“Disfrute donde está camino a donde va”, es uno de los libros más edificantes que me he leído, su autora, Joyce Meyer, lleva al lector a responderse esas preguntas que nos hemos hecho alguna vez: ¿Se puede disfrutar cada día de la vida? ¿Se encuentra la felicidad solo cuando conseguimos lo que queremos?
La respuesta a la primera pregunta es un sí, la respuesta a la segunda pregunta es un no. Todos estamos esperando algo, ya sea conseguir un empleo, tener casa propia, tener auto propio, vivir en el extranjero, contraer matrimonio, tener hijos, recuperarnos de alguna enfermedad, salir de un problema judicial, que la empresa crezca, etc., sean cuales sean nuestros anhelos a corto, mediano o largo plazo, sea que se trate de nosotros o de alguien más, los seres humanos siempre estamos a la espera de que algo suceda o se detenga y ojalá de manera pronta.
En Proverbios 14:29, se nos enseña que, quien es paciente muestra gran discernimiento; mientras que el que es agresivo muestra mucha insensatez, por eso muchas veces cometemos errores tratando de que las cosas pasen, y otras veces pagamos el precio de nuestras equivocaciones tratando de detener el curso normal de las cosas.
Dice en Romanos 8:25 que, si deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y confianza. Se nos pide paciencia porque posiblemente Dios lleve a cabo sus planes y/o nos conceda las peticiones de nuestro corazón en más tiempo del que nos gustaría; ser impacientes, procurar acelerar o atrasar sus tiempos, es una evidencia que no estamos confiando plenamente en su amor y poder, sobre todo en su sabiduría, desconociendo que Él sabe más que nosotros lo que realmente nos conviene y cuál es el momento preciso para tenerlo, no concebimos que hay cosas que por muy buenas que parezcan, que por mucho que las queramos, terminarían por hacernos un mal.
Hay personas que, aunque creen en su corazón que Dios ha de cumplir sus promesas, también creen que es posible que Él tarde. Si bien es cierto que la fe es la certeza de lo que se espera, así no se vea, no es menos cierto que no es que Dios tarde, lo que sucede y necesitamos comprender es que sus tiempos no son los nuestros.
El saber esperar va más allá de solo tener paciencia, enfocarnos en el fin de lo que esperamos impide disfrutar el camino que recorremos, incluso es posible despertar celos y envidias por aquellos que han conseguido las cosas que nosotros no hemos conseguido aún y que solo Dios sabe si las habremos de conseguir, por eso, más bien guarda silencio ante Él, espera en Él con paciencia, así no te irritarás ante el éxito de otros, pues todo bajo el cielo tiene su tiempo, todo tiene su hora; porque bueno es Jehová a los que en Él esperan (Lamentaciones 3:25), porque los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán (Isaías 40:31).
Cuando Dios prometió a Abram un hijo, su esposa Sarai, al ver que no quedaba en cinta, le dijo a Abram que se acostara con su esclava Agar, toda vez que, por las costumbres de aquel tiempo, el hijo de Agar con Abram pasaría a ser hijo de Sarai; con ello Sarai pretendió acelerar la promesa de Dios, tomando la situación bajo su control, en efecto, Agar tuvo un hijo llamado Ismael, sin embargo, este no era el hijo de la promesa. ¿Consiguió Sarai la felicidad luego de obtener lo que quería? NO, porque incluso el mismo afán puede hacernos creer que queremos algo, cuando realmente no lo queremos y termina por quitarnos la paz.
La falta de esperar el tiempo perfecto de Dios, hizo que Agar se burlara de su señora y Sarai la tratara con desprecio y la expulsara de la casa; pese a que con los años llegó Isaac, el hijo de la promesa, Sarai sufrió las consecuencias de no haber esperado en Dios, consecuencias que han heredado los descendientes de su hijo Isaac y que se reflejan en la enemistad que vemos hoy en día desde aquel tiempo, entre judíos y los descendientes de Ismael, los árabes.
Con la anterior historia, nos damos cuenta que nos evitaríamos muchos sufrimientos si esperamos con paciencia. Para qué vivir las consecuencias que trae el afán si DIOS NO TIENE PRISA, Él sabe cuándo concederte lo que tanto aguardas, no te frustres buscando entender por qué dice que no o por qué aparentemente se tarda en concederte algunas peticiones, pues lo que hoy no entiendes, lo entenderás después, así que disfruta donde estás, camino a dónde vas.
Katherine vivía enamorada de su novio Mario, un hombre mujeriego que la engañaba con toda la que podía, además la maltrataba física y psicológicamente. Katherine creía que siendo buena y teniendo paciencia conseguiría un cambio hasta finalmente casarse con él. Ella no entendía que una cosa es tener paciencia y otra permitir que jugaran con sus sentimientos y su dignidad. Finalmente se dio por vencida y decidió terminar la tormentosa relación, oraba a Dios sin entender por qué Mario nunca cambió, por qué nunca llegó a ser su esposo. Hoy Mario tiene 3 hijos con 3 mujeres diferentes, aunque convive con una de ellas, Mario sigue siendo el mismo mujeriego. Hace 20 años, Katherine no comprendía por qué Dios no le concedió su deseo de un “para siempre” con un Mario transformado, pero hoy, al saber del sufrimiento de esas tres madres, de esos tres hijos y de las muchas otras mujeres a las que posiblemente les promete amor, la hace entender lo que antes no entendía y agradecer no ser una de esas tres mujeres, porque ella no sabía quién sería Mario 20 años después, pero Dios sí. (La historia contada es real, los nombres fueron cambiados para proteger la intimidad de los protagonistas).
Oración: Señor, me he pasado la vida afanado (a) por conseguir todo lo que quiero y evitar todo lo que no quiero que pase, hoy entiendo que le basta a cada día su propio afán y que todo debajo del cielo tiene su tiempo y su hora. Me despojo de toda prisa y descanso en tu voluntad, sé que debo esforzarme por conseguir lo que sueño, pero también sé que nada se escapa de tus manos, que tú tienes el control de todo y sabrás cuando es el momento adecuado para tener lo que anhelo. Ayúdame a aceptar que hay cosas a las que me dirás que no, ya sea porque no es el tiempo o porque no me convienen. Me libero de la carga de hacer las cosas a mí manera y también me libero de la angustia que produce el querer entenderlo todo. Sé que toda obra para bien y que en tus manos están mis tiempos y mis sueños. Enséñame a disfrutar del camino mientras llego a donde tú quieres que llegue. Amén
JENNIFER CAICEDO