“Y Dios, fuente de todo bien, que los ha llamado a ustedes a compartir con Cristo su gloria eterna, después de estos breves padecimientos, los restablecerá, los confirmará, los fortalecerá y los colocará sobre una base inconmovible. Suyo es el poder para siempre. Amén.” 1 PEDRO 5:10-11 BHTI
El hombre, por naturaleza busca su bienestar y felicidad. Generalmente intenta alcanzar esa plenitud a través de personas, cosas, lugares, pero casi nunca en Dios. Sin embargo, esta palabra nos enseña que Dios es la fuente de todo el bien que podamos desear o necesitar. Entonces ¿por qué seguimos buscando en otros lugares?
La respuesta es simple: las cosas externas parecen ofrecer una satisfacción más inmediata y palpable que lo que creemos que Dios puede darnos. Nada más alejado de la realidad.
Hemos fundamentado nuestro bienestar en lo momentáneo porque, de alguna manera, seguimos viviendo en esclavitud. Sutilmente, nos hemos hecho esclavos del dinero, del poder, de las relaciones, del trabajo, del éxito personal, de las adicciones, etc.
No obstante, la palabra declara: “conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). Aun así, no experimentamos esa libertad o plenitud, porque, aunque leemos la biblia, memorizamos los versículos, realmente la verdad de Dios no ha sido revelada a nuestros corazones. A pesar de ir a la iglesia, orar y ayunar, seguimos sin comprender que Dios es la fuente de todo bien y que por su gracia nos lo otorga.
Entonces, la búsqueda de la felicidad se convierte en un camino interminable…hasta que finalmente comprendemos que el «bien» que anhelamos solo podemos encontrarlo en Dios.
Él es la fuente real de nuestra plenitud y felicidad. Pero para que esta verdad transforme nuestra vida, necesitamos ser convencidos por el Espíritu Santo. Necesitamos vivir en la verdad revelada de Dios para vivir en total libertad y plenitud.
El bien de Dios es la perfección de su naturaleza, manifiesta en su plan redentor a través de Cristo. Su bondad es nuestra verdad irrefutable, es lo que nos consuela, fortalece y fundamenta nuestra fe, lo que nos permite confiar en Él, aún en medio de la adversidad.
Por eso su la Biblia dice: “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman”. Romanos 8:28.
Dios es el bien superior. Es la fuente y el sustentador de todo. Jesús lo reconoció en todo momento. Incluso ante el joven rico expresó: “Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios” Marcos 10:18. Y también dice en Santiago 1:17 “Todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo.”
Todo lo que Dios quiera darnos es bueno. Por esta razón, debemos considerar a Dios como nuestro tesoro incomparable, nuestro mayor deleite y lo más preciado de nuestra alma.
En este sentido, muchas veces decimos y hasta pensamos que “Dios es bueno”, pero solo, cuando experimentamos cosas que nos causan satisfacción: un ascenso laboral, el nacimiento de un hijo, la sanidad de una enfermedad, la compra de una casa, un carro o recibir una herencia inesperada, etc. Aunque reconocemos su bondad, con frecuencia olvidamos que Dios mismo es nuestro mayor bien. Por eso no lo anhelamos como la única fuente de nuestro bienestar y seguimos buscando llenar nuestros vacíos fuera de él.
Dios es el mayor bien del hombre, y, por lo tanto, su verdadero bienestar, gozo y plenitud. Fuimos creados para glorificar su nombre y encontrar en El nuestro deleite. Porque, solo Él es capaz de llenar la insatisfacción de nuestra alma. La verdad, aunque no queramos aceptarla es que: nada ni nadie puede darnos lo que solo Dios tiene reservado para nosotros.
Por lo anterior, todo aquello que atesoramos fuera de Dios, debemos rendirlo a Él.
El apóstol Pablo lo comprendió así, por esto expresó: “He aprendido a vivir cualquiera que sea mi situación”. Filipenses 4:11-12. Aun estando preso, su alma, mente y corazón eran libres. Su plenitud y satisfacción no provenían de lo externo, sino de Dios mismo.
Meditemos hoy en esto:
- ¿Realmente somos plenos?
- ¿Nos sentimos completos?
- ¿Podemos decir que nada nos hace falta?
- ¿Es Dios la fuente de nuestro bien o seguimos explorando otras posibilidades?