(Fragmentos tomados de: “El Político y la metáfora de los pañales, el queso y el panadero. Reflexiones para tiempos de agitación política”. Ensayos de Política.
Autor: Arturo MONCALEANO ARCHILA. Marzo de 2014.
“Dijo en una ocasión George Bernard Shaw “…a los políticos, como a los pañales, hay que cambiarlos con frecuencia, y siempre por la misma razón”.
“Acudir a este pensamiento de Shaw tiene doble valor porque permite reflexionar acerca de cuál puede ser la razón por la cual un político (…) podría mantenerse en su cargo sin que se viese afectado por el tiempo o las circunstancias, y cuál puede ser la razón por la cual los ciudadanos les han elegido repetidamente y de seguro lo harán otra vez. Puede ser el caso de un Presidente de la República, como criterio más alto, pero también el de cualquier Senador, o un Representante a la Cámara, que también buscan reelegirse sin límite (…) Son personajes que acuden una y otra vez al escrutinio de los ciudadanos con la esperanza de permanecer en el poder. No se ven a sí mismos privados de la privilegiada posición de poder”.
“Hay allí una paradoja interesante porque, tras tantos años de vida pública en escenarios en donde campea la corrupción y la trampa, y se impone toda suerte de prácticas corruptas, el político podría caer fácilmente en situaciones parecidas a la de los pañales usados”.
“Así es que pueden suceder dos cosas: Una, que en efecto el político se mantenga en la extraña y nada frecuente situación del pañal limpio, sin apremiar o exigir cambio, y otra que, aun estando en situación de suciedad evidente, tal vez vinculado a numerosos estados de corrupción, el personaje se empeñe en que sus electores le elijan. Ambas posibilidades revisten su propia gravedad. No aseguramos que el político (…) esté incurso en una u otra situación, porque deberíamos probarlo por simple decencia, pero basta con reconocer la muy probable posibilidad de que señalados políticos comprometidos en escándalos de corrupción, (…) resulten elegidos por cuarta o quinta vez, y eso es suficiente para seguir adelante con nuestra reflexión”.
“La vida útil de los pañales es corta, no así la de los políticos, y hay que preguntarse por qué. Con los pañales ocurre que se usan en ambientes en los que hay toda clase suciedad: una vez están presentes los desechos, (…) el pañal debe reemplazarse so pena de ocasionar al usuario graves quemaduras e irritaciones en partes demasiado nobles y sensibles del cuerpo. Como quiera que la salud del usuario no está en discusión, los pañales se reemplazan sin mayor reparo, incluso estando apenas usados. ¿Por qué no es lo mismo con los políticos? Si el criterio fuese el mismo, el político debía reemplazarse antes de que pudiera hacerse fuerte en un ambiente altamente “sucio” y comience a ocasionar “quemaduras e irritaciones” en partes demasiado nobles y sensibles de la vida de una Nación. ¿Por qué la salud de la Nación no está por encima de toda discusión, y en cambio priman los intereses personales casi siempre mezquinos de aquellos políticos que se hacen “eternos”? Si los pañales se reemplazan sin consideración o reparo, incluso estando apenas usados, también deberían serlo los políticos”.
“Por ahora no estamos seguros que el argumento de Shaw sea una buena idea, quizás por el hecho de que en la vida de una Nación, y por ende en la política, se necesita de la estabilidad y continuidad institucional como mínimo para asegurar el adecuado funcionamiento del Estado, pero que un político – y en especial un Presidente- se “eternice” en el cargo resulta bastante sospechoso. Hay que esperar que en toda Democracia, cuando es real, los hombres y mujeres que llegan a las altas esferas del poder ofrezcan la garantía de no apropiarse del cargo, porque caerían tarde o temprano en la penosa situación del “pañal sucio” que obligatoriamente debe ser reemplazado. La condición ideal sería aquella en la cual los ilustres políticos “no se empuercan” y por lo tanto no requieren ser desechados: la nación tendría en los cargos de más alto poder semejante grupo de hombres y mujeres que llegarían allí para lucirse en el cumplimiento de su deber… y mantenerse limpios. Tampoco sería necesario reemplazarlos, lo cual sería una buena noticia, (…) mientras que el país llegaría a la saludable condición de no preocuparse por la honestidad de los políticos, y la sociedad casi se olvidaría de los escándalos y los actos de saqueo y despilfarro que ensucian la gestión de gobierno. Como con los pañales, que no deben ser reemplazados ni desechados mientras no se tornan incómodos e inútiles, los políticos permanecerían el tiempo que fuese necesario si su conducta no llegase a generar riesgos para la salud y el bienestar de la Nación”.
“Por supuesto que en la política hay de todo…, “animales de todo pelambre, bichos de toda calaña”, según la expresión popular. Son mujeres y hombres que han mantenido durante toda su vida política una condición de “cacicazgo”, o de “patronazgo político”, y resultan siempre elegidos mediante una evidente manipulación de poderes, repartijas y clientelas que reportan al final enormes cantidades de votos. El mérito es ninguno, pero el poder es inmenso y el resultado es uno solo: reelecciones seguras por tiempo ilimitado. He aquí una clásica alusión a políticos que se encuentran en la penosa condición del pañal usado pero que, gracias a la manipulación electoral, se mantienen en sus curules. Mejor diríamos que éstos personajes ni son políticos ni son nada, pero sí son expertos campeones de las maquinarias electorales. Ellos lo saben hacer y no harán nada para cambiar, simplemente porque no ven a su paso razón alguna para hacerlo. Contando con grandes capitales y con clientelas manipulables que se dejan llevar por emociones y promesas, van a ganar siempre las elecciones. (…)”
“Aun así, hay por fortuna políticos – hombres y mujeres – que (…) dedican su vida política al servicio de causas sociales. Sí existen y sí los hay con muy buenos resultados, y se mantienen con esfuerzo en la condición ideal del pañal limpio, (…) quienes, no sólo están obligados a realizar un trabajo competente y ojalá visible, sino que además se enfrentan a la necesidad de ganar elecciones sin contar con el capital y la maquinaria de los grupos que se enquistan en el poder. A estos buenos políticos, dura paradoja, les hemos visto perder elecciones sin haber llegado nunca a la cuestionable condición del pañal usado”.
