Doscientos trece años cumple la Heroica Cartagena de Indias de haber promulgado el Acta de Independencia Absoluta de la corona de España en aquel inolvidable día de 1811. Escribieron los patriotas de aquella efeméride, después de una larga lista de considerandos que ellos mismos reconocieron como “razones de justicia, naturales y de política”, las mismas que les dieron mérito para actuar en nombre del “buen pueblo de Cartagena de Indias” …
“Impelidos de estas razones de justicia, que solo son un débil bosquejo de nuestros sufrimientos, y de las naturales y políticas que tan imperiosamente convencen de la necesidad que tenemos de esta separación, indicada por la misma naturaleza, nosotros los representantes del buen pueblo de Cartagena de Indias, con su expreso y público conocimiento, poniendo por testigo al Señor Supremo de la rectitud de nuestros procederes, y por árbitro al mundo imparcial de la justicia de nuestra causa, declaramos solemnemente a la faz de todo el mundo , que la Provincia de Cartagena de Indias es desde hoy, de hecho y por derecho, Estado libre, soberano e independiente; que se haya absuelta de toda sumisión, vasallaje, obediencia, y de todo otro vínculo de cualquier clase y naturaleza que fuese que anteriormente la ligase con la corona y gobierno de España, y que, como tal Estado libre y absolutamente independiente, puede hacer todo lo que hacen y pueden hacer las naciones libres e independientes. Y para mayor firmeza y validez de ésta nuestra declaración, empeñamos solemnemente nuestras vidas y haciendas, jurando derramar hasta la última gota de nuestra sangre antes de faltar a tan sagrado compromiso.
Dada en el Palacio de Gobierno de Cartagena de Indias a 11 días del mes de noviembre de 1811, primero de nuestra Independencia.”
Firman: Ignacio Cavero – Presidente – Juan de Dios Amador, José María García de Toledo, Ramón Ripoll, José de Casamayor, Domingo Granados, José María del Real, Germán Gutiérrez de Piñeres, Eusebio María Canabal, José María del Castillo, Basilio de Torre, Santiago de Lecuna, José María de la Terga, Manuel Rodríguez Torices, Juan de Arias, Anselmo José de Urreta, José Fernández de Madrid y José María Benito Revollo – Secretario.[i]
Aparte de la importancia que ya tiene como hecho histórico, lo que se tramitó en Cartagena fue una verdadera declaración de libertad y autonomía que no dejó la menor duda al respecto de lo que se pretendía con relación a la corona y gobierno de España. Fue un Acto de emancipación clara e inequívocamente registrado en las cortas frases del Acta para dejar sentado que “la Provincia de Cartagena de Indias sería, a partir de esa fecha, un Estado Libre y absolutamente Independiente de cualquier relación con la corona y que, en consecuencia, haría lo que toda Nación Libre puede hacer”, comenzando por gobernarse a sí misma. Allí está el enorme valor político del Acto de Independencia, que no es otro que declarar “ante el mundo” que desaparece en el territorio de la Provincia cualquier relación de sumisión, vasallaje y obediencia a la corona. Así lo pensaron y así mismo lo suscribieron los ciudadanos que pusieron su sangre y su vida para garantizar lo dicho.
Sabemos lo que vino después, cuando el Rey Fernando VII, quien ya estaba reinstalado en el poder del imperio desde 1814, destacó un ejército en 1815 bajo el mando de Pablo Morillo, quién se hizo llamar “el Pacificador”, y habiendo sometido la ciudad a un sitio militar que se extendió por ciento dos días, que terminaron un 6 de diciembre, logró para la corona lo que se dio en llamar “la Reconquista de la Nueva Granada”. No hay que perder de vista lo que esa avanzada militar significó en términos de vidas ilustres y sacrificios de ciudadanos que se cobijaban en la bella ciudad. La pacificación tenía un costo que debían pagar “los revoltosos” y Morillo no se quedó corto en ese recaudo de vidas de hombres y mujeres que se supieron poner de pie para defender su sueño de libertad.
