Yoleida Isabel Cuello Mendoza, mejor conocida como Yoly Cuello, es una de las mejores periodistas de habla hispana de los Estados Unidos. Y como nació en San Juan del Cesar, el pecho se me inflama de orgullo, pues su talento es perfectamente concomitante con el reconocimiento profesional que sus oyentes le dispensan en «Actualidad Radio», la estación radial líder de habla hispana en el sur de Florida. Hace algunos meses iba en mi carro escuchando una de las entrevistas que Yoly le hacía a uno de sus invitados en pleno pico de la pandemia del COVID-19. La entrevista estaba centrada en la variante denominada «Delta» y ese era el tema predominante en la agenda de todos los noticieros del país. Desde mayo de 2021 la Organización Mundial de la Salud –OMS- anunció que las variantes del virus SARS-Cov-2 se nombrarían usando las letras del alfabeto griego, buscando con ello evitar la estigmatización de las comunidades donde se originaron las variantes del virus. Y como Yoly tiene la chispa del buen humor en la punta de la lengua, le dijo a su interlocutor: Al paso que vamos, creo que tocará aprenderse el alfabeto griego.
Cuando Yoly le expreso esta sentencia su entrevistado, inmediatamente mi memoria hizo un viaje muy veloz a 1973 y me dibuje a mí mismo en una de las aulas de clase del colegio Liceo de Cervantes de Barranquilla. Era nuestra clase de Geometría Plana, la misma que había creado Euclides de Alejandría, y que era impartida por el profesor Salvador Mate, un inolvidable maestro que fue el culpable de que «la ciencia de la extensión», como él la definía, se hubiera convertido en una de mis asignaturas preferidas. «Geo» significa Tierra y «Metro» significa medida. Esa conjunción de conceptos le dio origen al nombre de Geometría. Y precisamente en una de esas clases que nos dictaba el profesor Salvador Mate, fue cuando tuve mi primer contacto con el alfabeto griego. Uno de mis condiscípulos tuvo a bien preguntar por la nomenclatura de los ángulos usados para denominar las figuras del temario geométrico y el profesor Mate tuvo la paciencia de explicarle que la sabiduría de los griegos era una fuente inagotable donde toda la humanidad podía beber de esa ciencia. Y nos dijo que el alfabeto griego era un abecedario de 24 letras: alfa, beta, gamma, delta, epsilon, zeta, eta, theta, iota, kappa, lambda, my, ny, xi, omicron, pi, rho, sigma, tau, ípsilon, fi, ji, psi, omega. Lo dijo con la rapidez de una ametralladora que dispara cada letra en perfecta sincronización. Yo quedé profundamente impactado con esa retahíla que había tenido la capacidad de instalar en mi mente una de las huellas más perdurables de mi vida.
Cuando llegué a la casa donde yo vivía en Barranquilla, inmediatamente fui a consultar la enciclopedia. Ese era el Google que teníamos en aquellos tiempos. Mi mamá me había comprado la «Enciclopedia Práctica Jackson» y en la casa del Dr. Núñez tenían la” Enciclopedia Ilustrada Cumbre». Recuerdo que consulté las dos y me impuse la tarea de aprenderme de memoria el alfabeto griego. Tal había sido la impresión con la hazaña que le había visto hacer al Profesor Salvador Mate, que se me convirtió en un reto hacerlo. Y después de lograrlo tuve un poco de desazón, pues me dije que saber de memoria las 24 letras del alfabeto griego no me sería de mucha utilidad en el futuro.
Sin embargo, 32 años después la vida me puso como Instructor de una Escuela que impartía enseñanzas para obtener Licencias de Construcción en el Estado de Florida, preparando a los aspirantes para pasar las pruebas del Estado. Y una noche, cuando estaba explicando la solución de un ejercicio de geometría, un estudiante me preguntó por el significado de la letra pi, la misma que hace parte de la fórmula del círculo y de la circunferencia. Le expliqué con mucha paciencia el significado de la letra en el contexto de la fórmula y cuando fue oportuno, le conté que es muy usual que en la nomenclatura de los problemas de geometría se haga uso del alfabeto griego. Comencé a relacionar el abecedario con la misma velocidad que lo hizo Salvador Mate en Barranquilla en 1973. Cuando termine de recitar las 24 letras del abecedario, un estudiante pidió que las repitiera, pero despacio, para escucharlas mejor. A lo que un paisa que estaba en el auditorio, se opuso y dijo concluyente:
Noooooo hermano… Si las dice despacio, se pierde la gracia. ¡Lo mejor de esto fue que las dijo con la velocidad de una ametralladora…!!!
Orlando Cuello Gámez
Paisa tenía que ser!!!!!!! Muy bueno. Un abrazo mi hermano Cuello!!!!!