Elections piege à cons (elecciones trampa para idiotas) fue el grito de combate de los anarquistas en desarrollo de las jornadas de protestas que caracterizaron las movilizaciones de mayo de 1968 en París, proceso social y político más trascendental de la posguerra, cuyas consecuencias se reflejan en el desencadenamiento de un abrupto cambio cultural y del modelo societal en occidente, el cual continuo en las siguientes dos décadas.
Durante mi formación académica en la Universidad de Los Andes, en la cátedra de cultura y generaciones impartida por el profesor Jesús Arango (q.p.d), reflexionábamos sobre la validez generacional y el significado socio político de elections piege à cons. En diferentes tareas escribí papeles de trabajo para contradecir la propuesta anarquista, que en su tesis central propone la desaparición de la formación social Estado y de sus instituciones como generadoras de consenso social y la convivencia a partir de normas y regulaciones (las leyes).
En los debates sostenía que la sociedad requería de un orden para la convivencia, independientemente del modelo o sistema dominante. Así lo confirmaban las sociedades del comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el socialismo y capitalismo. En el Estado moderno, la elección democrática es un instrumento necesario para acceder a él y garantizar el gran acuerdo para el desarrollo de la sociedad.
A la fecha ha pasado un poco más de medio siglo de ese movimiento de rebeldía estudiantil en París y cerca de treinta años de aquellas discusiones interminables que con otros estudiantes los viernes por las tardes trasladábamos a la cafetería central de la universidad o a la Pizzería Hippo, con cerveza en mano coqueteándole a la amiga más pilas, bonita y amistosa del curso.
En el calor del proceso electoral actual, en donde se debe escoger al presidente para los siguientes cuatro años de gobierno, diferentes círculos de la nación en público y en privado se cuestionan el papel que como sociedad debemos jugar en dicho proceso, en un momento en que los candidatos a través de las redes sociales se trenzan en turbulentos debates acudiendo a la manipulación emocional del elector. También se hace evidente que, desde una de las campañas, se exagera el culto a la persona y sin necesitarlo, se le otorgan virtudes extraordinarias, propias del ejercicio de un liderazgo sospechosamente mesiánico.
Así las cosas, nuevamente, elections piege à cons (elecciones trampa para idiotas) se clava en mi cabeza ya no en el contexto del anarquismo, sino en relación con la dificultad y desde la disyuntiva de poder seleccionar de manera inteligente a un gobernante gestor, hacedor, concentrado y dedicado en su trabajo, que trabaje en la búsqueda de oportunidades, servicios, seguridad, desarrollo económico, social y ambiente sano y sostenible para todos.
Los partidos políticos y las coaliciones en la Colombia posterior a la Constitución del 92, se han convertido en poderosas maquinarias para ganar elecciones y en hacer malos gobiernos. Así sucumbieron alternativas como las de Carlos Gaviria Díaz y Antanas Mockus. La institucionalidad colombiana sigue débil y en este proceso los ciudadanos desesperados por falta de oportunidades concluyen que si desparecieran quienes la dirigen nada pasaría, ya que no se generan valores agregados de orden generacional.
Sin dejar de pensar en que las elecciones son trampas para idiotas como resultado de manipulaciones inteligentes y alogoritmos, en la Colombia de hoy no existen las condiciones para elegir a un represente del cambio y respetuoso del equilibrio entre poderes. En medio de tantas dudas, el próximo presidente será un gestor de un equilibrio institucional inestable e imperfecto y por supuesto, nada autentico.
Cesar Arismendi Morales