Muchas han sido las pandemias en la historia de la humanidad, Peste Negra, Cólera, Gripe, Sarampión, Tuberculosis… Covid 19, pandemias que nos han obligado a pasar por cuarentenas, un tiempo difícil, perturbador, sombrío, que produce estrés, ansiedad, depresión, cualquier cantidad de sentimientos negativos, pero por los que tenemos pasar para evitar el contagio y en el peor de los casos, la muerte.
Eso respecto del mundo físico, pero el mundo espiritual a veces demanda de nosotros entrar en cuarentena, en la que parece que no hay esperanzas, que nunca se va a terminar, pero debemos tener presente que esos momentos no son para destruirnos, sino para fortalecernos.
Creo que todos conocemos la historia de la persecución de Saúl a David, situación que lo obligó a vivir lo que se puede considerar una cuarentena, toda vez que tuvo que entrar a una cueva llamada Adulam, para esconderse de Saúl, quien lo quería matar. Así fue como David pasó de tener una vida victoriosa a lo que parecía un fracaso, pero vivir esta amarga experiencia era indispensable para que Dios lo preparara para recibir el trono.
El Salmo 142, es la oración de David cuando estaba encerrado en la cueva, oración en la que pidió a gritos la ayuda del Señor, demandó compasión, expresó su queja y descargó su angustia, se sentía perdido, pero sabía que Dios le mostraría el camino; estaba solo, nadie lo acompañaba, había una trampa en la que estaba a punto de caer, por eso se refugió en el Padre, se sentía débil y suplicó salvación, estaba siendo perseguido por alguien más fuerte. David termina su oración pidiendo escapar de su prisión para poder alabar el nombre de Dios y declaró que los justos celebrarían con él por haberlo cuidado. Fue una oración honesta, sin maquillaje ni apariencias.
En el mundo en que vivimos nos han querido enseñar que debemos buscar a Dios para agradecerle, eso es cierto, dice en el Salmo 100.4, que entremos a sus puertas con acción de gracias; pero también es cierto que podemos ser sinceros y desnudar delante de Su presencia nuestro corazón y nuestros sentimientos. David nos enseña que cuando estamos en cuarentena espiritual no tenemos que aparentar que todo está bien, está permitido quejarse si sentimos opresión; implorar salvación si estamos perdidos o si sentimos que estamos siendo perseguidos. Algo clave y no menos importante, fue que David no se quejó de Saúl, como tal, sino del dolor que este le estaba ocasionando, por ello, si enfrentas dificultades, no le hables mal a Dios de las personas, Él conoce el corazón y las intenciones de todos, basta decirle la verdad de cómo te sientes y buscar en su regazo protección, liberación y salvación.
¿Por qué y para qué mentirle Dios si Él nos conoce? La honestidad en cualquier relación es indispensable para que estas sean genuinas y fuertes.
Cuando le digas al Padre exactamente como te sientes, no olvides tener la fe y confianza de David, quien sabía que a pesar de todo sería guiado y cuidado. David, a pesar de su aflicción estaba seguro que su cuarentena no era para destruirlo, sino para perfeccionarlo.
No todos estamos encerrados en una cueva espiritual escondiéndonos para no ser asesinados como en el caso de David. Nuestras cuevas son diferentes, algunos están padeciendo una enfermedad, otros sufren de acoso laboral, otros viven la amenaza de la destrucción de su matrimonio, otros apenas soportan en dolor de un hijo que anda en malos pasos; pero tenemos el mismo Dios de David en quien podemos refugiarnos y apoyarnos. No veas tu situación como un castigo o como que Dios te abandonó a tu suerte, míralo como un lugar de entrenamiento de tu carácter, de afianzar tu confianza en el Señor, de mirar el sufrimiento, no como algo que busca destruirte, sino como algo que está para enseñarte, y ¿por qué no? para promoverte. Hay un propósito divino en los sinsabores de la vida, dice en Romanos 8:28, que todo obra para bien de los que lo aman al Señor.
Después de esa angustia, David se convirtió en rey, luego fue rey su hijo Salomón y de su descendencia nació Jesús, Rey de reyes y Señor de Señores.
Jesús, también vivió su cuarentena espiritual, en el jardín de Getsemaní Oró y dijo: «que pase de mí esta copa de sufrimiento» (se quejó), pero luego, oró: “que no sea como yo quiero, sino como tú quieres” (Sabía que todo obra para bien). En efecto, la dolorosa cruz fue la salvación de la humanidad.
Así pues, no pierdas la fe en el día de la angustia, refúgiate en el Señor, quien puede y quiere salvarte.
Jennifer Caicedo