DE LA CERCANÍA A UNA RELACIÓN CON DIOS

Alberto y José son hermanos, sin embargo, es poco lo que saben el uno del otro, claro que se quieren, hay lazos de sangre que los unen, sin embargo, aunque viven en el mismo techo existe un distanciamiento entre ellos.

Así como Alberto y José, es posible que creamos estar cerca de Dios solo porque nos congregamos cada domingo, hacemos buenas obras en su nombre, tenemos La Biblia abierta en la sala da la casa y vamos a todos los encuentros, seminarios o retiros que organiza la iglesia, pero ¿tenemos una relación con Él? Estar cerca de una persona no es igual a estar vinculados afectiva y emocionalmente; por ello, cuando hablamos de una relación con Dios se hace referencia a confiar en Él, a buscarlo en todo tiempo sabiendo que lo vamos a encontrar.

En hebreos 11:6, dice que sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Como leemos, para acercarnos al Señor, más que cualquier otra cosa, necesitamos fe. No se requiere ser santos porque en ese caso ninguno de nosotros podría acercarse a Él.

El evangelista Lucas, en el capítulo 9:1-11, cuenta la historia de un hombre llamado Zaqueo que vivía en Jericó, era publicano, recaudador de impuestos, muy rico y por tanto odiado por los israelitas. Cuando Jesús llega a Jericó, la multitud se aglomeró para tenerlo cerca, como quiera que Zaqueo era bajo de estatura se subió a una especie de higuera para poder verlo; Jesús, al darse cuenta le dijo que bajara pronto porque ese día se quedaría en su casa.

El pueblo murmuró que Jesús se hospedara bajo la morada de un pecador, sin embargo, Zaqueo replica que daría a los pobres la mitad de lo que tiene y que si había defraudado a alguien se lo devolvería cuatro veces, a lo que Jesús declaró que la salvación había llegado a su casa.

Así como a Jesús no le importó la opinión que el pueblo tuviera de Zaqueo, tampoco le importa lo que los demás digan de nosotros o lo que nosotros digamos de los demás. Jesús no rechaza a nadie, aun siendo pecadores, podemos acercarnos con confianza, ya que Él no nos condena, más bien, como lo hizo con aquel recaudador de impuestos, nos ama, nos bendice, nos perdona, nos renueva y nos salva.

De esta historia aprendemos, en primer lugar, que estar cerca de Dios no es igual a tener una relación con Él, en segundo lugar, que nadie somos para criticar la relación que tienen los demás con Dios a partir de quienes son o las cosas que hacen, pecadores somos todos y ninguno tiene la autoridad moral para señalar a otros; en tercer lugar, todos podemos acercarnos a Dios, tal como lo hicieron los israelitas y Zaqueo, pero solo será perdonado, restaurado y salvado, aquel que tenga fe y confianza en Dios y no se pierda su bendición por estar murmurando de aquellos igual de pecadores a él.

Jennifer Caicedo

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