DESGOBIERNO DESCERTIFICADO

¡Atención, Colombia! ¡Atención, planeta Tierra! ¡Atención, Departamento de Estado de EE.UU.! Nuestro querido y siempre original gobierno acaba de recibir su más reciente galardón: la DESCERTIFICACIÓN por parte de los gringos. ¡Bravo! ¡Standing ovation con tomates podridos incluidos! Porque si hay algo que este gobierno sabe hacer mejor que nadie, es coleccionar “DES”.

¿Descertificación? ¡Qué palabra tan fea! Suena como cuando te echan del club de los buenos alumnos, pero en versión diplomática y con sanciones económicas de por medio. Pero no se preocupen, ciudadanos: esto no es un fracaso… ¡es un reajuste de expectativas!

Y hablando de “DES”, permítanme presentarles la colección completa de esta administración, que bien podría exhibirse en el Museo del Caos Moderno:

DESacierto: Desde el primer día, cada decisión parece sacada de un sorteo de malas ideas. ¿Reformar la salud SIN consenso? ¡DESacierto! ¿Cambiar el ministro cada vez que estornuda? ¡DESacierto con aderezo! ¿Negociar con grupos que ni ellos mismos saben quiénes son? ¡DESacierto en versión deluxe!

DESconsuelo: El ciudadano común, ese que paga impuestos, espera buses, y reza para que no le roben el celular, vive en un estado permanente de DESconsuelo. “¿Y ahora qué hicieron?”, se pregunta cada mañana, mientras desayuna noticias con sabor a decepción.

DESorden: No solo en las calles, también en los discursos, en las políticas, en los nombramientos. ¿Quién está a cargo de qué? Nadie lo sabe. Es como jugar “sorpresa” con el Estado: hoy eres ministro de Hacienda, mañana estás explicando por qué no sabías que el dólar subía o bajaba.

DESmanes: Aquí entran los bloqueos sin aviso, los pronunciamientos incendiarios a las 3 a.m., las declaraciones que desmienten a otras declaraciones del mismo día. ¡DESmanes con estilo! Porque si no puedes gobernar con orden, al menos hazlo con espectáculo.

DESaires: A los aliados, a la oposición, a los empresarios, a los militares, a los campesinos, a los indígenas, a los que votaron por él y a los que no. Todos han recibido su dosis de DESaire. ¡Incluso los perros del Palacio de Nariño ladran con desilusión!

DESCarado: Porque sí, hay que reconocerlo: este gobierno tiene el descaro de decir que todo va bien mientras el país arde en memes y protestas. “La economía está sólida”, dicen, mientras el peso se desploma como un político en encuesta. “La paz avanza”, aseguran, mientras los muertos por violencia no paran de aumentar. ¡DESCarado, pero con discurso!

DESconexión: Con la realidad, con los mercados, con el sentido común. Parece que gobiernan desde una nube ideológica donde los números no importan, las leyes son sugerencias y los hechos… ¡son opinables!

DESinformación: No confundir con “desinformación”. Aquí es peor: es DESinformación oficial. Anuncian cosas que no existen, desmienten cosas que sí pasaron, y luego culpan a los medios… ¡que son los únicos que aún intentan entender qué rayos está pasando!

DESesperanza: El regalo final. Ese sentimiento que se cuela en el alma del ciudadano cuando ve cómo, en lugar de soluciones, llegan más problemas envueltos en burocracia y buenas intenciones.

¿Y qué sigue? Pues según fuentes (muy) cercanas al gobierno, ya están preparando la DESertificación (porque al paso que vamos, hasta el desierto se va a cansar de nosotros) y la DESaparición (de la confianza, de la calma). Pero no todo es malo. ¡Tenemos récords! Somos el primer gobierno del siglo xxi en lograr que EE.UU. nos descertifique. ¡Eso es talento! Así que, mientras esperamos la próxima “DES”, recuerden: en tiempos de DESgobernanza, lo único que no se descertifica… es el humor.

 

Arcesio Romero Pérez

Escritor afrocaribeño

Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI

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Un comentario de “DESGOBIERNO DESCERTIFICADO

  1. abel enrique sinning castañeda dice:

    El ocaso del progresismo: la fiesta se acabó

    Durante años, el progresismo internacional se presentó como la gran alternativa moral y política frente al capitalismo liberal y a las derechas democráticas. Bajo discursos de inclusión, paz y justicia social, conquistó gobiernos y organismos multilaterales. Pero hoy, el espejismo se desmorona: la ONU pierde legitimidad, y líderes como Lula, Maduro, Petro y Sánchez muestran un desgaste evidente. La fiesta terminó, y lo que queda es un rastro de crisis, desconfianza e incapacidad.

    La ONU, vacía de autoridad

    El presidente Trump lo resumió con una claridad demoledora: la ONU se dedica a emitir cartas y declaraciones vacías mientras los conflictos reales se multiplican. La invasión rusa a Ucrania, la guerra en Medio Oriente y la expansión del narcotráfico han mostrado a un organismo paralizado, más preocupado en sostener agendas ideológicas que en cumplir su mandato de garantizar paz y seguridad internacional. El progresismo global había depositado en la ONU su legitimidad, pero hoy esa legitimidad se evapora.

    Lula: el gigante cansado

    En Brasil, Lula prometió ser la voz de los pobres y el líder de un nuevo Sur Global. Sin embargo, su gobierno naufraga entre escándalos de corrupción, una economía estancada y el descrédito internacional. Mientras Brasil necesita soluciones, Lula invierte capital político en defender a Maduro o en intentar reposicionar un Mercosur irrelevante. El progresismo latinoamericano ya no encuentra en él el faro que soñaba.

    Maduro: el narco-régimen desenmascarado

    En Venezuela, Maduro se sostiene en el poder con represión, alianzas criminales y la exportación de cocaína a gran escala. Su carta a Trump, filtrada recientemente, además de ridícula, expone su precariedad: acusa incluso a su supuesto aliado Petro de estar detrás de la producción y exportación de droga. El progresismo internacional, que alguna vez lo justificó, hoy lo observa con incomodidad, pero sin capacidad de romper definitivamente con él.

    Petro: el fracaso colombiano

    Colombia, bajo Petro, vive una crisis institucional y de seguridad que confirma los peores temores. La llamada “paz total” se ha convertido en un festín de impunidad para narcotraficantes y terroristas. La corrupción toca incluso a su familia, y el país ha sido formalmente descertificado en la lucha antidrogas por Estados Unidos. Un gobierno que prometió justicia social solo ha dejado hambre, división y violencia.

    Sánchez: el progresismo de alquiler

    En España, Pedro Sánchez es la versión europea de este progresismo desgastado: pactos con independentistas, sometimiento a la ideología de género y un manejo político centrado en la supervivencia personal más que en el futuro de la nación. Su modelo se sostiene en la propaganda, pero no resiste el contraste con los problemas reales de los españoles: inflación, desempleo juvenil y fractura institucional.

    El final de un ciclo

    El progresismo global está en retirada. Su narrativa de “esperanza” se agotó, su capacidad de gestión fracasó y su credibilidad internacional se desploma. Lo que se presenta en todos estos países y organismos no es una conspiración externa, sino el resultado de su propia incoherencia: corrupción, narcotráfico, autoritarismo, impunidad y promesas incumplidas.

    La fiesta se acabó. La ciudadanía, cada vez más consciente, exige resultados, seguridad y respeto por la ley. Frente al vacío del progresismo, resurgen fuerzas de centro y derecha que ofrecen orden, libertad y futuro.

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