DESVENTURAS, UN LIBRO PARA SABOREAR Y RECORDAR

Los miembros de una familia guajira hacen su entrada a una de las grandes y modernas ciudades del Caribe colombiano y entonces los sorprende el gigantesco cartel que sobresale en medio de los edificios repletos de personas y el bullicio de los automóviles y los buses de transporte urbano que van y vienen como las olas del mar en una llevando a las personas con sus angustias y sus prisas de un lugar a otro. 

Josema escruta el rostro coloreado por una mancha color oporto de su hermano Aristarco y éste le hace un gesto de resignación similar a un “te lo dije”. Los dos huyen de sus perseguidores quienes los buscan para asesinarlos y cobrarles por una muerte de la cual son presuntos culpables.

El bus en el que se transportan sigue su marcha lenta pero continua y el cartel ha quedado atrás, pero el mensaje se ha grabado en sus memorias y permanecerá allí por mucho tiempo:

“Matar un guajiro es hacer patria”

La anterior es una de las múltiples escenas del libro “Desventuras”, escrita por Arcesio Romero para narrar la vida de “Josema”, un muchacho nacido en el corregimiento de Oreganal, cercano a Barrancas.

Desde su más tierna edad transita por los vericuetos de la ansiedad, salta por encima de las vallas de las dificultades, se embarca en la montaña rusa de los instintos descontrolados y, gracias a su astucia, encuentra siempre una rendija por donde escapar a las consecuencias de su habitual conducta bipolar que o lleva a transitar con igual desenfado por los senderos tapizados de flores del bien y por los agrietados laberintos del mal.

Desventuras aborda todos o mejor casi todos (para no exagerar) los aspectos de la vida de cualquier aldea del Caribe colombiano en donde la región y hasta el mundo son dibujados como un barrio en donde sus personajes tienen una cercanía estrecha y gracias a ella se abrigan bajo el mismo manto de la amistad o se pelean como las comadres de la cuadra cuando uno de los muchachos patea el balón y hace añicos los vidrios de una ventana recién instalada. De esta manera por sus 576 páginas desfilan las virtuosas costumbres pueblerinas, la figura semioculta del “concertado” muy similar a la del criado o la criada por medio de la cual una familia pobre le transfería un hijo o una hija a una familia rica para que ésta le brindara protección y educación a cambio de realizar labores domésticas. Nacen relaciones muy particulares entre la familia y el joven a quien consideran como una especie de hijo, pero de segunda categoría.

Otros aspectos  mencionados son el camino verde (la trocha por donde eran trasladados los migrantes ilegales colombianos a Venezuela), la bonanza marimbera de los pueblos y veredas de La Guajira, la bonanza comercial de Maicao, todos los trabajos derivados del tráfico de viajeros a través de los enmarañados caminos de la frontera ( reclutadores, trocheros, conductores, uniformados de la Guardia), las riñas de billares y cantinas, la trashumancia, la esclavitud sexual disfrazada, el chisme, el bochinche, la religiosidad extrema, la brujería…

Todo se inició un dos en Oreganal, ese pueblo circundado por el aroma de café recién bajado del fogón de leña, un 2 de febrero de 1953, día de la virgen de la Candelaria, cuando nació un niño en el hogar de Aarón y Dolores.   Al momento de llevarlo a la iglesia para ser bautizado el cura se negó a aceptar que su nombre fuera Candelario, como sus padres deseaban, en respeto al santoral católico y se mantuvo intransigente en su negativa por una razón tan fuerte como dolorosa: el niño no había nacido en un matrimonio legalmente constituido ante la iglesia, en otras palabras, era un hijo bastardo y eso le negaba el derecho a llevar el nombre de una santa así fuera en la versión masculinizada de Candelario.  

Al fin la familia se decide por el nombre de José María y la costumbre comarcal de apocoparlo todo hace el resto: el nuevo ciudadano será José María sólo para efectos legales, pero en el vecindario y la familia será conocido con el mote de “Josema”, producto de la contracción de sus dos nombres.

A lo largo de la vida el autor enfrenta a Josema con tres situaciones bien definidas, las cuales describimos a continuación:

  1. El protagonista caminará pegado a la delgada e invisible línea de separación que existe entre las regiones resplandecientes del bien y los oscuros parajes del mal.  En algunas ocasiones prestará servicios generosos al prójimo y en otras se verá involucrados en turbios negocios y acontecimientos.
  2. Tendrá sus golpes de suerte y disfrutará de días tranquilos y aún de increíbles golpes de suerte pero, enseguida se verá enfrentado a la tristeza, a la desgracia…en fin a las desventuras, de las cuales se sobrepondrá para vivir una nueva primavera la cual será seguida por un infortunio aún más terrible que los anteriores y así sucesivamente.
  3. Los números primos hacen presencia a lo largo de toda la obra y saltan de donde menos se les espera embarcados en un sueño revelador o pegados al empaque de algún episodio inesperado o en la extraña sucesión de cada uno de los capítulos.
  4. “Desventuras” es un libro voluminoso en páginas y también en escenas bien perfiladas para que el lector penetre por la puerta de sus laberintos y no pueda salir de ellos ni siquiera cuando termine de leer la última de sus páginas. Es, en resumen, un libro de literatura adictiva pasa saborear y recordar.

 

Recomendado para el fin de semana o para sus próximas vacaciones.

 

Alejandro Rutto

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