El poder usurpado
Advertimos en esta tribuna, a propósito del proceso electoral venezolano del 28 de julio, que el Dictador Maduro haría lo increíble, es decir hasta lo imposible, por quedarse en Miraflores. Y sucedió, se quedó a pesar de todas las evidencias de fraude y la presión de la oposición. La cosa podía imaginarse anticipadamente por un hecho sencillo: alguien que se encuentra en el poder y lo ejerce de manera arbitraria y autoritaria, acaso en la cercanía de ser absoluta, vive aterrado de la sola posibilidad de dejar el poder porque sabe que el país le tomará cuentas y en ello no es esperable que le vaya bien. Querrá permanecer en el poder, no para llevar el país a los niveles de grandeza su pueblo merece, sino para satisfacer su vanidad personal y su insaciable codicia. El fallecido Hugo Chávez sabía de sobra que para hacer lo que quería necesitada de mucho más tiempo del que le permitía el período constitucional, de allí los ajustes institucionales que alcanzó a realizar para poder permanecer. Maduro encontró el camino abierto para gobernar hasta cuando le dé la gana, porque no resulta atractivo enfrentarse a la posibilidad de terminar en la cárcel como el más grande traidor de la patria y violador de los Derechos Humanos, o tal vez expatriado y obligado a ocultarse en alguna guarida, aislado y en soledad, y en todo caso privado de todo derecho de retorno a su propia Nación, como le ha sucedido en efecto a no pocos personajes latinoamericanos que se han atrevido a transitar la ruta de la Dictadura. De ese tipo de sátrapas no ha podido librarse el mundo.
Venezuela, ante estos hechos y como demostración de integridad civil y coraje, se lanzó a las calles para reclamar su derecho a elegir en Democracia, pero no sólo esto sino para dignificar de manera visible e incuestionable el papel inspirador de María Corina al frente de la oposición. Es tan potente esta expresión civil, que a Maduro no le ha quedado más remedio que acudir a la protección de la Fuerzas Armadas para sostenerse en un estado de dudosa legitimidad que está fundado en un resultado cuya limpieza que no va a poder probar, según son enormes las evidencias de fraude.
El problema aquí está centrado en la forma como un bandido se pasa por la faja la voluntad del pueblo haciendo uso amañado de la Constitución y la Ley. Sucede cuando éstas han sido adulteradas y manipuladas a conveniencia del Dictador para que el despojo sea posible cada vez que haya elecciones, lo cual da lugar una clara usurpación del poder por una vía que obviamente no es democrática. ¿Son los países tan vulnerables que alguien con suficiente ego e influencia es capaz de voltear todo a su favor? No, no lo son, sin embargo, los casos presentes de Venezuela y Nicaragua dejan mucho para pensar, porque allí se están legitimando poderes autoritarios y dictatoriales por intermedio de elecciones aparentemente limpias y democráticas. Esa sola realidad puede llevar el continente entero a un estado de irrealidad política que puede conducir a un desastre que se vería reflejado en la pérdida de confianza en el Estado y en los buenos líderes políticos que aún quedan.
Y todo para finalmente no hacer nada, porque los logros de desarrollo del país y bienestar para sus gentes no se ven por ninguna parte. Muy al contrario, la hegemonía chavista pasará a la historia como la causante de la más gigantesca diáspora de nacionales venezolanos y extranjeros en buena hora radicados en Venezuela. [i]
¿Y la sociedad no puede hacer nada? Al final del día el poder está en los pueblos y queda entre sus prerrogativas principales el ejercicio de una acción colectiva que permita recuperar la estabilidad y la dignidad de la política para preservar la pureza del poder. Suena retórico, quizás, pero es una tarea en la que la Sociedad no puede ceder espacio. “We the people”, como se postula en la Constitución de los Estados Unidos; “El Pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano (…)”[ii]; “El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios (…)” [iii] Es de esta forma como las sociedades han de reclamar el poder que les corresponde, en oposición, resistencia y contradicción frente a cualquier intento de usurpar el poder legítimo de los pueblos, como sucedió en décadas anteriores en Panamá, en Argentina y Chile, en donde el poder fue tomado por las armas y en plena contradicción con la voluntad popular.
¿No hacer nada?
