Rafa «Aponte» era el hijo de Rebeca Rumbo, la señora que toda la vida ayudó en los quehaceres domésticos del hogar de Augusto Zúñiga y Raquel Hinojosa, en la calle del Cayón.
Aponte no era su apellido genealógico sino más bien un sobrenombre cargado de ironía. La picaresca del pueblo y su sentido burlón se lo puso cuando de muchacho ayudaba con los mandados en la casa del matrimonio del capitán Luis Eduardo Aponte y Rosita Lacouture. La gente decía que se creía el dueño de la casa y por eso le remacharon ese apodo, que le duró toda la vida.
Digamos entonces que «Aponte» era dicharachero y entusiasta y hacía parte de la barra de muchachos que jugábamos fútbol en las calles vecinas de nuestras casas, dígase la calle de Las Flores, dígase la calle del Cayón.
Otras veces, si el equipo de mayores no la ocupaba, nos íbamos a la cancha de fútbol oficial de San Juan del Cesar, que quedaba en la «Callecita», en el sitio donde hoy se levanta supermercados «Olímpica».
Esa vez estábamos en esa magna cancha. El partido era a muerte, sin árbitro, como se usaba en esos tiempos. Las faltas las sancionaba el equipo afectado gritando hasta parar la jugada.
Se inició la competencia y el partido estaba cerrado. Pero en un entrevero en el área, el equipo contrario al de Rafa, paró el juego por una infracción violenta. Era penalti seguro. Como siempre, los manoteos y discusiones no se hicieron esperar y se prolongaron por varios minutos, hasta que el equipo afectado aceptó el penalti.
Rafa «Aponte» que era del equipo infractor, tomó el balón y empezó a contar, desde la raya de la portería, los once pasos reglamentarios para definir el punto penal.
En vez de once pasos, contó once zancadas, así que el punto penal quedó lejísimo.
Todo el mundo del equipo contrario lo confrontó:
! Rafa, sólo son once pasos, nojoñe ¡, le dijeron.
! Once conté, nojoda ¡, contestó Rafa.
! Echee, entonces esos pasos son de la gigantona ¡, le repusieron.
! Yo no sé, pero así camino yo cuando voy pa’ Noguera ¡, contestó Rafa tranquilamente.
Al final, para evitar más discusiones, se cobró el penalti desde el punto que decía «Aponte» y, como era de esperarse, el cobrador lo botó.
El juego quedó empatado. El partido de revancha para el desempate todavía no lo hemos jugado.
Algún día será, aunque dudo mucho que nos podamos reunir para jugarlo porque el paso de los años a duras penas nos permite hilvanar un contragolpe a los recuerdos. De lo sí estamos seguros es que Rafa «Aponte» no estará, porque viajó al infinito sin saldar la deuda de honor que tenía con sus amigos.
Luis Carlos Brito Molina
Oiga, tocayo, averigüe quién se robó la cancha de fútbol de la Callecuta y se la vendió a ka Olímpica. Que yo sepa, en San Juan nadie lleva los apellidos Char Chaljub
Yo no recuerdo esa cancha, sólo recuerdo la que quedaba en lo que es hoy el parque de las delicias .Pero vamos a lo » POETICO » .
Nunca había leído algo tan agradable y lleno de sentimiento del SANJUANERISMO ETERNO en tan pocos renglones .
Como afloran esos recuerdos que a pesar de la tristeza que encierra por los tantos ya pasados años años ,reaniman y dan muchas ganas de seguir recordando , ahora si entiendo eso de (RECORDAR ES VIVIR )
GRACIAS por facilitarnos , Y DE QUE MANERA nuestro SENTIR !!
Mane:
La primera cancha de fútbol que yo recuerdo quedaba donde se construyó el colegio El Carmelo, en la calle del Cayón, lo que es hoy el Palau. Al desocupar ese grandísimo solar tuvieron que reemplazarla construyéndola en la «Callecita», donde hoy se levanta «Olímpica». Luego fue trasladada al sitio que tú recuerdas, conocido como el parque «Las Delicias».
Además de estos datos de ubicación geográfica en San Juan del Cesar, quiero agradecerte por tus halagadora palabras sobre el partido Aplazado. Este agradecimiento lo hago extensivo a tu querido hermano, Luis Carlos. Saludos