DEMOCRACIA Y CAPITALISMO NO SON HERMANOS SIAMESES

Se ha tenido la tendencia a tratar la ‘Democracia’ y el Capitalismo como si estuvieran identificados el uno con el otro.

El hecho que nacieran casi simultáneamente y que sus desarrollos hayan sido prácticamente paralelos –por lo menos en nuestro caso o a nuestros ojos, – hace que los confundamos.

El uno es un modelo político y el otro un modelo económico. Pueden verse como hermanados, pero no son siameses que están inevitablemente atados, que no puedan despegarse y no logren vivir el uno sin el otro.

Su desarrollo puede ser disparejo y crecer mucho el uno y atrofiarse el otro.

El sistema Capitalista ha podido evolucionar independientemente de la existencia de condiciones democráticas (Capitalismo sin democracia puede ser Singapur).

Y un país puede preciarse de ser muy ‘democrático’ y tener un sistema capitalista muy poco eficiente o desarrollado (podría tomarse el caso de Colombia)

Esto último es lo que ha pasado con el neoliberalismo cuyo resultados muestran que en el ultracapitalismo puede llegar incluso a hacerlo a costa de los valores democráticos, tal cual ha sucedido con la profundización de las desigualdades (si se toma como objetivo de la Democracia el acabarlas); y, que, como sistema político, la concertación del poder y el desconocimiento de los mecanismos democráticos (respeto por los pesos y contrapesos, por los resultados electorales, por la separación de poderes ) operan cada vez menos.

Si se entiende que modelo político y sistema económico pueden ser independientes o diferenciados uno del otro, tocaría escoger a cuál se da prioridad. O, en otras palabras, reconocer que no es tan automático que el desarrollo económico se acompaña del desarrollo político y que esto conlleva al desarrollo social, entendido esto como lo que caracteriza una sociedad armónica y equitativa.

La pregunta sería entonces ¿Cuál de los dos modelos, el económico o el político – el capitalista o el democrático-, es el que, en las condiciones actuales, aporta más a esa sociedad armónica y equitativa que deseamos?

¿Podemos o debemos arriesgarnos a separar esos siameses para que cada uno evolucione a modalidades de sistemas más apropiados al objetivo que se busca?

El resultado de reducir el intervencionismo del Estado y reemplazarlo por la soberanía del Mercado no ha dado los resultados esperados. El supuesto de la propuesta neoliberal, que era al mismo tiempo un modelo político y un modelo económico, no acabó siendo el ‘fin de la Historia’. Cumplió su ciclo trayendo cosas buenas, pero dialécticamente creando nuevas situaciones problemáticas (deterioro ambiental, nuevo orden geopolítico, tema de migraciones, etc.)

Aparentemente ha mostrado más resiliencia el Capitalismo que la ‘Democracia’. Por un lado, son cada vez menos los países que mantienen este sistema de gobierno. Por otro lado, dentro de ellos es cada vez mayor el descontento en la población. Y las alternativas que se le presentan pueden venir de lados diferentes: o de aquellos que la abandonan encarnando más la extrema derecha con gobernantes que asumen liderazgos personales; o de las que se plantean desde la izquierda como modelos de intervención del Estado bajo la forma de Capitalismo de Estado.

En todo caso es la Economía Política la que debe dar las respuestas, tanto a si se debe dar prioridad a lo económico o a lo político, como, sea cual fuere esa prioridad que se escoja, hasta dónde se debe renunciar a lo que existe, y hasta dónde se pueden buscar nuevos caminos.

Juan Manuel López Caballero

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