No podemos ignorar que el Pacto Histórico acaricia con ternura la idea de seguir la ruta de Venezuela, particularmente en ese anhelo de permanecer en el poder. La Senadora Zuleta no se priva de la oportunidad de invitar a la reelección de Petro, no porque esté haciendo una tarea excepcional como Jefe de Estado, conduciendo el país hacia sus mejores destinos, sino porque a toda esa pléyade de adeptos les interesa que “el hombre” se mantenga en el solio para que todos ellos puedan seguir de fiesta. No lo declaran abiertamente, por supuesto, porque la locura del poder no les alcanza para tanto, pero se siente en el ambiente la turbia intención de manipular las cosas con tal de permanecer en el poder. Nada verían con mejores ojos que una hegemonía progresista –que no necesariamente socialista- liderada por Petro. Menos mal el Presidente ha tenido que ocupar su tiempo en enfrentar otro tipo de desafíos políticos internos que le han mantenido alejado de aquel manido sueño de “convocar el poder constituyente” para quién sabe qué sarta de propósitos oscuros. Desafortunadamente el extinto Coronel Chávez y su pupilo Maduro han sido y seguirán siendo referentes políticos muy atractivos para caudillos ególatras, de allí que su influencia sea tan peligrosa en momentos en los que el Gobierno está perdiendo el control y puede comenzar a hacer locuras.
La diferencia afortunada está en que ni las instituciones de los poderes Legislativo y Judicial ni las entidades de control le caminan genuflexas, como sí pasa en Venezuela; tampoco las Fuerzas Armadas, por tanto, el Presidente sabe que no tiene a la mano ninguna posibilidad de manipular la Constitución, y que tampoco tiene poder sobre el aparato Electoral que lo legitimaría si llegara a darse el caso, al mejor ejemplo de lo que se vio en Venezuela. Aun así, tenemos que advertir que aún hace falta una completa aclaración de los verdaderos alcances y poderes del famoso algoritmo que se aplicó en los comicios del 2022 dizque para “proteger los votos” del Pacto Histórico. Esa deuda sigue en pie.
Para el tropel de seguidores incondicionales del Pacto Histórico no habría mejor noticia que la de encontrar una rendija por donde el intrépido líder se pudiera colar para un nuevo mandato, o una prolongación del presente, por absurda y nauseabunda que parezca la idea.
Pero supongamos que aquí las cosas son a otro precio, porque la sociedad no se lo permitiría jamás. ¿Será cierto? Si no es por los medios de comunicación, que sí son parte de la sociedad pero que no son el todo, no se diría nada con respecto a los errores que cometen los Gobiernos. Los Gobiernos tienen en los medios su principal delator, si es que cabe decir. Si no es por los gremios, que se adelantan a criticar decisiones y medidas del Gobierno que perjudican la economía y la industria, tampoco se diría nada. El aparato productivo tampoco es un ente mudo en Colombia. Si no es por los paros de los transportadores y la protesta de los gremios que se atraviesan a las medidas absurdas del Gobierno hasta que logran negociar moratorias y rebajas, tampoco se haría nada. Y si no es por el estallido social, aquel que hizo entrada triunfal en el 2019, la sociedad colombiana se hubiera olvidado que existe y que tiene una responsabilidad ineludible en cuanto a la observación, seguimiento y control de la tarea política y la gestión de Gobierno. Esa crítica objetiva y esa voz de alerta sobre lo que está bien y lo que está mal no se puede delegar en nadie, sólo la sociedad por intermedio de sus estructuras civiles, gremiales, sindicales, asociaciones y colectivos tiene el poder de hacerse oír y respetar. Nadie más tiene el mérito para hacerlo. Y está también la Academia, que, dicho sea de paso, brilla por su ausencia en el gran debate nacional. No se les escucha pronunciarse para nada. No está a disposición de la sociedad y el país su capacidad de investigación y análisis, y en todo caso, su posición de privilegio frente a las nuevas generaciones que se educan y esperan recibir orientaciones para el desempeño de sus planes de vida, lo cual deja un vacío grande en la tarea de contribuir en la vida y buen suceso de la Nación.
El punto de quiebre aquí está en si realmente la sociedad en todas sus instancias lo hace; si en realidad esa sociedad, hoy dispersa, está atenta para pronunciarse frente a los hechos que componen el día a día de la vida nacional; si en realidad esa sociedad está dispuesta a unirse en acción colectiva e intervenir en las tareas de gobierno como es su prerrogativa y su supremo deber.
