CONTROLANDO LO QUE DECIMOS

Todo lo que decimos, queramos o no, afecta la vida espiritual de las personas que nos escuchan, incluso afecta nuestra propia vida. Dice en Mateo 15:18-19, que lo que sale de la boca, del corazón sale; y eso contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios y las blasfemias.

Hay que saber hablar en el momento oportuno y callar cuando sea debido; los chismes, los insultos, la falsedad, las exageraciones, las quejas, la manipulación y la adulación, solo puede provenir de una lengua incontrolada que refleja un corazón lleno de sentimientos negativos, pues de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34).

Pero no es solo lo que hablamos, también lo que escribimos, lo que publicamos en redes sociales, dice acerca de lo que tenemos en nuestro interior, por eso, antes de hablar, escribir o publicar, preguntémonos: ¿Es cierto? ¿Es necesario? ¿Es agradable? Ahora bien, es posible que en ocasiones debamos decir cosas desagradables, como exhortar a un hijo, llamar la atención a un empleado o dar un consejo a un amigo que quizás le va a doler, pero la diferencia entre algo desagradable para destruir y algo desagradable para edificar, está en las intenciones que tenemos en el corazón y eso, solo podemos saberlo nosotros y el Espíritu Santo, quien nos da el discernimiento para identificar el verdadero propósito de lo que decimos.

La lengua puede dividir a las personas y volverlas enemigas, las palabras necias, odiosas, sarcásticas, llenas de mentiras, esparcen destrucción y no se pueden detener las consecuencias una vez se hayan dicho; aunque pidamos perdón por las ofensas, el daño ya está hecho. Leemos en Santiago 3:6 que la lengua es un fuego, un mundo de maldad, que contamina todo el cuerpo e inflama a toda la creación. En todo este capítulo (Santiago 3), se nos habla acerca de lo destructiva que puede ser la lengua, a pesar de ser tan pequeña, que, así como se le pone freno en la boca a un caballo para que obedezcan y de esta manera poder controlar todo su cuerpo, debemos aprender a ponerle freno a nuestra boca y así poder controlarnos en todo sentido.

¿Es fácil controlar lo que decimos, escribimos, publicamos? No, no lo es, yo misma me he visto en situaciones en las que termino cuestionándome porqué dije algo, escribí de alguna manera o hice alguna publicación; es por eso que el tema de dominarnos no es una tarea que hacemos solos, sino con el Espíritu Santo, quien nos sana las heridas y nos ayuda a controlarnos para no hablar a partir del enojo, la frustración, el resentimiento, el desagradecimiento, la tristeza o la amargura, por ello es necesario invitarlo a habitar en nuestro corazón, para que nos purifique, nos enseñe no solo control propio, sino a hablar de tal forma que agrade a Dios.

Jennifer Caicedo

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