“Déjenlo que cante, déjenlo que alegre el silencio en la montaña” Juan Manuel Polo Cervantes
Nuestra cultura musical vallenata experimenta en éste momento, unas de sus etapas más visible que la llevan a consolidar su madurez artística, sustentada en todo un proceso antes y después de la llegada del acordeón por la vía de la guajira, a nuestra gran provincia.
Son muchos los pasajes construidos por hombres y mujeres, que en sus distintos tiempos fortalecieron los sueños de creadores proletarios y de un instrumento muy parecido al alma de sus intérpretes. Ese instrumento menor frente a los de su género, cambió el comportamiento de los campesinos nuestros y quienes son los padres gestores de todo el movimiento vallenato. A ellos, un tributo de admiración y respeto, quienes sin saber hacia dónde podía llegar la fuerza de sus cantos e interpretación, nos dejaron el orgullo de tener una de las músicas más bonita de nuestro continente.
A todos esos hombres, muchos de ellos anónimos y otros más reconocidos, un gracias por construir caminos de herraduras que fueron musicalizados por la sabiduría de tantos hombres iletrados. Esos artesanos, especies de talladores de frases y melodías, vieron venir una generación y estos a su vez, otras que hacían su labor, construyendo nuevas elaboraciones culturales que de hecho, generaban críticas y como factor dinámico, se sigue dando en la actualidad.
Esto me lleva, a presentar una mirada sobre un joven valor del vallenato, que con su canto y la construcción de sencillas canciones, se enruta como cabeza descollante de la nueva generación de la música vallenata. Ese fenómeno aglutinador de masas, que desborda cualquier análisis y que la mayoría de las veces, no es bien percibido en todo su contexto, porque la capacidad de digerir la convocatoria que hace Silvestre Dangond Corrales, se queda más en una acción, mirada más hacia lo personal por parte de sus analistas, lo que con poca fortuna ha llevado a periodistas, más que todo regionales, a emitir juicios muy mediáticos, que terminan siendo más un instrumento de destrucción, que de construir hechos positivos alrededor de una figura que como otras de su generación, hay es que rodearla de posiciones coherentes para evitar nefastos finales en personas con demasiado talento, pero con muchos fantasmas en su cabeza.
Es evidente, que la madurez síquica de nuestros artistas ha ido creciendo a la par de su organización. Se está dando el salto de lo agrario a lo urbanístico, sin que ello no quiera decir, que los rezagos feudales sigan evidentes en nuestra cultura social, política y cultural. Está quedando atrás el representante vendedor de bailes y se construye el manager que visualiza otras alternativas, que deben ir más allá del tratamiento doméstico de las grandes diferencias entre ser amigo, agente comercial o el que todo le acolita a su representado. Ese olfato del actual manager en construcción, dentro del vallenato, se debe fortalecer con su formación personal, cuya preparación debe arrancar desde su presentación personal hasta el mejoramiento del lenguaje, sin que ello implique perder sus raíces. Es claro, que la fortaleza de nuestra música, es la que ha hecho llegar tan lejos la dimensión de sus artistas, obviando muchas veces, la limitada visión de quienes representan a nuestros artistas.
En el caso de Silvestre Dangond Corrales, veo muchos elementos que lo ligan con personajes que han descollado en el mundo de la música, no solo en el orden nacional sino internacional. Sin compararlo, quiero mirar una serie de fortalezas y falencias que sumadas a las que muchas personas le ven, nos pueden dar un perfil de un joven artista, que es sinónimo de éxito. Es carismático y él en sí, está lleno de música.
Su comportamiento en la tarima es más pasional que racional, lo que hace que su libreto en la práctica no exista, lo que ha llevado a sus críticos a pensar, que es una acción más caricaturesca, que de artista en sí. Si su accionar artístico lo vemos como un gran valor agregado, podemos decir, que él le entrega a una masa que asiste al evento, unas muestras de su comportamiento y el público que no es tan mojigato como muchos piensan, la acoge. Él lo entiende así y plantea muchas más expresiones de su quehacer artístico, en los que, de hecho, tiende a excederse. Si eso se corrige, tenemos en corto tiempo, un producto que junto al de otros artistas del vallenato, será un renglón de exportación, que fortalecería más el eslabón artístico que es Colombia y que convertiría a ésta expresión en muy corto tiempo, en el ombligo musical del continente.
