Marcos 5:24-34, cuenta acerca de una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, había gastado todo lo que tenía en médicos sin obtener ningún resultado positivo, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, caminó hacia él entre la multitud, por detrás tocó su manto, porque decía: “Si tocare tan solamente su manto, seré salva”. En seguida la fuente de su sangre se secó y se sintió sana.
En aquella época, las mujeres durante su periodo eran apartadas, porque se consideraban impuras, así que, con 12 años sangrando, podemos entender que fue un largo tiempo soportando no solo la incomodidad de su enfermedad, sino el rechazo de una sociedad que era religiosa, pero estaba lejos de Dios.
Muriendo y sin dinero, pero aún le quedaba la fe, en su corazón creyó que lo que era imposible para la ciencia, era posible para Dios, pues la fe reconoce las limitaciones del hombre, de la ciencia, de los médicos.
Sin intención y estando en medio de la multitud, posiblemente tocó a varias personas, pero su verdadero propósito era tocar el manto de Jesús, ella fue sana porque fue más allá de las circunstancias.
Por eso, entre muchas de las enseñanzas que puede traer este pasaje, quiero destacar una: ABANDONAR LA TRADICIÓN RELIGIOSA Y ACERCARSE A JESÚS, lánzate a lo que parece imposible, sobre todo obstáculo, sobre el qué dirán, acude a Jesús y el alivio vendrá.
Probablemente estas personas religiosas que seguían a Jesús, eran las mismas que rechazaban a aquella mujer. De aquí podemos ver dos cosas. La primera, hay muchas personas buscando a Jesús, pero rechazando al prójimo, eso no tiene ningún sentido; la segunda, a veces somos objeto de rechazo por nuestras creencias, raza, estatus social, género, etc., pero hay una persona que nunca nos rechaza y esa persona es Jesús, acércate sin temor, acércate confiadamente que, si otros te hacen a un lado, te señalan y te condenan, Él te abraza, te sana y te salva, donde
Como toda aquella multitud que quería estar con Jesús, es posible estar cerca de Él, sin confiar en su amor y poder; pero es imposible tocarlo con fe, sin ser sanados o salvados, así ante la sociedad seamos impuros o pasemos desapercibidos.
Oración: Señor, hoy me acerco confiadamente ante ti, con la fe y esperanza que tú me recibes con amor, me sanas y me salvas. No quiero ser una persona religiosa como aquella multitud de la que habla la historia, que aparentemente están cerca de ti, pero su corazón está lejos. Hoy quiero ser una mujer, un hombre de fe, anhelo una real y estrecha relación contigo, perdona mis pecados, sana mi cuerpo y mi alma, pero sobretodo sálvame y enséñame a caminar contigo.
Amén
Jennifer Caicedo