De acuerdo con los últimos reportes de las entidades que analizan la salud administrativa de los departamentos, La Guajira se encuentra en un punto de quiebre y hoy se enfrenta a una tormenta perfecta. Deficiencia de la infraestructura básica, altas tasas de desempleo, crecimiento de la pobreza y, como si fuera poco, la amenaza cada vez más latente del fin de la actividad minera del carbón. Hay que tener claro que las regalías que se generan a partir de esta actividad económica, son la principal fuente de ingresos del departamento. ¿Estamos preparados para vivir sin las regalías que la mina del Cerrejón le aporta al territorio? Esta es una pregunta que la sociedad guajira con urgencia debe responder.
Para muchas personas este panorama es alarmista, quizás sí, ya es un tema sobre diagnosticado, y a pesar de esto, no se vislumbran soluciones reales y prácticas a estas problemáticas. El departamento y sus municipios no se han preparado administrativa y sectorialmente para afrontar la salida del Cerrejón. En los municipios donde tiene mayor presencia la mina, parece no existir un “Plan B”. Tanto sus ciudadanos y administradores de turno, están muy cómodos viendo cómo pasan los años y no hay una organización territorial para remplazar los ingresos de las regalías.
Y ante esa realidad, propongo una apuesta, real, estratégica, que está demostrada que produce resultados, y es la asociatividad territorial. Ya los territorios prósperos de Colombia han visto su efectividad. Las áreas metropolitanas más prósperas del país (Bogotá, Medellín, Barranquilla) han demostrado que no es solo una figura constitucional, es una estrategia de supervivencia. Estas áreas se consolidaron cuando entendieron que los grandes problemas no se resuelven con esfuerzos pequeños y aislados. En La Guajira debemos estudiar, analizar y poner en práctica lo que ellos hicieron, y pensar en modelos acordes a nuestra realidad, antes de que sea demasiado tarde.
En los años anteriores, ya temas como la pandemia del COVID-19, los efectos del cambio climático (periodos de alta sequía o de intensas lluvias), sumados a los frecuentes paros al Cerrejón y cierres viales, han demostrado la fragilidad de un modelo de desarrollo basado en regalías, dependiente de un solo actor económico, y con municipios que, históricamente, han gestionado sus problemas como si estuvieran aislados.
Los municipios de La Guajira no deben ser 15 territorios independientes. La Guajira tiene que ser un sistema interconectado, debe ser una red donde se identifiquen problemas comunes, que claramente podrían tender por soluciones conjuntas. Son absolutamente conocidas las inflexibilidades de los presupuestos de los municipios, el dinero público es escaso, por lo que se requiere no solo de buena gestión, sino de mucha imaginación para hacerlo rendir.
Propongo organizar el departamento en Nodos Productivos, es decir, unir a municipios con dinámicas económicas, sociales y geográficas similares, que pueden permitir la optimización de recursos, la especialización productiva y la consolidación de estrategias de desarrollo verdaderamente integradas. Sugiero que La Guajira pase de ser dividida en Norte, Centro y Sur, a convertirse en organizaciones administrativas más pequeñas. Por ejemplo, el Nodo Central puede estar conformado por Fonseca, Distracción, Hatonuevo y Barrancas. Estos municipios concentran un potencial agrícola, ganadero y comercial. Pero más importante aún, ellos cuatro, junto con Albania, comparten un mismo riesgo estructural ante el eventual cierre del Cerrejón. Sus economías dependen directamente, bien sea de los ingresos de las regalías o de los trabajadores que viven en sus territorios, ¿Seguirán compitiendo entre ellos por migajas presupuestales o se unirán para replantear su modelo económico post-minero?
El Nodo Sur, con San Juan del Cesar, Villanueva, el Molino, Urumita y La Jagua del Pilar, cuentan con una población agrícola pujante, pero asfixiada por vías deterioradas y falta de riego. ¿Por qué no unir esfuerzos para garantizar conectividad y desarrollo rural sostenido? ¿O acaso cada municipio debe mendigar por separado ante Bogotá por lo que podrían exigir juntos?
Y qué decir del Nodo de Frontera: Maicao, Albania y Uribía. Aquí está el mayor potencial en comercio, energías limpias y exportación. Pero también, los mayores índices de pobreza y desigualdad. Sin una articulación legal y económica fronteriza, seguiremos condenando a estos municipios al contrabando, la informalidad y el abandono.
El Nodo Marítimo (Riohacha, Manaure y Dibulla) podría ser el motor turístico del Caribe colombiano, pero sin un enfoque regional y sin infraestructura portuaria compartida, de lo contrario seguiremos mirando el mar con hambre, sin entender que ahí está nuestro futuro. Afortunadamente, en los últimos meses el gobierno departamental ha hecho un gran esfuerzo por mirar en la Marina de Riohacha y la posibilidad real de crear un sistema parecido en Manaure, para potenciar estos territorios.
No se trata solo de compartir presupuestos, se trata de construir juntos un nuevo proyecto de vida para sus habitantes. Porque si cada municipio sigue encerrado en sus propias urgencias, sin pensar en el todo, entonces lo que se vislumbra no es desarrollo, sino decadencia. Hoy más que nunca, la unidad es poder. Y en La Guajira, la asociatividad no es una opción: es la única vía hacia el progreso real.
“Palabra De Guajiro”