Los actos de inhumanidad sistemáticos, que siempre pensamos que se encuentran recluidos en el pasado, ponen de manifiesto una brutalidad reemergente que parece ser inherente a la condición humana. La característica central de estas atrocidades masivas radica en ver a otros seres humanos como subhumanos. Para que esto se concrete, primero debemos deshumanizarlos en la imaginación y luego despojarlos de su humanidad en la realidad. De esta forma cuando la propaganda rusa afirmó que su objetivo era desnazificar a Ucrania perfiló a la población de ese país como seres enfermos y crueles que deben asumir la culpa de hechos atroces cometidos por otros en el pasado.
Ese discurso anticipó las imágenes de terror que la prensa y las autoridades ucranianas registraron en las calles de Bucha. El fiscal general de Ucrania declaró el pasado 3 de abril que 410 civiles habían muerto en esta población. Cuerpos con ojos vendados, disparos en sus cabezas y las manos atadas se encontraron en los alrededores de Kiev una vez las tropas rusas completaron su retirada. Entre esos se encontró el cadáver de la alcaldesa de Motyzhyn, un suburbio de la capital, asesinada junto con su familia. Ello nos devuelve a décadas pasadas e inevitablemente nos lleva a revivir los horrores de otros conflictos. El propio presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski,
Al iniciar la invasión probablemente los jóvenes soldados rusos y sus comandantes pensaron en una fácil campaña dirigida a deponer un régimen gubernamental ucraniano hostil a su país. Sin embargo, cuando podamos comprobar que los civiles se negaron a aceptar a los invasores la distorsión generada en sus mentes por su propia propaganda empezó a hacer su trabajo disparando los mecanismos de deshumanización de los civiles ucranianos.
En una estimulante obra llamada ‘On inhumanity: Deshumanization and how resist it’, David Livingstone, nos previene de caer en la tentación de percibir a los que deshumanizan como monstruos malvados. Se deshumaniza a los deshumanizadores, y así se adopta la misma forma de pensar que aparentemente buscamos combatir. El esfuerzo debe ponerse en situar el proceso de deshumanización bajo una lupa y comprender cómo funciona. Describir a otros seres humanos como monstruos es un obstáculo para abordar el problema. No importa cuán repugnantes o destructivas sean sus creencias y sus acciones. Los monstruos son ficticios, afirma Livingstone, pero los deshumanizadores son reales y en su mayoría son personas ordinarias.
En la medida en que las tropas rusas se retiran de las áreas que ocuparon por ellos es probable que se descubran nuevas atrocidades contra la población civil. Para Eugene Finkel, profesor de la Universidad John Hopkins las masacres por sí solas son insuficientes para cumplir con los criterios de genocidio; se requiere una intención de destruir un grupo protegido. En su opinión, el intento de derrocar al régimen de Kiev no constituye por sí mismo un plan de genocidio. Sin embargo, “cuando los soldados y líderes rusos necesitan, para su asombro, que los ciudadanos ucranianos no deseaban ser liberados del yugo occidental y, en cambio, lucharon ferozmente, el pensamiento ruso cambió de colonial a genocida”.
Weildler Guerra Curvelo