“Quisiera gritar, pero el alma no puede, quiero respirar vida y no he podido”
Estremecido por la nueva pena que aloja mi alma, he recordado el aparte transcrito en la parte introductoria de la canción “Solo tu mi Dios” de Dorian Santa, Canta Martin Elías con el Acordeón de Elías Mendoza, vino en el Álbum titulado “CON FUTURO” que lanzaron en el 2004.
Definitivamente Dios y el cuerpo humano mandan señale inequívocas que hacen presentir lo bueno y también lo malo que sobrevendrá para las personas y sus familias, la parca visita una vez más nuestra familia, esta vez se llevó la alegría de la casa, a Álvaro el mayor de mis hermanos, el bohemio, el melómano, el que hizo en esta vida todo lo que quiso para disfrutar a plenitud la vida sin que le faltara jamás un motivo para sus largas celebraciones, se llevo el altísimo a mi compañero insustituible para los viajes a dar pésames.
Fueron varios los hechos de inescrutable misterio que nos hacían saber que debíamos prepararnos para el dolor y lo cruel, primero Soñé que un día de fiesta en el pueblo estábamos en la casa de la Tía Margot y llego mi vieja y me preguntó porque Ángel mi hermano está demasiado delgado, mire hacia donde el estaba, lo vi vestido de blanco de pie a un lado de la puerta, al día siguiente Gretty mi hija soñó que estábamos en el cementerio en Monguí donde había mucha gente y al frente pasaba la corriente de un arroyo cristalino, la misma noche, mi amiga Iveth Suarez soñó que nos encontrábamos en una fiesta de celebración de una bota, y al día siguiente en lo que consideramos una revelación Chichi mi hermano vio una fiesta donde habían muchas mujeres wayuu y Ceci mi hermana fallecida hace un año se acercó y lo abrazó, no había duda que Dios nos estaba preparando para que nuestro hermano aceptara con gozo la llegada del minuto final, era ineludible pensar que se presagiaba la mala hora pero iluso intentaba dar otra interpretación pero muy pronto comprobé que la suerte ya estaba echada, que no deseábamos hecho está, los sueños no fallan.
Recuerdo que el mismo lunes que quisiera olvidar, a las 12: 12 PM Ismael Fernández director del Diario me escribió lo siguiente: “Estoy cerrando columnas. No he visto la suya”, yo le respondí “Le cuento que no me he sentido bien mentalmente…” indiscutiblemente mi pensamiento, mi mente y mi mano estaban entristecidos sin saber por qué, por primera vez no fui capaz de escribir mi columna, pudo más el desánimo existencial que sentía, y a pesar de que es cuando escribo un momento tan trascendental para mí, esta vez no fue, lo intente, lo tenia en la mente escribir varias veces pero no pude.
Nunca pensé que mi hermano partiría, el sábado en la mañana cuando le llevamos uno de sus platos favoritos sentí en su voz la fuerza de la vida, lo acompañamos hasta que termino de comer, conversamos algunos temas de su salud y no tuve indicio alguno que sería la última vez que estaríamos juntos, ese día le reproduje la memoria que me pidió con la condición que no pasara de ese día, con canciones de Calixto, Alfredo y de Poncho, se la mande con Alvarito, era el quien estaba preocupado por la inflamación de mi pie, sus planes eran de largo plazo y no correspondía el estado anímico que encontré en el, y en su actitud que correspondieran a la gravedad de la situación que advertían nuestros dos hermanos médicos, y Mariela nuestra hermana que decía que no lo veía bien, talvez yo pensaba con los deseos, por una razón elemental, uno no puede esperar en esta vida lo que no se merece, pero la ciencia hace lo suyo, y lo demás lo decide el Todo Poderoso, mi cuerpo me anuncio que estábamos en las postrimerías de lo que no deseaba, fui a Maicao, y minutos después, sentí una desesperación por regresar, ya estando en mi casa de vuelta, me senté a descansar, diez minutos después entro la llamada que enluto otra vez mi corazón, todo estaba consumado, había triunfado la muerte sobre la vida.
La hermana muerte a la cual se refería San Francisco de Asís se llevó otro pedazo de nuestro corazón cuando apenas se cumplirían dos días después el aniversario de la partida de Ceci, la tejedora de sueños, el ángel que daba de comer a sus hermanos wayuu sin preguntar a que casta, linaje, estirpe o condición pertenecían, ellos duermen hoy con la esperanza del reencuentro n día, como dice la canción quieren gritar pero su alma ahora no puede, desean respirar vida y no han podido porque su reinado ya es de otro mundo, pero saben que morirán cuando yo muera, no morirán porque nadie los va a olvidar, a esta hora juntos observan el horizonte sin fin y la luz que todo lo alcanza y penetra hasta alcanzar para nosotros el bálsamo del consuelo conservando para todos la ternura que jamás nos pudieron revelar porque todo era entonces fugaz y limitado, viven en la serena expectativa de nuestra llegada un día, allá en la orada maravillosa donde la muerte no existe.
Hemos cumplido una vez mas el sagrado de ver de entregar a Dios lo mejor que teníamos, pero igual creemos que ya es suficiente, ahora necesitamos el bálsamo del consuelo porque la conformidad es imposible, ahora nos fortalece la solidaridad de nuestra familia y de los buenos amigos, los que han estado con nosotros en las buenas pero que no se ausentan ante nuestra aflicción, esperamos de la Divina Providencia fuerzas para no acobardarnos ni se sienta miedo ante las responsabilidades, entereza espiritual para no perder la fe, y que borre de nuestras memorias los recuerdos menos agradables y cierre nuestros ojos ante las indiferencias ajenas y nos permita continuar la vida como corresponde con el optimismo de quien espera una vida larga y fecunda, para ver crecer y dar la mano a catorces muchachos, hombres y mujeres juiciosos que son prolongación de la existencia del hermano alegre, que reía satisfecho cuando le decíamos que era un hombre “Muy responsable” porque a cada muchacho le regalaba una buena mamá, Dios nos conceda la gracia de aceptar con serenidad y paciencia el dolor profundo que hoy asumimos como una prueba que vamos a superar.
Gracias a nuestra gente por acompañarnos en este momento desbastador, damos gracias a Dios por los años que nos permitió disfrutar junto a nuestro buen hermano tantas cosas que no se olvidan, ahora el compromiso es dar continuación a su ejemplo de honestidad y amor a Dios sobre todas las cosas.
¡Nos duele el alma!
Luis Eduardo Acosta Medina