POR MI CULPA, POR MI CULPA, POR MI GRAN CULPA

Todos, por muy buenos que seamos o más bien, parezcamos, tenemos una parte oscura, sea que esté a la vista de todos o que la ocultemos muy bien, está ahí, en forma de pensamientos libidinosos, maltrato a los hijos, engaño al cónyuge, deshonra a los padres, contienda con los hermanos, enemistad con algún familiar, traiciones a los amigos, incumplimiento de los deberes laborales o académicos o heridas a personas que ni siquiera conocemos; luego nos invade la culpa pretendiendo adormecerla con un buen whisky; a veces nos convertimos en jueces de las acciones de los demás, aspirando con ello equilibrar nuestras propias malas acciones, y otras tantas veces, negamos o maquillamos la culpa para huir de lo que realmente debemos hacer, enfrentarla.

Piensa en una mujer con una piel descuidada, llena de imperfecciones, pero con el mejor maquillaje, puede verse hermosa delante los ojos de los demás, incluso puede estar frente al espejo y verse así misma deslumbrante ¿pero se verá y sentirá igual una vez deba retirarlo? No. Muchas veces queremos maquillar nuestra culpa ocultándola debajo de nuestros logros, pero es solo eso, un maquillaje que no se puede tener en todo momento, que se ve bien por fuera, que seguramente nos hace sentir bien por dentro, pero tales logros, difícilmente pueden ser llevados a la cama y ayudarnos a tener un sueño tranquilo si hay pensamientos o sentimientos impropios, desviados, poco nobles o peor, si hemos ensuciado nuestras manos.

Pero la idea tampoco es darnos latigazos. Puede ser normal que una vez reconozcamos haber obrado, sentido o siquiera pensado mal, llegue la culpa, sin embargo, no es bueno dejar que ella tome posada en nuestro corazón, ya que nos lleva a actuar bajo sus efectos, esto es, de una forma egoísta al pensar que debo buscar una salida para no sentirme mal, en lugar de buscar un verdadero arrepentimiento que conduzca no solo a nuestra sanidad, sino a la sanidad de las personas a quienes hemos lastimado y por supuesto, nos lleve a buscar el perdón de Dios.

¿Cómo se puede lidiar con ella? En primer lugar, la culpa no es algo con lo que haya que lidiar y tener una batalla constante en el alma que nos impida tener paz, la culpa hay que llevarla a los pies de Jesús. Cierto es que nuestras malas acciones, malos pensamientos, malos sentimientos e incluso, nuestras omisiones de hacer lo bueno, son desagradables delante de los ojos de Dios, pero pese a ello no podemos olvidar que Él nos ama, tanto cuando estamos limpios como cuando estamos sucios. En segundo lugar, recordemos que Jesús derramó su sangre en la cruz por nuestros pecados y su sangre es suficiente para limpiarnos hasta el último día de nuestras vidas.

En 2 de Corintios 12: 7-8, Pablo menciona que tenía un aguijón en su carne, el cual había pedido al Señor tres veces que se lo quitara. Las escrituras no mencionan qué era eso que debilitaba a Pablo, no se sabe si era algo físico o emocional, lo que sí se sabe era que le afligía, inmovilizaba y debilitaba, justo lo que hace la culpa en nuestras vidas, afligirnos, inmovilizarnos para seguir, por eso te diré lo que Dios le dijo a Pablo:

LA GRACIA DE DIOS ES TODO LO QUE NECESITAS, SU PODER SE PERFECCIONA EN TU DEBILIDAD. Entrégale al Señor tus faltas, no digo que, si actúas mal y llega la culpa, hagas como si nada hubieras hecho, digo que descanses en la gracia y el amor de Dios, que te lleve a enfrentarla, resarcir el daño que hiciste en la medida de lo posible y seguir.

Paulo, durante su juventud, era un hombre desordenado, las parrandas, las mujeres y el alcohol eran su vida, razón por la cual no era buen estudiante. Siendo adulto, alrededor de los 24 años, Paulo miraba su pasado con vergüenza, tantos corazones heridos que dejó, tantas lágrimas y disgustos que causó a sus padres lo llevaron a sentir una culpa enorme. Dejó de tomar, hoy es responsable en su trabajo y espera construir un hogar con alguien a quien serle fiel y proteger, sin embargo, por muchos años, el peso de su culpa lo llevó a ser aparentemente un hombre perfecto, pero siendo la carga muy pesada, Paulo se aisló de la sociedad, poco dormía y la verdad era que no se sentía feliz con su aparente perfección. Cada día oraba al Señor para que borrara el pasado, esto no sucedió, lo hecho, hecho estaba, pero Paulo entendió que no se trataba de borrar su pasado, sino de avanzar como una nueva persona; algunos, a pesar del paso de los años, lo siguen señalando como un hombre borracho, mujeriego e irresponsable, a muchos les cuesta mucho perdonar y reconocer los cambios positivos en los demás, pero lo cierto es que Paulo va a la cama tranquilo y feliz porque sabe que no lo es; aunque a veces comparte con sus amigos unas cervezas, siempre se le ve sobrio, es eficiente en su trabajo y sigue esperando esa compañera con la que quiere pasar el resto de sus días, no está en sus planes hacerla vivir lo que alguna vez vivieron las mujeres de su juventud (La historia contada es real, nombre y algunas cosas fueron alteradas para proteger la intimidad del protagonista).

Oración: Señor, siento culpa (menciona el motivo de tu culpa), pero me rehúso a vivir con ella, he obrado mal, te he herido a ti, he herido a mi prójimo y hoy me siento intranquilo (a), ese momento de mi vida me ha robado la paz. Hoy vine a decirte que reconozco que obré mal, renuncio a maquillar mis culpas, pero también renunció a tomar ese trago amargo todos los días. Trae luz y dirección a mi vida, otórgame tu gracia, tu favor y perdón. ¡Amén!

Jennifer Caicedo

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