“DUELO DE TITANES”

Cada vez que visito el balneario El Totumo, en San Juan del Cesar, es imposible no recordar a mi gran amigo Aldo Gustavo Annichiarico Daza. Ese fue el escenario que escogió el hijo de la sanjuanera Nectalina Daza y el uribiero Nicolás Annichiarico para que allí tuviera lugar un “Duelo de Titanes”, al mejor estilo de las luchas que libraban los gigantes luchadores de la mitología griega.

Todo comenzó en 1986, cuando por razones de trabajo visitaba la ciudad de Barranquilla casi todas las semanas. En aquel momento mi empresa ACCIONES URBANAS era la compañía encargada del Mantenimiento de Edificaciones & Vías en El Cerrejón y Barranquilla era nuestro principal centro de abastecimiento para la prestación de este servicio. Los viajes a Barranquilla eran muy frecuentes y los motivos eran diversos: Reuniones de Trabajo con la empresa contratante, compra de materiales, asuntos laborales y financieros, etc.  Y cada vez que había una ventana de tiempo, pasaba a visitar a unos paisanos que residían en el denominado apartamento de “Los Chu”. Allí Vivian unos caros amigos provincianos que cursaban sus carreras universitarias en Barranquilla. Ese apartamento estaba ubicado en la Calle 84 & Kra 51-B, frente a la Iglesia de Nuestra Señora de Torcoroma. Era un típico apartamento de estudiantes, con poco mobiliario, con precaria dotación en la cocina y con escasa o nula decoración. Era un apartamento con alta rotación de sus ocupantes y como era la sede de estudiantes universitarios masculinos, ocasionalmente era visitado por féminas que eran compañeras de estudio de los muchachos allí domiciliados.

Un buen día yo termine mis diligencias antes del almuerzo. Entonces decidí hacer una parada y saludar a mis amigos, pues me quedaba un espacio de dos horas antes de salir para el aeropuerto. Allí vivieron, entre otros, Christian Parody, Gonzalo Lacouture, Kike Carrascal, Herman Guerra, Javier Otero, Jose Jaime Zúñiga, Nacho Zuniga, Nellit Palacio, Tito Acevedo y muchos otros amigos que en aquel momento eran todavía estudiantes. Cuando llegué al apartamento encontré al grupo de ocupantes del inmueble en animada tertulia con algunas damas que ese día estaban de visita. Se sentía la calidez humana en el ambiente, los anfitriones brindaron café y la charla fluía de manera espontánea mientras se abordaban temas misceláneos. Ya casi llegaba el momento de despedirme, cuando una de las muchachas presentes me dice:

  • Ay Señor… Usted se me parece mucho a Aldo Annichiarico. ¿Usted lo conoce…?

Yo en el momento quede mudo con el paralelo hecho por la dama, pero inmediatamente replique:

  • Señorita, le manifiesto que me encuentro altamente ofendido con el comentario que usted acaba de hacer, pues yo considero que el señor Aldo Annichiarico es uno de los tipos más feos que han nacido en La Guajira. Es un hombre sin garbo, completamente desalineado, el peinado no le ayuda y tiene los ojos bastante saltones. De manera que su comparación está rayando en el insulto.

Mi respuesta alcanzo para ocasionar la hilaridad de mis contertulios y en ese ambiente de jocosidad se produjo mi despedida. Tome un taxi, llegue al Aeropuerto “Ernesto Cortissoz” y esa tarde volví a La Guajira arriba.

La semana siguiente repetí la visita al apartamento de “Los Chu”, aunque en esta ocasión no había visitantes femeninas. Solo estaban los ocupantes habituales del inmueble. Pero en esta oportunidad, los muchachos tenían para mí un recado urgente.

Resulta que don Aldo fue informado con riguroso detalle sobre el comentario que yo había hecho acerca de su estampa corporal. Y como él consideraba que esa insolencia no podía quedar incólume, lanzo un reto para dirimir una disputa que requería ser dilucidada.

“Díganle a Orlando que esto lo vamos a llevar hasta las últimas consecuencias. Que yo no le acepto que mancille mi figura de esa manera. Y que estoy dispuesto a ir a un duelo con todos los pergaminos. Propongo que hagamos un desfile en pantaloneta, en las arenas blancas del balneario El Totumo, donde haya un Jurado competente que califique y compare los atributos de cada quien, para que el veredicto sea imparcial.  Y le dicen que estoy dispuesto a darle una gabela: Que él se compre su pantaloneta en cualquiera de los mejores almacenes de la Calle 72 de Barranquilla, en “King-Kong” o donde el prefiera. Que yo me compro mi pantaloneta en un “agáchate” de Maicao. Y que conste que esta gabela se la doy, porque estoy completamente convencido que no me gana ni en las curvas. Sera un “Duelo de Titanes”, pero yo tengo absoluta confianza en mis atributos masculinos”.

El recado fue recibido con todos los condicionamientos del retador. Durante varios años hemos intentado coincidir en las hermosas playas del Rio Cesar que adornan este hermoso paraje de La Guajira. Pero el tiempo sigue su marcha inexorable y hasta el momento el duelo no se ha podido concretar. Es posible que en lugar del duelo tengamos que cantar la última estrofa de “La Piragua”, aquella legendaria canción del Maestro Jose Benito Barros Palomino, donde su poesía retrata la nostalgia del mismo Rio Cesar, pero ya no en su nacimiento sino en el ocaso de su recorrido, después que ha nacido en La Nevada, ha pasado por San Juan la tierra mía, y se dispone a tributar sus aguas, como aquellos hombres a quienes los anos le han robado el empuje y el vigor de la juventud.

Doce sombras, ahora viejos ya no reman,
ya no cruje el maderamen en el agua,
solo quedan los recuerdos en la arena
donde yace dormitando la piragua.

Orlando Cuello Gámez 

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