Desde ahí se marcha firme hacia la observación y crítica de la tarea de Gobierno, suficiente como para decir que es un absurdo político y de estrategia geopolítica que el Gobierno Nacional apoyara la posesión de Maduro el pasado 10 de enero y le hiciera cortejo enviando al Embajador. Doble error, porque Colombia quedó entre los países que reconocen el Régimen y el Presidente comprometió la independencia del país frente a los regímenes dictatoriales y autoritarios. No puede el Jefe de Estado cometer errores de ese calibre que comprometen la postura geopolítica y la soberanía política del país. En todo caso, y no se piense que es un consuelo, fue sin duda más grave el pronunciamiento y la actitud Presidencial con respecto al ataque de Israel a la comunidad palestina en Gaza, en el marco de la guerra con Hamas, pero con una diferencia, y es que lo de Israel está allá, en Oriente Medio, y lo de Venezuela es aquí, en el “patio de al lado”, y los vecinos del continente adoptarán posiciones que pueden ser desfavorables para el país. A ello se le llama “meter la pata” en grande.
La cosa no terminó ahí, porque esta semana se metió el Presidente, otra vez, en terreno fangoso con su homólogo de los Estados Unidos, saliendo él muy mal librado como Jefe de Estado y arrastrando al país hacia una crisis de proporciones colosales y de efectos económicos y sociales no imaginables. Le asistía la razón en exigir condiciones dignas para los repatriados y en consecuencia oponerse a que fuesen tratados como presidiarios sin el lleno de unos requisitos mínimos para establecer fuera de toda duda su condición de delincuentes, así como se exigía tratamiento digno para mujeres y menores de edad. Sabemos que la desautorización de los vuelos tenía sentido en tanto no se cumpliera la condición de tratamiento digno de los deportados, pero no había razón para escalar el reclamo de forma grosera, “como en pelea de culebras”, lo cual generó en su contraparte las más arbitrarias reacciones que el país conoció a través de los medios. Por fortuna el Canciller saliente y la Canciller entrante tomaron control de asunto antes de que la situación pudiera ponerse peor, de tal forma que la bravata no pasó de 24 horas.
Parece que el Gobierno no entiende que es un absurdo administrativo estar cambiando de Ministros y hacer ajustes casi permanentes de gabinete. El ministro Murillo ya renunció y será reemplazado enseguida por Laura Saravia, quién ya probó las mieles de una crisis diplomática de alto riesgo. ¿A qué hora se hace el trazado de líneas de trabajo coherentes con la política pública? ¿Qué se espera que un Ministro aporte a la gestión de Gobierno si el Presidente no le sostiene en el cargo y le cambia de un lado a otro? No parece serio que un país complete a estas alturas del período de Gobierno la cifra de 37 Ministros y 54 Viceministros, lo cual indica que ninguno permanece más de un año en el cargo.[iv] Lo que puede pensar la sociedad es que el Presidente se equivoca permanentemente en la convocatoria y escogencia de su equipo de Gobierno, o quizás, y esto puede ser peor, que no sabe realmente lo que quiere conseguir de ellos, por eso se desencanta tan rápido y los cambia. Queda por resolver si la salida y los cambios se deben a una discusión de enfoque con el Presidente, lo cual es de por sí delicado, o si se trata simplemente de una herida en el ego del Mandatario que le induce a prescindir de su servidor, por más competente que sea. Por ese camino podría estar la explicación a la salida del Canciller Murillo.
Pero, sobre todo, no saber qué hacer con Saravia es ya un problema mayor. Es hasta ahora la Directora del DAPRE, lo cual le coloca en la posición nada despreciable de ser la #2 del Gobierno, cosa que nadie logra a la edad que ella tiene. Cambiar de posiciones de tan alto rango da a entender que el Presidente no está entendiendo el orden sistémico de su equipo de trabajo y piensa que todos pueden desempeñar cualquier responsabilidad dentro del Gabinete, lo cual es un error de enorme complejidad. Podría tratarse de una falla de Pensamiento sistémico que le impide ver las cosas de manera integral. Mientras tanto, lo que ve el país en las calles es que el Presidente mueve fichas como si estuviera en una mesa de juego. Eso solo lo hacen los directores de los equipos de fútbol cuando quieren dar sorpresas al rival, pero ¿aquí? ¿en el equipo de gobierno? Tal actitud sólo llama al desconcierto y a la desorientación, y obliga a cuestionar hacia dónde quiere el Presidente llevar el país.
