Nectalina de Annichiarico y María Clara Gámez, sanjuaneras que nos quedaron en los almanaques del recuerdo.
Se fueron también a descansar a los aposentos celestiales Luisma y Ender Suárez, los proclamados alcaldes de mi pueblo con su carisma, humildad y don de gente. Joseíto Maestre, con su trato fino y esos dones innatos para desarrollar un plan de negocio, igualmente se nos fue a la eternidad y mucha falta le hace a San Juan. Del mismo modo, Práxedes Bolaño, cruzó la frontera de la eternidad y marcó nuestras vidas para siempre por su gran sentido de la amistad y la familia. Luis Eduardo Suarez “El Negro Ochoa”, el decano de los concejales, también se mudó a la eternidad con su don de servicio. También se marchó el precursor de la piquería, El Curita Vega y unos compositores icónicos que eran como la joya de la corona de la composición vallenata.
Con nostalgia despedimos a Máximo Móvil, Hernando Marín y Luis Egurrola, junto con su musa y con la despedida de Juancho Roís y Diomedes Díaz, quedó nuestro frondoso bosque musical tan solitario que sentimos que en sus alas se llevaron con ellos las aves que cantaban mejor. Joseíto Parodi también se fue a organizar un festival en el cielo y a amenizar una parranda celestial, y solo nos dejó el viejo pichirilo, su jeep Willis donde siempre lo vimos movilizarse. De mi circulo de amistad, retrato al Encanto con su sombrero blanco bailando un zuletazo en el cielo, a Completo organizando la parranda celestial y a Giovanni Celedón amenizando la fiesta con sus canciones de doble sentido. Veo al Profesor Gustavo Gámez con su talento innato arreglando el acordeón de su hijo Gustavito para afinar los pitos para tocarle una parranda a Pápalo el de Georgina en el cumpleaños de Fabio Peñaranda y de Pijico.
Pero también escucho en una tarima celestial el discurso elocuente de Omar Maestre reclamando el acueducto de La Junta al compás de los aplausos de Paye Gámez, Mario Gil, Pénjamo y Chelle, y luego, se fundieron todos en un abrazo de amistad con Leandrito, el eterno médico del pueblo, celebrando esa conquista. Juan Benito Orozco, Ego, Rafita Daza y Javier Araujo, fueron otros sanjuaneros realmente útiles a la sociedad, que también nos hicieron arrugar el corazón y llorar su partida dejando un gran vacío en nuestro pueblo.
Petende, Gutiérrez y José Luis Gámez, las celebridades del futbol sanjuanero, siguen con su magia y talento jugando al balompié en la eternidad. Alfredo Mendoza Cataño, el eterno tesorero del festival de compositores, también deambula por las tarimas del cielo buscando patrocinio para el festival de rey de reyes. Popo el de Chano Plata intenta ordenar el tránsito desde el cielo para organizar a su pueblo. Así vemos en ese paraíso celestial a Blanca Daza Pabón con su sonrisa de cielo abrazándose con Julito Daza y preguntándole por su San Juan del alma y las fiestas patronales y la procesión.
Finalmente, con espíritu alegre y entusiasta, vemos a Sandro Zuchini y Arique, aplaudiendo el canto de Diomedes en la eternidad. Esta es parte de una lista interminable de Sanjuaneros que descansan en el cielo pero que anhelan algún día volver a San Juan.
Rafael Humberto Frías

