Es domingo el reloj marca las 10:00 de la mañana, observo dos agentes de la policía frente al CAI que dialogan entretenidos al pasar por su lado, mi dueño los saluda con un fuerte golpe a mi pito a manera amigable, pero los agentes ni nos miran.
Unos metros más adelante me detengo frente a la de belleza, veo como la soledad del domingo deja al descubierto toda la basura y la fealdad del bulevar, el kiosquito de Amira y de Mauricio está cerrado, la panadería también ¿dice mi conductor en voz alta como hablando solo conmigo, los andenes hoy están solos, que bien quedaría aquí una zona de parqueo para las motocicletas como yo, pero donde se pondrán las salchipapas y los chorizos con el anafe de su vendedor y donde se ubicaría las pizza con su tanque de gas propano. Ah y las ollas y la mesa del restaurante cerca a la sala de belleza y de que vivirían sus vendedoras.
Las calles, las cercas y las calzadas son mis favoritas en mi oficio como medio de transporte, aunque ya no puedo llegar tan rápido a mis diligencias porque podría chocar con mis colegas ahora con unos bonitos carruajes, necesitan más espacio que yo.
En este instante me siento cansada, escucho a mi dueño que ice ¡ay! Hoy tengo que cambiarle el aceite, revisar las luces, los frenos, aunque yo no estoy tan joven, padezco achaques propios de mi edad, por lo que él tiene que tolerarme con paciencia, mi corazón no ha soportado muy bien el cambio de los amortiguadores, es una necesidad dado que las calles sanjuaneras acabaron hace rato con estos órganos. Hay algunas calles a las cuales les tengo pánico, por ejemplo, los huecos que están cerca de la glorieta en la salida para Fonseca me obligan a frenar para no tumbar a mis pasajeros, le tengo dicho a mi dueño que no me pase por la calle 6ª donde está la fiscalía, frente a Miguel Gámez, allí no solo hay un hueco, sino una batea, lo mismo por la calle del Autoservicio, además allí se parquean los carros que van para los Pondores, Cañaverales, Corralejas y los taxis de lado a lado, los conductores le recuerdan la madre a mi propietario cada vez que pasamos por ese sector, ellos no entienden que si pasamos por allí no es por gusto, sino por física necesidad, últimamente hablan mucho de nosotros de las motocicletas, en el caso de los moto taxistas por lo de los parrilleros, la verdad es que el pueblo se ha invadido por nosotros, como dirían los economistas, es que es más fácil adquirir una moto que adquirir un carro, hasta con $50.000 de cuota inicial nos entregan para movilizarnos, somos ágiles y económicas, pues una tanqueada de gasolina de $4.000 alcanza para toda la semana. No es justo que nos satanicen, nos achacan todos los atracos, secuestros, asesinatos, estos homicidios se los acomodan a los conductores malintencionados, aunque la prohibición de los parrilleros hombres en algunas ciudades, a mí me gusta porque yo sentía pena cada vez que usted lleva a alguien, no solo por el peso que me toca, sino por la pena que me causa escuchar como se quejan ¡a huy! Como se sienten aquí los parches, los huecos, pobre mis riñones, cada vez que se suben le dicen ¡oye aquí se siente el verdadero estado de las calles!
Recuerdo un día que subíamos por la carretera, cuando un bus con su enorme ruido la acosaba para que se quitara de la vía, pareciendo decirle que desapareciera de la faz de la tierra y que nosotros no nos quitábamos por un lado de la franja cerca de la cerca, entonces el enfurecía más.
Lo peor es que quizás no nos atacan en su mayoría los vehículos de transporte público, sino los privados llamados particulares. Mientras dialogábamos esto, mi dueño observó unos metros más adelante el tono que de advertencia, vimos por el retrovisor de la derecha una enorme camioneta plateada de vidrios polarizados ¡qué querrá? Volvió a pitar, esta vez con tanta impaciencia al preguntarle ¿qué es los que pasa? El vidrio bajó con fluidez eléctrica, se asoma una mujer espectacular tras sus gafas caras, tal vez más que mis amortiguadores, dijo: ¡Ay! Disculpa, es que me da miedo golpearlo porque voy de afán y te veo tan cerquita que me causa impresión. No, tranquila, contestó mi dueño. Algunos conductores piensan que solo ellos caben en la vía.