(…) No desconocemos que hay una muy potente y recurrida condición para permanecer, favorita de los políticos (…) cual es la de ganar elecciones haciendo uso eficiente de cualquier medio y de su propia maquinaria electoral. Esta forma de ganar cuesta muchísimo dinero, pero quienes la practican saben de sobra cómo recuperarlo en menos de nada cuando llegan al poder, moviéndose en medio de tramoyas y componendas de todo corte. (…).”
Una situación como la que hemos figurado a partir de nuestra metáfora de los pañales se vivió en Venezuela el pasado 28 de julio: funcionó la maquinaria electoral para “permitir” la reelección del candidato oficialista y asegurar que las cosas seguirán funcionando “bien” para el partido enquistado en el Gobierno, así se encuentren todos ellos en la penosa condición de los pañales usados.
El panorama que enfrenta Venezuela en adelante es suficientemente complicado como para que el mundo democrático –aun con todas sus posibles imperfecciones- no diga o no haga nada al respecto.
1.- No es saludable para una Democracia, cualquiera que sea su grado de solidez, que un Presidente se eternice en el Poder, y mucho peor, que lo haga haciendo uso evidente de la maquinaria electoral para alterar los resultados a su favor. Esa condición destruye el principio más elemental de la Democracia, en tanto coarta la participación de otros candidatos en la disputa legítima por el poder, y limita de paso las opciones de equilibrio político en la gestión del Estado. Si el CNE entiende su responsabilidad, debe demostrar y convencer que el tercer período de Presidente está legítima e inequívocamente respaldado en las urnas, para que éste pueda cursar en paz y buen augurio para todos los venezolanos.
2.- No está bien que en una Democracia, si es que existe, se desconozca la voluntad popular y prime “la voluntad del partido en el poder”. La manipulación de los resultados – cuando ocurre deliberadamente- es un delito universal que contraría la voluntad libre y soberana de los electores. Aquí no cabe el argumento manido de que lo que se diga en contra es “una atrevida intromisión externa en los asuntos soberanos de Venezuela”, porque no es así. Venezuela hace parte de la comunidad de naciones y por lo tanto reconoce y acepta sus principios rectores, uno de ellos el de la libre determinación de los pueblos. El partido de gobierno no puede suplantar la voluntad popular, mucho menos “fabricar voluntad popular” a partir de la manipulación de los resultados, por lo tanto, la responsabilidad de la autoridad electoral para aclarar las cifras frente al pueblo de Venezuela y frente a la comunidad internacional es colosal.
3.- No es posible desconocer que hay una dinámica creciente de oposición que reclama acceso a las esferas de poder, y lo manifestó este domingo en las urnas. El CNE tiene la responsabilidad política de demostrar y convencer que “ni un solo voto de la oposición” se quedó por fuera de los resultados, de lo contrario prevalecerán los motivos de duda y reclamación que sabemos que son un poderoso motor de alteración del orden público y un poderoso motor de violencia civil y de violencia de Estado. No es fácil imaginar las dolorosas consecuencias de ese escenario.
Estos elementos tan sensibles, en tanto puedan ser adecuadamente atendidos, garantizarán que Venezuela pueda vivir en paz los próximos años. Hoy está en entredicho el resultado publicado por CNE y este vacío tiene que resolverse. Nadie, salvo el partido de gobierno y los aliados de Venezuela en el Exterior como China, Rusia, Irán, Cuba, Nicaragua y otros, confía en los resultados publicados. El CNE siempre se ha levantado para afirmar que el sistema electoral venezolano es uno de los “más perfectos del mundo”, libre de manipulación, entonces le corresponde a la autoridad electoral demostrar que los resultados que publicó son ciertos en efecto, porque el mundo democrático no les cree.
El Presidente Maduro se quedará en el poder, como aquellos políticos de nuestra metáfora, y gobernará a su antojo como lo hizo su maestro y mentor Hugo Chávez. Esa es su aspiración. Su vanidad personal, su soberbia, su orgullo desbordado, le impiden ver otra opción. No tolerará el que sea una persona distinta quién dirija los destinos del país, porque él se ve a sí mismo como el único, el que no puede ser reemplazado. No aceptará jamás haber perdido las elecciones, por eso, por encima de los votos legítimos, hace funcionar su maquinaria. ¡Egolatría pura, compadre! Y al lado está su partido, que es su cohorte de lacayos que están allí para inflarle el ego y celebrarle hasta los estornudos. Maduro seguirá en Miraflores, es bastante probable, pero le conviene no perder de vista que tiene una oposición que ya existe, ya tiene identidad, ya tiene criterio, ya tiene fuerza, así haya perdido las elecciones, que es una cosa que está por verse cuando se confirmen los conteos. Mientras tanto, la oposición le tendrá puesto el ojo en cada acto de gobierno, en cada paso que dé, porque la decisión de llegar al poder no tiene reversa.
La autoridad electoral venezolana, de su parte, tiene la responsabilidad de aclarar y enterrar el fantasma del fraude. Le conviene hacerlo, por la dignidad y estabilidad del país, porque no está bien que, a la vista de muchos, pero especialmente a la vista de los electores venezolanos, las elecciones del pasado 28 estén acusadas de vulgar manipulación y fraude.