“No sabemos cómo responder a un mundo donde la información no empodera, sino que confunde; donde las redes sociales no unen, sino que polarizan; y donde la verdad importa menos que los likes”
Leer La obra “21 lecciones para el siglo XXI” escrita por el historiador Yuval Noah Harari, representa un esfuerzo por comprender los grandes desafíos contemporáneos desde diferentes perspectivas. Aunque no está centrada en el Derecho, muchas de sus lecciones tienen implicaciones directas para la teoría y práctica jurídica.
Lo que hace potente la obra no es la novedad de sus datos, sino la claridad con la que articula conexiones entre fenómenos aparentemente disímiles. El autor cuestiona ¿Qué relación existe entre Google y el nacionalismo? ¿O la inteligencia artificial con la religión? Harari evidencia que todo está interrelacionado, y que la gran pregunta del siglo XXI no es qué debemos hacer, sino quiénes queremos ser como humanidad.
En dicho escrito lanza una advertencia urgente: estamos entrando en una era donde las decisiones más importantes para nuestras vidas ya no la tomarán los humanos, sino algoritmos. En este nuevo orden, la inteligencia artificial, el cambio climático, las guerras de información y el debilitamiento de las democracias son realidades que ya nos pisan los talones. El interrogante que deberíamos plantearnos desde la esfera legal es evidente: ¿el Derecho está preparado para enfrentar el siglo XXI?
A pesar que el escritor no es abogado ni escribe desde el Derecho, sus reflexiones tienen profundas implicaciones jurídicas. Si los algoritmos que menciona tienen la capacidad de determinar a quién contratar, a quién asegurar, a quién encarcelar o incluso a quién matar, entonces los principios jurídicos fundamentales como el debido proceso, la igualdad y la dignidad humana están en riesgo.
No se trata de ciencia ficción: hoy las plataformas digitales recolectan datos sin regulación legal efectiva y los sistemas de justicia penal utilizan incluso, la inteligencia artificial para predecir comportamientos. ¿Y el Derecho? En muchos casos, llega tarde.
Uno de los puntos que más me inquietó del libro es su visión sobre la fragilidad de las democracias liberales como la colombiana. Sostiene que las narrativas que sustentan nuestros sistemas jurídicos están perdiendo credibilidad. La desinformación y la polarización están socavando la confianza en las instituciones y sin ella, no hay Estado de Derecho que se sostenga. Ya no sabemos cómo responder a un mundo donde la información no empodera, sino que confunde; donde las redes sociales no une, sino que polarizan; y donde la verdad importa menos que los likes.
Ahora bien, en su detracción al sistema educativo, subraya que lo importante ya no es saber mucho, sino pensar críticamente. Aquí el mensaje es claro para las facultades de Derecho, formar abogados que repiten códigos al pie de la letra ya no basta, necesitamos juristas que comprendan el trasfondo social de las normas, que cuestionen lo establecido y que sean capaces de anticipar dilemas que aún no aparecen en los libros de texto. Juristas con criterio, no solo con técnica.
Por tanto, el Derecho no puede seguir siendo un sistema cerrado, complaciente o indiferente, debe responder activamente a los desafíos sociales, tecnológicos y éticos del presente.
Así mismo, entender que los grandes problemas del siglo XXI -el cambio climático, las pandemias, el terrorismo, la automatización- no se resolverá desde el nacionalismo, sino desde la colaboración armónica entre los Estados.
21 lecciones para el siglo XXI no es un libro cómodo de leer. Pero en esa incomodidad está su valor. En un tiempo donde sobran opiniones, pero faltan ideas, su propuesta es simple pero poderosa: pensar con honestidad, actuar con responsabilidad y, sobre todo, no ceder el futuro sin dar la batalla del presente.
Roger Mario Romero