Al perder de vista a la lujosa camioneta, mi dueño retoma la conversación y me dice en un tono bajo y con un fajo de tristeza. “El próximo año tengo un recibo más que cancelar, tengo que hacer como cuando recibo el sueldo hago varias paquitas, debo pensar en el transporte escolar de mi hijo, puesto que no se puede movilizar de parrillero, además el pico y placa me lo dejaría sin clases 3 veces al mes.
Amiga, me dice mi dueño ¿tú sabes cuántos años llevas conmigo? Todavía recuerdo cuando me enteré que en la Caja Agraria te estaban entregando para pagar por cuotas ¡uy! dije, yo voy a sacar la mía, estoy cansado de andar a pie, para eso trabajo, la voy a sacar de color rojo y blanco. Ya cuantas veces te he cambiado los riñones, digo los amortiguadores, es que con estas calles donde la gente rompe el pavimento para hacer el cambio de las acometidas y los dejan así o lo que es peor aún, le echan más arena que cemento y así se quedan y quienes sufrimos somos nosotras las pobres motocicletas. Ese domingo me sentí tan solo que me parqueé debajo de un árbol en la Plaza Bolívar, el cual parecía un cementerio con su soledad, porque ni los soldados estaban ya. Me decidí seguir conversando con mi compañera fiel, mi vieja motocicleta. Mi único patrimonio: le dije, te acuerdas amiga fiel, aquel día que no teníamos ni un peso, ni como ganármelo, cuando escuchamos en una de las emisoras, que en una empresa necesitaban vendedores con moto. E lavé con Fab para que parecieras nueva y nos fuimos a presentarnos, luego de hablar largo rato con el jefe de ventas, llegamos a un acuerdo, que yo ganaría un porcentaje con mi moto por ventas, salimos felices de la oficina para ir a contarle a mi mujer, que teníamos trabajo gracias a ti mi fiel amiga. Pero fuimos tan de malas que cuando intentaba prenderte, dándote y dándote, te di incluso un punta pie de rabia contigo porque a veces te pegaís unas enchoyás… cuando estás en esas, yo sudado más que albañil pegando ladrillo a las 12 del mediodía. Salió la jefe de ventas y me encontró, cuando te llevaba de la mano y me dijo: oiga y si a usted le toca llevar un pedido a los barrios de las tunas, por ejemplo ¿a qué horas tendría que levantarse? Lo siento, olvidé lo que hablamos, cuando compré una mejor moto volveremos a hablar.
Hoy estoy es recordando lo que hemos vivido, dijo mi dueño acariciando mi vieja silla, como queriéndome agradecer tantos años juntos. Compañera, te acuerdas un día que te fui a tanquear con los únicos $1.000 pesitos, allí estaba un muchachito como de 7 u 8 años con un celular en la mano, en el cual estaba sonando el tema Mujer conforme de Máximo Móvil. Tú sabes amiga mía que esa canción me llega al alma y le dijo al muchachito: porque no me pone a sonar esa canción en el celular, él me dijo, usted está loco, su celular no sirve para eso, pero qi quiere le cambio el mío por esa moto viejita que parece na bicicleta y esa si la puedo manejar yo. ¿Te dio rabia, verdad amiga? Hasta me pareció que te moviste para un lado.
Vee amiga, te acordai el otro día cuando el señor Humberto Hernández, más conocido como el sabroso se encontró con el alcalde y le dijo: porqué no había arrancao con lo que prometió en campaña y cuando él alcalde se acercó para explicarle, Sabroso le dijo, el muy atrevío, que su administración estaba igual que la moto de Mane Manjarrez que no quería arrancá. El alcalde le preguntó a Sabroso ¿y cómo está la moto de mane? Y le dijo Sabroso: Nada, que solo hace RUN, RUN, RUN, RUN y nada que arranca para que llegue la prosperidad, como quiere la comunidad.
Bueno amiga, espero que este diálogo contigo, mi vieja motrocicleta le aporte algo a los mototaxistas. Tan atacados en los últimos días, aunque se avecinan buenas noticias para nuestro departamento y nuestro municipio, mejor nos vamos pa la casa a ver que encontramos, después seguimos dialogando.
Ana Cecilia Fuentes