La desigualdad es uno de los grandes desafíos de la modernidad. La igualdad debe abandonar el escenario mediático y el marketing político y convertirse en la principal bandera del humanismo. En épocas de cambios y reflexiones sobre el futuro, los estados y la sociedad deben alienarse en torno a un solo propósito: derrumbar las murallas de la desigualdad.
Hoy en día, las fortificaciones de la exclusión siguen tan fuertes como en el remoto oscurantismo medieval. Factores como el género, el color de piel, la orientación sexual, la religión, el origen geográfico, y las condiciones físicas, sociales y económicas determinan el acceso a las oportunidades de desarrollo de las personas. No todos partimos de la misma línea en la carrera de la vida. Al nacer, los privilegios o desventajas del azar determinan la velocidad y el talento de muchos atletas para superar los obstáculos impuestos por una sociedad desigualdad.
A pesar de que, idealmente, el acceso a las oportunidades debe estar en función de las capacidades y talentos, Michael Sander afirma: “a pesar que todos tengan las mismas oportunidades para competir, incluso, ser un buen corredor no es garantía de triunfo”. Y además afirma que: “una sociedad justa no es aquella donde se compite todos los días con desenfreno voraz. Es un ecosistema donde nos cuidamos unos a otros y perseguimos un bien común, en algo llamado Coopetencia”.
Bisila Bokoko, fundadora de African Literacy Project, asesora en diversidad e inclusión y ciudadana del mundo de la ONU, y víctima de una triple desigualdad (mujer, negra y pobre), asegura que la igualdad debe complementarse con la equidad y adaptarse a las necesidades particulares de los individuos y su entorno. Y al igual que Yuval Noah Harari, sostiene que no hay base científica y antropológica para justificar la desigualdad entre hombres y mujeres. Algo tan irracional, que solo se explica en la llamada tesis de la “desigualdad por costumbre” heredada en forma de inconsciente machista de generación en generación. Esa desigualdad de género no tiene sentido, pues está demostrado, que el poder depende más de las habilidades sociales que de las físicas. Con base en lo anterior, hay que abolir la concepción de que la fuerza muscular explica la dominación masculina en el mundo.
Oded Galor, autor del libro El viaje de la desigualdad (Paidós, 2022), destaca como las sociedades del mundo despegaron en distintos momentos, unas temprano (las del norte) en el siglo XVIII y otras (la del sur) solo hasta el siglo XX, generando una brecha económica y abismos del bienestar signados por las distancias sociales. Explica además como en estas últimas sociedades se profundizó el “misterio de la desigualdad”, definido como la rapidez o lentitud para transitar del estancamiento al crecimiento en función de diferentes variables (políticas, Transparencia en el manejo del Estado, consolidación de las democracias, niveles de estudio y formación, participación ciudadana, acceso al financiamiento, concentración la riqueza, vocación empresarial, y desarrollo científico). De su texto, destacamos también su abordaje sobre la paradoja de la desigualad moderna. Hoy, a pesar de contar con más medios y oportunidades, las personas se enfrentan a una mayor competencia, incertidumbre y barreras de acceso, por ende, se enfrentan al disminuido embudo de los privilegios de la igualdad. La primera parte de esa ecuación (mayores oportunidades + mayor competencia) deriva en dos factores condicionantes de la suerte de nuestros países: la exclusión y la marginalidad.
En ese escenario debemos escribir la historia de nuestro libro de vida, y decidir entre dejarse atrapar y amilanar por las corrientes de la competencia o crear nuestras propias oportunidades de la mano de dos elementos claves para acortar las brechas de inequidad: la educación de “calidad” y políticas de enfoque diferencial a grupos históricamente relegados. Nos preguntamos entonces, ¿si la creación del Ministerio de la Igualdad servirá para implementar una política con enfoque intersectorial que promueva condiciones de igualdad política, económica y social en las poblaciones más vulnerables del país o, si, por el contrario, se convertirá en un fortín burocrático para complacer a una compañera de fórmula ansiosa de poder? El tiempo, en la equidad de su transcurrir, dará la respuesta.
Arcesio Romero Pérez
Escritor afrocaribeño
Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI
Gran reflexión.
Esperemos y sea algo incluyente
TOTAL
Totalmente de acuedo con el tema en referencia, un tema sobre el cual hay mucho que reflexionar para que todos entremos en conciencia y poder hacer frente comun.
@obardo diaz escalante
con un millón de palabras no puedo explicar el porque de tanto escandalo…
me pongo como ejemplo? NO, no soy quien para ejemplarizarme y en este instante pregunto
¿Por qué las tiendas de Riohacha no son de foráneos?… R/ta, jum, menos perorata y mas razón.
Anda a los barrios marginales y a esta hora hay cualquier cantidad de personas ingiriendo licor aun desde el año anterior… ve a los barrios donde habitan personas de otra condición socio- economica y los encontrara haciendo todo lo contrario.
citar ejemplos de desigualdad, es cada quien el que se forja su destino… muchos son los llamados y pocos son los escogidos, algo así como el examen del colegio… unos lo ganan y otros lo pierden… y de seguro que lol que lo pierden se quejan de DESIGUALDAD… UN MILLON DE PALABRAS NO ALCANZARIAN
buen dia
a la mona aunque la vistan de seda mona se queda y , y, el marrano chilla así le den manjares, y el flojo así le brinden mil posibilidades, por la flojera ni se para a recibir las migajas,
ese ministerio es una cortina de humo par despilfarrar y hacer fiestas de cumpleaños de 50 millones