Cuando Gavin Menzies publicó su primer libro <<1421 El año en que China descubrió el mundo>>,[i] buscaba llamar la atención sobre un hecho concreto: comenzando la primavera de ese año, 1421, una flota china de más de cien naves zarpó con destino a los mares conocidos para llevar de regreso a sus hogares a una pequeña élite de dignatarios que se reputaban como gobernantes de diversos países que habían venido hasta Pekín a rendir homenaje al Emperador Zhu Di en la inauguración de la ciudad sagrada y en la celebración de un nuevo aniversario de su reinado. Los gobernantes se habían acercado libremente hasta el corazón del imperio y habían alagado al emperador con exóticos presentes, por consiguiente, el Emperador les hizo sus huéspedes de honor por el tiempo que fue necesario y dispuso su “armada” para que, en correspondencia con el rango elevado de sus visitantes, fuesen regresados a sus lugares de origen en plena comodidad y seguridad. Tan enorme convoy naval, no visto en más de un milenio desde los tiempos de las grandes flotas griegas y romanas, zarpó al mando de tres Almirantes que debían llevar su carga de lujo por las costas del Océano Indico hasta distintos destinos de Asia y África, aprovechando la deriva primaveral de las corrientes con sentido sur para llegar con buen tiempo. Pero la aventura no se detuvo allí, en buena parte porque la deriva sur no les permitía a las embarcaciones tipo “Junco”-de casco plano y sin quilla- navegar en contracorriente, sino que siguió su camino para llegar más allá, hacia el Sur, con la misión de descubrir los patrones de navegación en el hemisferio Sur y el esquema guía d sus estrellas, siendo así que una primera parte de aquella flota mantuvo su curso sur y circunnavegó el hasta entonces desconocido continente australiano; una segunda parte rodeó el continente africano y remontó el océano Atlántico hasta las costas de Norteamérica; y la tercera parte mantuvo curso oeste hacia el Polo Sur, logrando “cruzar” al gran océano por el extremo austral del continente y remontar por la costa hasta tierras Incas, para seguir luego hacia el oeste franco buscando regresar al puerto de origen en el otoño de 1423. Así, de ese modo, quedó establecido que fueron el Almirante Zheng He y su Armada los primeros hombres en circunnavegaron el planeta, cuando Cristóbal Colón ni siquiera había nacido.[ii]
La fracción sobreviviente de aquella intrépida flota regresó a China con infinitud de noticias sobre el mundo descubierto, pero se encontró con la sorpresa que el Emperador Zhu Di había sido destituido y su sucesor había enterrado todo plan de expansión hacia el mundo, lo cual condujo hacia un nuevo tiempo de retracción y aislacionismo.
El propósito Imperial de “someter los gobernantes del mundo a la majestad del Emperador con regalos y buen trato, para que paguen gustosos sus tributos al Imperio” … fue retomado, sin embargo, por el nuevo Emperador y para ello envió una nueva flota al mando del Almirante Zheng He para que anunciaran su reinado por todo el mundo. Una parte de aquella misión llegó a Venecia en 1434 portando grandes novedades para occidente, como mapas del mundo, cartas de navegación en ambos hemisferios, manuales de arquitectura terrestre y naval, arte, joyas y presentes. El comandante chino exigió entrevistarse con el Rey de todos ellos, así es que le llevaron ante la presencia del Papa Eugenio IV, quien recibió asombrado todo aquello que para los chinos ya era conocido. De ese modo la astronomía china entró en occidente con toda autoridad, por encima de la tradición griega, así como la arquitectura, la fabricación de máquinas y la imprenta.
