En La Guajira, el hambre no es una cifra: tiene rostro, nombre y edad, es el rostro seco de una madre wayuu que entierra a su hijo menor porque el agua no llega, la comida no alcanza y el Estado no aparece. En el Chocó, la lluvia lo inunda todo, menos las oportunidades, el desempleo se multiplica, y los centros de salud escasean tanto como los médicos. En el Amazonas, la selva se defiende como puede, mientras sus pueblos originarios claman por educación, conectividad y respeto.
Pero esta no es solo la historia del norte o el occidente colombiano. Es también la historia del Cauca, donde la violencia se mezcla con la pobreza. De Nariño, donde la economía informal es la norma y la desnutrición infantil crece sin freno. De Vaupés y Vichada, donde el Estado es apenas un eco, y los hospitales son casetas sin insumos. Aquí, en los márgenes de Colombia, el desarrollo sostenible sigue siendo una idea remota.
Mientras tanto, desde Santiago de Chile, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) lanza un llamado urgente: evitar una nueva década perdida. Su propuesta es clara, se necesita una política fiscal transformadora, mayor inversión privada, cooperación internacional renovada y un fortalecimiento institucional profundo. El objetivo es ambicioso, es indispensable reformar la arquitectura financiera global y movilizar recursos hacia un desarrollo sostenible que no deje a nadie atrás.
Según la CEPAL, la región enfrenta un momento decisivo. La crisis climática, el agotamiento del modelo extractivista, la desigualdad estructural y la deuda pública amenazan con perpetuar el estancamiento. La receta incluye mejorar la progresividad del gasto público, fortalecer los sistemas tributarios, potenciar la banca de desarrollo y apostar por la justicia social como eje transversal.
Pero en Colombia, esa hoja de ruta aún no se refleja en las regiones más pobres. Las cifras lo confirman: en La Guajira, más de 300 niños han muerto por desnutrición en la última década. En el Chocó, el 68 % de la población vive en pobreza multidimensional. En Vaupés y Vichada, la mortalidad infantil y materna supera los promedios nacionales. En Nariño y Cauca, el desempleo juvenil roza el 40 %, y el acceso a educación superior es limitado.
Frente a este panorama, el discurso sobre sostenibilidad, resiliencia y crecimiento inclusivo parece una retórica vacía para quienes viven en la periferia del país. La CEPAL insiste en la planificación territorial inclusiva, reconociendo la diversidad étnica, cultural y geográfica de América Latina. Y Colombia, con más de 100 pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes y campesinas olvidadas, es el mejor ejemplo de por qué esa recomendación no puede esperar más.
No se trata solo de carreteras o internet. Se trata de garantizar derechos básicos, de cerrar brechas históricas. Porque mientras se celebran cumbres sobre cambio climático e inversión verde, muchas familias siguen cocinando con leña, caminando horas hasta un centro de salud o esperando una ambulancia que nunca llega.
Como advierte la CEPAL, si no se actúa ahora, podríamos entrar en un nuevo ciclo de frustración, con economías frágiles y sociedades fracturadas. En Colombia, eso significaría perpetuar un país de dos velocidades: una Colombia urbana, con avances tecnológicos, y otra rural, indígena y negra, atrapada en el abandono.
El profesor Francisco José Mojica, experto en prospectiva, lo resumió con crudeza:
“Una verdad de a puños es que América Latina no ha podido despegar porque ha sido incapaz de mirar al futuro, como lo expresaba el chileno Sergio Bitar. Esa mentalidad de analizar todo ‘a la altura de la nariz’, como diría Sancho, no genera procesos competitivos, ni bienestar ni desarrollo durable.”
El desafío está planteado. Las soluciones existen. Pero el tiempo se agota.
En algún lugar del continente se escribe el futuro con palabras como “transformación”, “sostenibilidad” y “resiliencia”. Pero en el Cauca, en La Guajira, en Vaupés, en Chocó, en Vichada y en Nariño, la pregunta sigue sin respuesta: ¿Cuándo llegará ese futuro para nosotros?
Emilsa Rojas Atencio