La corta presencia de Silvestre Dangond Corrales en la música vallenata, le ha permitido saborear algunos destellos que lo pueden llevar a la fama y ante todo al prestigio, que sumado a su discurrir por los escenarios de Colombia y muchos países del mundo, le ha generado obtener grandes dividendos económicos, que es el talón de Aquiles en cualquier actividad de la vida y más, sí se es joven y sin la experiencia para contrarrestar de la mejor manera, los diversos fantasmas que acosan a cualquier ser humano y más si el estrellato llega a esa edad. Pero, ¿Cuál ha sido la reacción de éste artista frente a estos nuevos hechos?, contrario a lo que muchos periodistas argumentan, que él anda por los caminos del desorden, encontramos que ha logrado con su trabajo artístico, brindarle a sus padres un mejor vivir, que su comportamiento en el hogar es para resaltar y que el fruto de su trabajo artístico está bien orientado. No quiere decir esto, que no deba mejorar situaciones que él conoce y que su replanteamiento le pueda permitir conquistar excelentes dividendos entre ellos, consolidar una conciencia social frente a su aporte artístico, en donde no se debe pensar solo en la fama, que al final es como una espuma, sino, en la construcción real de un prestigio. No olvidemos que el primero es efímero y el segundo le catapulta para ser un buen o mal ejemplo. Sin señalar a nadie en el arte, en éste país hay muchos que tiene lo primero, más no lo segundo.
Es urgente, lograr conformar un equipo de gente útil, más no necesaria, que sepa hablarle al oído y ante todo, que nuestro artista sepa escuchar, para que la diferencia del lleva y trae, que en nuestra música vallenata tiene una gran dinámica comunicante o lo que muchos llaman, “radio bemba o radio pasillo”, no lesione relaciones ni construyan falsos ídolos de barro, que no aguantan un aguacero. Por eso, su capacidad debe estar siempre a flote, frente a esos vaivenes de la vida, en donde le llegarán gentes de otros bandos con buenas intenciones y al interior de su bunker, habrá quienes no sean fieles a sus sueños.
Es determinante no olvidar, que la vida no puede ser una construcción de bandos, en donde a la derecha están los buenos y a la izquierda los malos. Ella tiene que ser un ideario dinámico constante de valores, sino es así, la dignificación de las actividades que el ser humano emprenda, serán muy cortas en su accionar y poca o nada en su recordación. No creo en los artistas, que no quiebran un plato.
No queremos que sean santos para unos hechos y diablos para otros. Queremos artistas que dignifiquen el oficio y sean al final de sus vidas, unos buenos ejemplos a seguir. Nuestro país ha tenidos grandes artistas que han observado una buena conducta en su accionar y por eso pese a su ausencia física, siempre son renombrados. Esto no es un libreto para la vida de Silvestre Dangond Corrales o para los de su generación, mucho menos, una rígida directriz en la que deba enmarcarse sus vidas, pero si nos acercamos a un gran porcentaje de su cumplimiento, la misma es más gratificante.
Creo y estoy convencido, que la nueva generación del vallenato tiene con qué ser un buen ejemplo dentro y fuera de nuestro país. Es determinante, que los medios de comunicación, no solo en lo regional, deban ser cuidadosos con lo que dicen sus fuentes y lo que ellos reproducen en la construcción de sus noticias, porque a veces son asaltados en su buena fe y terminan haciendo algo que no corresponde a la verdad.
Muchas veces lo he vivido, al estar en una presentación de Silvestre Dangond Corrales y de otros valores del vallenato, cuando al día siguiente, uno ve y escucha a cualquier comunicador irresponsable, decir: el artista Silvestre Dangond Corrales se presentó borracho y con otros síntomas, que hizo imposible su presentación o el mencionado artista ofendió a un colega. En donde la impotencia lo hace llenarse de coraje y decir: pero si estuve junto a Silvestre Dangond Corrales y él no estaba así. ¿Quién defiende la moral de un artista?, ¿Cómo se reconstruye el robo de reputación que se le hace a un artista?, son interrogantes que es bueno plantear para que nuestra nación reelabore una mejor visión de los valores y a veces no seamos tan proclive a la trampa.
Nuestra cultura musical vallenata tiene la capacidad de diferenciar, entre una persona buena y un nuevo rico, por las razones que sea, pero termina en la mayoría de los casos, asociándose con la segunda.
Creo en la actividad artística que hacen Silvestre Dangond Corrales, Peter Manjarres, Jean Carlos Centeno y Jorge Celedón, por citar nombres dentro de ésta nueva generación, quienes deben aprender de los errores y las virtudes del pasado, pero ante todo, construir sus propias goletas musicales y lanzarse a la alta mar, en donde de seguro, serán unos dignos representantes de nuestra cultura musical vallenata.
Félix Carrillo Hinojosa