Para aquellos tiempos de “la pacificación” ya Bolívar estaba movilizado. La cuestión independista comenzó en Caracas en el 19 de abril de 1810 y la Declaración de Independencia se firmó el 5 de Julio de 1811. Bolívar había tenido ya un corto encuentro en Londres con Francisco de Miranda, con quien quedó sellada su coincidencia de pensamiento y la decisión de emprender la emancipación de la Nueva Granada y de Venezuela. Quizás se trazaba desde entonces el ideal del gran territorio libre de las américas que vendría a conformar la Gran Colombia. Pasó entonces Bolívar por la independiente Cartagena en 1812, procurando unir el naciente Estado Independiente a su proyecto de independencia para las américas. Los años siguientes fueron caracterizados por un arduo trabajo político en procura de este gran sueño, con nuevos encuentros entre Bolívar y Miranda, pero sobretodo soportando con paciencia y astucia política los años del régimen militar establecido por Morillo desde 1815. Así es que, apenas llegando las luces nuevas de enero de1819, se puso en marcha la campaña libertadora desde los llanos de Casanare, terminado con la victoria que conocemos en Boyacá escasos nueve meses después. La Libertad de la Nueva Granada estaba consolidada y Bolívar ya podía marchar por el resto del continente.
Los patriotas de Cartagena de Indias mantuvieron su decisión y juramento desde ese día de noviembre de 1811 y se los encontró erguidos cuando llegó Morillo en mayo de 1816 al frente de una Armada de decenas de navíos y miles de soldados. El desembarco y sitio militar hubieron de coordinarse desde las playas del vecino caserío indígena de Tolú y, una vez quebrada la resistencia, aunque no vencidos, se sometieron los independistas al juicio y ejecución que según Morillo les correspondía “por los delitos de sangre” cometidos en la “guerra a muerte” contra la corona y los representantes del Rey en los territorios de la Nueva Granada. Cartagena no se atreve a ignorar el gesto de dignidad y coraje en los hombres que soportaron el martirio como adalides de la libertad, sabiendo ellos de antemano el costo que habrían de pagar por la osadía de declararse libres y absolutamente independientes. El fervor por la Libertad les hizo fuertes para hacer frente al opresor y ofrendar sus vidas por la condición de Soberanía que juraron. ¿Saludan hoy con respeto los ciudadanos del buen pueblo de Cartagena de Indias a sus héroes de la Libertad cuando recorren presurosos cada mañana el paseo de los Mártires en el camino hacia los quehaceres del día?
Y soportó Cartagena el régimen militar establecido, tal vez inquieta pero nunca vencida, sin olvidar que ya había probado el sabor dulce de la independencia y que su destino estaba ya marcado por la certeza de la Libertad. Nunca renunció la Heroica – que así la llamamos – a la condición de ser un pueblo de hombres y mujeres libres, de tal modo que salieron muchos de ellos a buscar refugio en la lejana Provincia de Casanare para acompañar desde allí la Resistencia Neogranadina. Llegado el momento de salir a luchar por la Libertad, comenzando el año de 1819, reverdeció en la sangre de todos la semilla patriota y revolucionaria de la Libertad, sintiendo así que era menester dejarla en los campos de batalla, fuese en el mar o donde quiera que se hiciera necesario.
