ELLA, ES LAURA…

… Para aquellos que me preguntaron por Carlota y Julio, les comento que seguirán encontrándose, pero de seguro, la segunda parte será otra historia de aquellas muy parecidas a las de un amor reencarnado…

Ella tiene 66 y quizás, yo la conozca desde hace algunos 30. No hace falta entender su mirada para ver que su existencia ha sido titánica, y que sus años se ven morados ante los coletazos de la vida, tampoco su mente para comprender la fuerza del alma y la resistencia. Ni muchos menos sus manos y pies para asimilar que sus pasos llevan el instinto maternal.

Personas como ella y muchas otras en el mundo, merecen el homenaje de 365 días, es decir, el aprecio y alegría sumado a largos minutos y segundos que debemos ofrecerles.

En 30 años que la conozco, sexagenario solo es su apariencia, porque sus canas son alarde de sabiduría y su vientre lánguido el sueño realizado de toda mujer o de aquella que así lo haya decidido. De él, solo tres frutos bastaron para enseñarles, con el trasegar del tiempo que la vida terrenal no es más que una gran prueba para enfrentarnos a la muerte y que durante la antesala, todos debemos ser valientes, que obrar bien es sinónimo de rectitud y amar lo que hacemos es agradecimiento a quien sin vacilaciones nos creó.

Lo morado de sus años, son equivalentes al vigor, esperanza, fortaleza y osadía de sortear sabiamente momentos difíciles, en nuestra expresión, adversidad y su alegría es tan solo el grito del alma cuando respira y se da cuenta del descanso, en plena edad senil. 

Les presento a mi madre, Laura Calderón, a quien quisimos rendir un homenaje como lo merecen todas las mujeres que sus vientres han puesto a disposición de la vida. Y que escritos como estos son válidos en ocasión especial. 

Son ustedes, mujeres, madres, símbolos de victoria, de lucha y constancia, ejemplo de superación, lo que son, no se compara ante los detalles que cada 365 días damos para honrar a un ser que desde el momento de la creación se convirtió en el diamante más fino y el oro más buscado.

Gracias, mamá, por ser la guerrera en las batallas y el escudo de tus retoños. Nos cuidaste al nacer, al crecer y ahora cuidamos de ti.

 

Laura Severiche

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