Y la disputa territorial que sucede en el Catatumbo es otro asunto de orden mayor para el Jefe de Estado, en tanto persona responsable de garantizar la integridad nacional, con efecto directo en la vida de las personas. Cerca de 40.000 desplazados no es una cifra cualquiera, es una calamidad total, es una crisis humanitaria de proporciones gigantescas. El fracaso en la propuesta de “la Paz Total”, y la guerra irregular que se libra en el Cauca y el Catatumbo, en territorios que están bajo la responsabilidad del Estado y que no pueden tomarse como arena de conflicto armado entre delincuentes y terroristas, se debe a la falta de control de enorme cantidad de variables que no controla el Gobierno y que determinan la conducta de los grupos armados ilegales y la delincuencia organizada en torno al narcotráfico. Defectos de cálculo interactivo que podían ser resueltos por un buen equipo de Inteligencia Militar para formular estrategias correctas, pero no fue el caso. El resultado a la vista es una situación peor que la que se tenía cuando apenas comenzaba el Gobierno, lo cual lo deja muy mal parado frente a cualquier análisis de “seguridad nacional”.
Como resultado, se puede entender que el Gobierno haya entrado en pánico. Pánico en el sentido en que no logró lo que se había propuesto en materia de “seguridad” nacional y no hay a la vista buenas señales para controlar la situación que se presenta en el Catatumbo – y acaso en el Cauca – por la vía normal. De allí que se haya adelantado a declarar conmoción interior para poder tomar medidas extraordinarias que lleven a restaurar el orden público. ¿Será suficiente?
Pánico de tiempo, porque se ve con claridad que en el escaso año y medio que resta de Gobierno no hay mucho tiempo para reordenar las cosas y salir con un resultado digno que redima la imagen y popularidad del Presidente. En tales términos, es bastante precaria la posibilidad de “soñar siquiera” la opción de sostenerse como Partido y como movimiento de Gobierno. De muchas partes les van a sacar a gorrazos. El tiempo es un recurso escaso que se debe manejar con extrema rigurosidad, siguiendo los más estrictos principios de la Planeación por Resultados. Si el Gobierno tiene la capacidad y fortuna de hacerlo de ese modo, es posible que recomponga muchos de los temas que tiene atrasados y gane méritos en la calificación final, sólo que necesita equipos de trabajo estables y de la mejor cualificación posible.
Y Pánico por los resultados, porque es probable que tenga a estas alturas congestión de ideas y no sepa qué es lo que quiere mostrar al final del período, lo cual es demasiado grave. Se impone entonces la necesidad de recalcular todo para identificar resultados probables que permitan orientar los esfuerzos técnicos y de recursos, así como la contratación, para salir con resultados excelentes en el 2025. El jefe de Planeación será el piloto principal en esta travesía de sólo un año para salvar todo el Gobierno.
Cuando el Presidente Petro confirme en su calendario de trabajo que hacen falta apenas seis meses para finalizar su Gobierno, y que ese tiempo se irá volando mientras se vive en Colombia un nuevo proceso electoral, ojalá limpio y sin la intromisión de su software misterioso, entenderá el tremendo valor de dos cosas: i) el haber aprovechado – o acaso perdido- la oportunidad de hacer su mejor esfuerzo de gobierno hasta el 2025 y ii) el haber logrado resultados que, aun siendo ajenos a su pensamiento y su doctrina radical contra el capitalismo y la carbo-economía, pudieron ser más que beneficiosos para el país y abrieron una ruta de prosperidad y bienestar para todos.
Estaremos atentos
[i]https://respuestavenezolanos.iom.int/es/situacion-regional-migratoria-venezolana#:~:text=En%20diciembre%20de%202024%2C%20m%C3%A1s,segundo%20mayor%20desplazamiento%20del%20mundo.
[ii]Preámbulo en la Constitución Política de Colombia.
[iii] Preámbulo en la Constitución Política de la República Bolivariana de Venezuela.
[iv]https://www.larepublica.co/economia/remezon-ministerial-en-dos-anos-el-presidente-gustavo-petro-ha-tenido-37-ministros-y-54-viceministros-3899280