BOGOTÁ, TAN CAÓTICA, PERO TAN VIVA

Hoy mi homenaje es a Bogotá, en ocasión a su cumpleaños 484. La ciudad que me vio nacer, crecer y la que me ha retado tanto.

Empecemos por el inicio; Bogotá es caótica, dramática y agobiante.

Seamos francos, en pocos lugares de la ciudad se está realmente tranquilo. Pasa el tiempo y los que vivimos en la capital, vamos desarrollando una especie de ‘delirio de persecución’ dado que creemos que, o nos están siguiendo para robarnos o nos miran para hacernos daño. No creemos normal que una persona desconocida esté a nuestro lado en una esquina del centro de la ciudad, porque partimos del hecho de que tiene malas intenciones. Bogotá nos roba la inocencia del ser humano con la que llegamos al mundo.

Pero no hay que ser injustos y hay que ver a Bogotá con los ojos del amor, así como miraba la alcaldesa de Bogotá, Claudia López a su enamorada Angélica Lozano en la posesión del Congreso el pasado 20 de julio o también, con los ojos de un amor tormentoso, tal como miraba Petro a Uribe en su encuentro después de las elecciones presidenciales, con amor y odio al mismo tiempo, con resentimiento, pero gratitud, un amor contradictorio, pero puro. Y es que Bogotá es encantadora, te reta, te acoge y no te suelta.

Bogotá acoge a todo aquel que quiera quedarse en el caos, que busque oportunidades y que se resista a estar tranquilo pero retado. Bogotá te permite ser, con todas las dificultades alrededor, pero puedes luchar por ser y hacer lo que quieras en la vida. La ciudad fría te da las herramientas y de seguro la recompensa a futuro. Como dice el gran escritor bogotano, Mario Mendoza: “Bogotá es una ciudad que tiene mucho carácter, mucha fuerza. Bogotá es una ciudad cosmopolita”.

Bogotá es el centro de la inconformidad de los colombianos, el espacio de desahogo de penas políticas, sociales y hasta amorosas. En esta mágica ciudad puedes deleitarte con la diversidad de microculturas que habitan en ella y que parecen ajenas a la realidad de la Colombia profunda, pero en realidad, no lo son. Bogotá ya no es de rolos puros, Bogotá es de costeños, paisas, llaneros, vallunos, pastusos, tolimenses, venezolanos y cualquier ciudadano del mundo que busque un hogar tan caluroso y a la vez frío como lo es Bogotá.

Un día normal en la ‘nevera’ es empezar la mañana con energía y entusiasmo y ver como en menos de una hora ya tienes una carga de estrés hasta el techo por el transporte público, trancones, contaminación auditiva por tanto que pitan, angustia por las noticias que escuchas y sueño porque seguramente te tocó levantarte con muchas horas de anticipación para lograr llegar a tu lugar de destino.

Pero tranquilos, todo se aprende a manejar o sencillamente a soltar el control y ver la maravilla de ciudad que es Bogotá; una ciudad que te exige, que es tan caótica y descontrolada, pero que te hace sentir más vivo que nunca. Jamás podrás sentirte cómodo y establecerte en una gran zona de confort, porque no hace parte de la esencia de Bogotá y eso, también es una virtud, pues estás en constante evolución. Lo anterior se demostró en la Pandemia – Covid 19 en donde hubo un éxtasis de creatividad en donde Bogotá se reinventó.

Bogotá es un contraste, se pasa del cielo al infierno en un instante. Puedes pasar de tener todas las comodidades y a la vuelta de la esquina no tener un pan que comer. Aquí es el juego del todo o nada en donde la clase media sostiene los extremos. Ojalá se extingan las clases sociales y el imaginario de superioridad o inferioridad de muchos por la cantidad de dinero con la que cuentan. Finalmente, todos somos hechos de lo mismo, como dice la cantante Nina Rodríguez, también bogotana.

Gracias Bogotá porque en medio de tu adversidad, logras rescatar el verdadero sentido de la vida y haces sentir vivo a quien ya se creía muerto.

Te debo todo.

PAULA CALDERON BUITRAGO 

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