Con ocasión a los procesos de movilidad social de mediados del siglo pasado se ha venido consolidando en Colombia lo que hoy llamamos la clase media al cual han podido acceder toda clase de personas sin lo prejuicios coloniales respecto a la etnia, la raza, el género, entre otras. La medición que realiza el Gobierno Nacional a través del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) define como condiciones para pertenecer a esta a los hogares, de cuatro personas, con un ingreso mensual total entre los $2.762.06 y 14.872.816, entendiendo que la distribución, por miembro, alcanza un rango entre $690.624 y $3.718.204.
Esta clase media se considera como el motor de la economía nacional pues como miembros de esta se pueden identificar a quien son empleados públicos y privados, propietarios de pequeñas y medianas empresas, comerciantes y profesionales liberales. Este grupo poblacional se caracteriza por procurar ser propietarios, privilegiando el espíritu del ahorro y la cultura del trabajo; además que se fijan como metas el emprendimiento y la autorrealización. Procuran como mínimo tener casa, educarse y tener carro. Por demás son quienes más aportan en impuestos y desgraciadamente, las victimas predilectas de la inseguridad ciudadana.
El miedo los ha tocado con la presentación de la reforma tributaria, la cual busca ampliar la base de contribuyentes y las fuentes de recaudo, tocando sectores de la economía como las tiendas de barrio, supermercados y peluquerías quienes ya han aumentado los precios de los bienes y servicios que ofrecen; así mismo, se han inflado los valores para adquirir servicios técnicos y mecánicos, la educación y actividades de atención a la salud humana por eso se ve amenazada con esta reforma.
El inconformismo es evidente ante el Gobierno porque lo que se evidencia es la intención de gravar a este segmento poblacional el cual es el que da mayor cumplimiento tributario y menor índice de evasión, empezando con los trabajadores asalariados, de quienes con ocasión a la práctica de retención en la fuente los hace abanderados en el ejercicio de eficiencia recaudatoria.
Aunado a lo anterior, los propietarios de capitales y dueños de empresa ven con desconcierto las declaraciones de los altos funcionarios del Gobierno, pues en sus discursos dejan una sensación de odio o resentimiento por esta clase social a la cual le pretenden cargar todos los costos para operativizar las reformas y subsidios prometidos en campaña. Como diría Gerardo Lambraño, para los populistas lo más fácil es acabar la clase media para que los pobres no tengan con quien compararse, en vez de hacer lo contrario; impulsar a los pobres para que se conviertan en miembros ilustres de esta pudiendo entonces aportar al estado pagando impuestos para la financiación de los programas y proyectos públicos a fin de cumplir con los fines del mismo.
Ese temor alimenta cada día el afán de irse del país, las autoridades han reportado el aumento exponencial de las solicitudes de expedición de pasaportes, visas y traslado de capital a otros países, aunque no se ha consolidado una crisis política o económica, muchos como prevención han decidido salir del país, estos en su mayoría pertenecen a la clase media. Se prefiere ir a otros países a riesgo de tener necesidad de iniciar de cero que quedarse en Colombia a vivir el descenso social, la imprudencia política, la permisividad de invasiones y violaciones a la propiedad privada.
La salida de colombianos es sostenida hacia Estados Unidos, Canadá y España principalmente. Esa
elevación significativa en el desplazamiento está liderada por la clase media, focalizada en personas con alto nivel educativo y mayores recursos para obtener visas o pasaportes cansados de la polarización, la inseguridad, la injusticia, la corrupción y la inequidad existente, la cual presumen tienden a incrementarse con el modelo de gobierno que se está acomodando.
Adaulfo Manjarrés Mejía