Los mapas del mundo entregados por la misión china de 1434, según relata Menzies en su segundo libro: <<1434, el año en que una flota china llegó a Italia y se inició el Renacimiento>>, sirvieron de base para que hombres inquietos hicieran copias, una de las cuales llegó al joven Cristóbal Colón de manos de Paolo Toscanelli en 1474. Se dice que en tal espécimen aparecían clara e inequívocamente reseñadas las costas americanas y el estrecho suramericano que apenas cien años más tarde fue “descubierto” por Magallanes. [iii]
Pareciera que la historia precedente, que está soportada en numerosísimos documentos y evidencias, la cual yo he decidido creer, fuese una versión premonitoria de lo que está sucediendo hoy con China, que, sin decirlo claramente, pero trabajando duro para hacerlo, se proyecta como una versión renovada del Imperio económico soñado por Zhu Di en el siglo XV. Es decir, que no fueron las armas ni la “doctrina socialista” lo que permitió cristalizar el propósito imperial sino el dinero y los obsequios. Desde allí se explica cómo tantos y tantos países, sin proponérselo y acaso sin siquiera darse cuenta, caen ingenuos ante la atractiva y generosa, pero muy peligrosa, avalancha de obsequios y presentes que terminan por subyugar ánimos y consciencias en favor de las iniciativas del dragón imperial. Lo que urdió en su mente el Emperador Zhu Di, con el apoyo en generosos obsequios que podían disponerse cuidadosamente en atractivos cofres para sus visitantes, lo está logrando hoy el Presidente Xi Jinping con un astuto y cuidadoso manejo económico. Poco a poco, un país detrás de otro cae ante la irresistible acometida de China para apoderarse de Industrias, negocios, tierras y grupos de poder. Pareciera que no hay hoy un solo banco del mundo que no tenga aportes de capital chino; pareciera que no hay industria en donde no tengan inversiones; la compra de compañías y marcas por todo el mundo gana en velocidad cada día, y lo mismo parece suceder con los gobiernos. El Emperador Zhu Di quería que “todo el mundo le obedeciese y le pagase tributo” sin necesidad de armas ni violencia, sólo con el encantamiento de los presentes jugosos. El Presidente Jinping hace eso, sólo que no hay cofres llenos de joyas ni porcelana, sino propuestas económicas irresistibles que quiebran voluntades y doblan rodillas.
El Presidente Petro viajó a China con el presuroso propósito de agregar el país a la “ruta de la seda”. Es decir, que se repite el viaje de aquellos gobernantes genuflexos del siglo XV que vinieron a Pekín a saludar al Emperador y presentarle sus respetos. En aquellos tiempos se trataba de soberanos que en su condición de gobernantes plenipotenciarios no tenían obligación de preguntarle a nadie por sus actos ni dar razón alguna por sus aciertos o equivocaciones, pero hoy la cuestión es diferente porque el Presidente de Colombia no se manda solo, sino que tiene que contar con el Congreso para toda decisión que comprometa el nombre de la Nación. ¿Le pidió consentimiento al Congreso? ¿Quién lo sabe, si estaban en ese momento enfrascados en semejante guachafita con el tema de “su consulta popular”? ¿Entonces se fue a motu proprio? Muy grave, porque caería otra vez en el error de desconocer el orden Constitucional que consagra la responsabilidad que corresponde al Congreso en materia de asuntos de Estado en tanto se establezcan compromisos que afecten la soberanía nacional. Ahora, que no piense el Presidente que puede traer de China un “hecho cumplido” para que el Congreso se lo avale, con el riesgo manifiesto que se lo vuelvan pedazos en su propia cara, como ya le ha sucedido con las iniciativas que ha presentado en los tiempos recientes, y tenga el país que soportar una nueva vergüenza frente a China y la comunidad internacional al verse el Presidente desautorizado por el Congreso.
Asumiendo que todo está claro, que todo se tramitó bien, viene al caso preguntar si el Presidente sabe con claridad qué es lo que quiere conseguir “del dragón” con esta adhesión a la nueva ruta de la seda, porque no es aceptable el llegar allí simplemente a presentar un saludo y doblar rodillas, al estilo de los gobernantes de marras, sino que se va a celebrar un compromiso que compromete seriamente el país en los propósitos calculados por China para fortalecer su posición – que no la de Colombia – en el concierto mundial. Evidencia clara del propósito imperial ya mencionado.