Cartagena le demostró al país cómo es que se lucha por un propósito sublime, como es el de la Libertad. El buen pueblo de Cartagena ofreció su vida con ese propósito. La ciudad resistió el acoso de cien días hasta su último aliento, sin que fuese vencida ni doblegada en su propósito. Vivió con Honor la represalia y el sacrificio de sus héroes. Soportó con inteligencia el régimen de opresión e ignominia y, llegado el momento del llamado por la Independencia y la Libertad, saltó a las calles y los campos con arrojo para recuperar aquello que ya había ganado y que nunca dejó de atesorar. Así dio Cartagena su sangre y su vida por el sueño supremo de la Libertad
El valor político del acto de Emancipación que el “Buen pueblo de Cartagena de Indias” reclama, en consideración de lo dicho, es de una importancia inconmensurable a los ojos de los colombianos de hoy, porque fueron ellos quienes se pusieron realmente de pie para oponerse a la autoridad del Rey y cortar de tajo cualquier relación de dependencia o sumisión, con lo cual se daba por abierta la ruta hacia la conformación de una Nación Libre e Independiente en el territorio de la Provincia de Cartagena de Indias, y acaso extender ese principio a la totalidad de la Nueva Granada. Nunca, si no es por este acto valeroso, quedó tan clara y definitiva nuestra voluntad de independencia frente al gobierno de España, así como quedó advertido a cualquier otra potencia imperial del mundo que lo que aquí se gestaba era un Estado Libre y Soberano, sin vasallajes ni sumisiones. Tomada la voz del Cabildo reunido en el Palacio de Gobierno, los representantes del pueblo actuaron en nombre y representación suya, y con su pleno conocimiento se declararon “…Estado Libre y absolutamente independiente para hacer lo que hacen las Naciones libres”, es decir gobernarse a sí mismas y establecer sus propias leyes. No se vivió el 11 de noviembre un acto de guerra ni de carácter militar, sino de completo orden civil en el que intervinieron ciudadanos que encontraron en “sus razones de justicia” el argumento necesario para unir sus voluntades de forma incondicional, para declararse en rebeldía contra el gobierno del imperio español y reclamar su Independencia y su Libertad. Se trataba de un ideal superior que recogió el sentir colectivo del sufrido pueblo de Cartagena de Indias y les llevó a tomar la decisión de extrema trascendencia que marcó el verdadero punto de partida para la conformación de la Nación Libre que hoy conocemos y de la que recibimos su amparo.
No creemos conocer mayor poder civil que la acción colectiva. Podemos citar aquí numerosos ejemplos de cómo las personas que, movidas por espíritus nobles y bien intencionados, organizadas de modo coherente y motivadas por ideales inequívocamente compartidos, pueden lograr resultados en lo social y colectivo de los que los mismos individuos pueden declararse sorprendidos. Sólo decimos que la tarea de la acción colectiva puede no tener barreras ni límites, sólo los que establezcan los propios agregados, de modo tal que basta con que la voluntad de todos y cada uno se disponga a encontrarse con los demás para buscar soluciones, tal vez inalcanzables para los individuos aislados, pero definitivamente asequibles para los colectivos que persisten en alcanzarlos. Tal es el fenómeno que permite que las sociedades organizadas, unidas y coherentes, encuentren la oportunidad de intervenir en la política y por ende acercarse a la tarea de Gobierno. ¡Así es! Muchas decisiones políticas tienen total sentido cuando benefician a las sociedades en general, antes que a unos cuantos, y tienen mucha más relevancia cuando provienen de “victorias” gestadas en acciones colectivas inspiradas en el sentir de todos.
Rodríguez Torices, Gutiérrez de Piñeres, Cavero, Amador, García de Toledo, Ripoll, de Casamayor, Granados, del Real, del Castillo, de Torre, Canabal y todos los demás que intervinieron, lograron eso: una acción colectiva que inspiró la emancipación de un pueblo y condujo de veras a la liberación de toda una Nación. Ese mérito inmenso le corresponde de primero y principalmente al BUEN PUEBLO DE CARTAGENA. Cómo hubieran gozado todos ellos, los independistas del 11 de noviembre que ofrendaron sus vidas en el cadalso, si hubieran podido llegar victoriosos con Bolívar hasta Santa Fe.
Si hay un día grande para celebrar en una fiesta nacional ¡ese es el 11 de noviembre! Si hay un día grande de fiesta para llorar nuestros héroes, nunca vencidos, ¡ese sería el 6 de diciembre! Si hay un día para una verdadera fiesta nacional, llena de alegría y alborozo, ¡ese es el 7 de agosto!!
[i] Tomado De: Roberto Arrázola Juliao. Nueva Historia de Cartagena de Indias. Ediciones TECNAR – Cartagena de Indias, (III):60-61. Marzo de 2015.