CAMINO

El camino puede ser recto, tortuoso, largo o corto. El camino se puede seguir y progresar; en el camino nos podemos perder. ¿A qué viene todo esto? Pocos saben el significado del anglicismo track, todo el mundo comenzó a hablar del fast track, quiere decir que nunca encontraron el camino para mejorar la vida de los colombianos.

Petro, para seguir en campaña, necesita embobar a la gente con este término, desviando la atención de lo importante, como mejorar la prima media per cápita del colombiano y hacer que la economía arranque, pero no, prefiere la onomatopeya que identifica este periodo: chu, chu, chu, como las fichas de dominó puestas una tras otras, cayéndose en un fast track rapidísimo. Fast es rápido y sabemos que la carrera trae cansancio; track, en una de sus acepciones, significa “carril” “ruta” o “camino” (bien lo saben los atletas), sabemos cómo es de fácil salirnos del trayecto cuando queremos sacar rápido las cosas.

El desarrollo y cambio toman tiempo, más en un país republicano y democrático, ambos en riesgo. El liderazgo de Néstor Lorenzo es de emular, fue un camino laborado y enfocado sin perder el norte. Fortaleció a cada uno de sus jugadores y corrigió sus debilidades con amor, respeto y sentido de unión. Antes de cambiar todo para que nada cambie, es importante ejercer autoridad, generar empleo formal, salud y educación.

Dejar que las cortes brillen. Que no se gobierne a punta de trino sino de resultados tangibles; evitar los enfrentamientos en un país que necesita paz y no de embelecos de mesas con todo el mundo para buscar apaciguar las armas y la ilegalidad. La paz es con los colombianos que día a día salen a sudarla. Irene Vallejo y Santiago Montenegro nos recuerdan a Tucídides y Lleras Camargo, testigos del desmoronamiento político, pensaban: “La política se deteriora si el servilismo comienza a llamarse lealtad, cuando el bien común se trata de botín, llamamos listos a los que mejor conspiran y cobardes a quienes reflexionan”, hasta aquí nada nuevo bajo el sol, pero la inclemencia canicular en Colombia está llegando al ápice de la corrupción y una burocracia “petrificante”.

El Estado se ha vuelto un estorbo y así pretenden perpetuarse en el poder. Y, para colmo de males, el poder legislativo se ha dejado manosear (¿inocencia mía?); confieso que hubo un momento que pensé que los congresistas iban a estudiar, leer y controlar los proyectos que afectan al país y a los colombianos.

Hoy Cristo resucitado y acróbata dio una vuelta desleal consigo mismo otorgándole vida al fast track, hasta Pilatos se avergonzaría: ¿nos creen estúpidos o lo somos? Santiago Montenegro, en las lecciones del uso del lenguaje que dejó Alberto Lleras, nos recuerda nuevamente a Irene Vallejo: “La salud de una sociedad se puede diagnosticar auscultando sus palabras”. Congresistas, sean serios, demuestren que fueron elegidos, ¡porque de nuestros impuestos se ganan lo que nadie gana en Colombia! Retomen el camino perdido. P.S: el presidente, como Davivienda, tanto en el consejo de seguridad como en la final de la Copa América.

Orlando Bustillo Pareja

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