Entre los colombianos existe diversidad de opiniones sobre lo que representan las marchas pacíficas y su impacto real en el propósito de impedir una decisión política del gobierno nacional orientada a afectar a la mayoría de la sociedad. Algunos manifiestan que “no sirven para nada” y por esa razón prefieren quedarse en la comodidad de su hogar, a pesar de las evidentes amenazas; otros creemos que son una herramienta participativa poderosa que nos ofrece la democracia para hacer explícito un mensaje colectivo sobre lo que piensan y estarían dispuestos a hacer las mayorías para defender sus derechos.
La marcha de hoy domingo es una magnífica oportunidad para protestar en forma masiva por la deficiente gestión y la incompetencia del gobierno nacional. La pobre ejecución del Plan Nacional de Desarrollo y del Presupuesto Nacional, aprobados oportunamente y sin mayores objeciones por el Congreso, y la evidente desaceleración de la economía, sin que se haya visto su reacción oportuna con un plan de reactivación hecho a la medida de las necesidades, son una fehaciente demostración de su pobre desempeño.
Existen muchos otros aspectos merecen nuestra protesta y justifican nuestra participación en esta marcha, entre ellos: su tambaleante y manoseado proceso de paz total, con el consecuente deterioro de la seguridad; la reinante y descarada corrupción; el manejo conflictivo de las relaciones con los sectores políticos y los gobernantes territoriales de la oposición o que son independientes.
Especial mención merece el pésimo manejo de las relaciones internacionales, en el que sobresale el lavado de cara al gobierno dictatorial de Maduro frente a elecciones espurias a realizarse en el venidero mes de julio, en las que se está impidiendo la inscripción de candidatos representativos de la oposición, y en las que increíblemente el gobierno colombiano actuará como “observador imparcial”. Sumándole a este lamentable hecho los múltiples conflictos con gobiernos legítimos de otros países, sólo por motivos ideológicos.
Otra poderosa razón que nos obliga a marchar hoy es la perentoria necesidad de responder a las ambiciones dictatoriales del presidente Petro, quien en vez de ejercer sus obligaciones constitucionales como gobernante, se ha empecinado en la tarea, con claros propósitos ideológicos, de sacar adelante el engendro de un ambiguo proceso constituyente, que la mayoría de los colombianos rechazamos y consideramos inconstitucional, sólo porque no ha logrado la aprobación incondicional de todas sus inconvenientes y mal sustentadas reformas.
Ante los cuestionamientos que se le han hecho sobre la ilegalidad de su propuesta, ha contestado con varias frases extrañas que han dejado perplejos a varios sectores de la opinión pública, dado que reflejan su soterrada intención de incumplir la Constitución vigente, al afirmar que “el poder constituyente no se convoca, es el pueblo que se convoca a sí mismo”, y concluye diciendo que “la decisión de un pueblo, que es necesariamente su intervención, es para que el país cambie”
Pareciera desconocer los resultados de la última encuesta, realizada por la reconocida firma Invamer, en la que el nivel de desaprobación de su gestión gubernamental está en 60%, cifra alta con tendencia a seguir subiendo. No es un resultado inesperado, sino la confirmación del pensamiento de la mayoría de los colombianos, quienes, en medio de las frustraciones, mantienen un entusiasmo realista que nos induce a pronosticar que la marcha de hoy será multitudinaria en todo el país.
El intento desesperado e improvisado del presidente Petro para debilitar la marcha de este domingo, declarando día cívico (o cínico, como opinan algunos), supuestamente “con el único objetivo de cuidar el agua”, para que los colombianos aprovechen el puente y salgan a viajar fuera de sus ciudades de residencia, ha generado un efecto contrario al que buscaba, pues muchos colombianos al sentirse manipulados por una decisión inesperada, sin manejo apropiado del cambio y con evidente interés político, han decidido marchar con más determinación.
Por todo lo anterior, estamos obligados a participar en esta emblemática marcha, con el firme propósito de defender el Estado de Derecho y la Libertad, buscando crear las condiciones para que los colombianos trabajemos unidos y lograr que Colombia crezca con inclusión social y se generen oportunidades económicas y sociales para todos. Marchemos pues para cambiar el país, pero para beneficio de la mayoría de los colombianos.
Álvaro López Peralta