¿Sabe el Presidente en qué consiste el compromiso que firmó? No da suficiente tranquilidad el saber que los países se pueden retirar en cualquier momento, como afirmó la Canciller en los medios, porque ha de tomarse en cuenta que para que ruede la agenda propuesta de desarrollo tecnológico, impulso de la agroindustria, la transición energética, la reindustrialización del sector salud – que no se sabe qué implica- se vincula un fuerte componente de financiamiento “en condiciones concesionadas y cooperación no reembolsable”- que tampoco se sabe qué implica- ,lo cual nos deja ante la incertidumbre si será mejor deberle a China “esta vida y la otra”, o es mejor seguir la historia con los acreedores ya conocidos, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, con quienes tienen que hacerse posibles negociaciones más justas.
Mientras se logra entender de qué se trata el asunto, China avanza en sus estrategias económicas y geopolíticas para apoderarse de lo que pueda mediante la oferta financiera, buscando alternativas para impulsar proyectos que dinamicen la capacidad industrial china – que no necesariamente la de Colombia –, mientras cae el país en una dinámica aterradora de trabajo para apagar el apetito insaciable del dragón. Y en ello queda comprometida la totalidad de la estructura productiva del país. Es el país productor el que queda bajo la coyunda del Emperador.
Salvo que la práctica demuestre lo contrario, esto es lo que parece ser la nueva ruta de la seda: un acuerdo con China para saciar la voracidad del dragón. Por lógica consiguiente, resulta dudosa toda afirmación que diga que la iniciativa del Presidente “posicionará al país como actor clave en Asia” – según afirmó la Cancillería – porque no parece la verdad. No se puede ver con claridad cómo “habrá oportunidades tecnológicas y comerciales para los territorios y regiones históricamente marginados” si todo al final se orienta hacia los intereses del “nuevo imperio”. Basta con observar cómo ya tiene vinculado casi todo el continente africano, buena parte de Asia, muchos países de Europa, excepto Italia y Lituania que se retiraron, y buen número de países de América. En mejores palabras, el sueño del Emperador Zhu Di.
La industria nacional espera del Gobierno medidas de Política Pública que abran puertas y oportunidades para la reindustrialización y la modernización, en el propósito de crecer y ser de nuevo competitivos y contribuir de mejor forma al desarrollo del país y el bienestar de los colombianos. Sabemos que las últimas décadas han sido desastrosas para la industria, y por consiguiente para la economía y los indicadores de empleo, justamente por las condiciones desventajosas y desleales que se han entronizado detrás de las prácticas comerciales de los tratados de libre comercio, perversidad ésta que ha llevado a la quiebra y cierre de numerosas industrias de tradición. Ante esta nueva acometida del dragón que el Gobierno Nacional no está viendo venir ¿Qué se puede esperar? De aquí en adelante habrá una solución china para cada asunto que se presente en Colombia, ¿entonces qué perspectiva de futuro se visualiza para la industria nacional? ¿Las empresas en Colombia, las que queden, podrán competir?
Para un buen estadista, para un buen Jefe de Estado y de Gobierno, este análisis implica un poquito de lógica de pensamiento y algo de cálculo interactivo para prever consecuencias antes de salir eufóricos a firmar nada. No hay que correr tanto el caballo, no sea que se doble una pata y caigamos todos al piso. Pensemos bien y resolvamos mejor, es lo que sería más procedente.
[i] Menzies Gavin “1421, el año que China descubrió el Mundo” De Bolsillo, Barcelona, España, Tercera Edición (2015).
[ii] Se estima que Christophorus Columbus nació alrededor de 1451 en Génova – Italia.
[iii] Menzies Gavin “1434, el año en que una flota china llegó a Italia y comenzó el Renacimiento” Debate, Bogotá, Colombia, 2009.
Interesante el análisis. En la lucha de las super potencias por el reparto del mundo, los pueblos dominados deben saber cuál es su norte o simplemente cambian de amo.
Importante análisis. En la lucha de las superpotencias por el reparto del mundo, los pueblos sometidos deben tener claro cuál es su norte o simplemente cambian de amo.