“En el Vallenato hay que crear semillas libertarias, para evitar el autoritarismo folclórico”
Fercahino
Eso fue lo que hizo ella, así le tocara debatirse con el más encopetado de los caciques feudales del valle y de otras regiones, que vieron antes de iniciarse este evento folclórico, como una muestra de poca clase social y música con prematura muerte. Será que a estas alturas Consuelo Araujo Noguera no tiene toda la razón y no creen, que valió la pena confundirse con el evento mismo, al fin y al cabo, era su hijo. Es más, si la música de la sabana hubiese tenido una protectora y líder como lo fue “La Cacica” con el Vallenato, el desarraigo que están padeciendo los cultores de esa región, no fuera tan evidente. Ahora, este evento lo crearon personas que tenían su razón de ser, frente a lo hecho hasta ahora por Campesinos analfabetas y semiletrados. Que son los argumentos de mala fe que siempre esgrimen, entre ellos, la aparición del escritor Gabriel García Márquez y expresidente Doctor Alfonso López Michelsen en la Música Vallenata. Estos dos personajes, tienen su cercanía con este folclor por razones de sangre, que al final, son de un poder tremendo. Quien lo dude, es bueno que lo averigüe.
Tampoco es cierto, la analogía que hacen entre Nicolás Mendoza Daza y Andrés Landero Guerra y lo de Emiliano Zuleta Baquero frente a Alejo Duran Díaz. No se puede dar, por cierto, todo lo que emite el pueblo. No siempre ese monstruo de mil cabezas va en concordancia con los designios de Dios. Pero quiero dejarle una prueba: Si Consuelo AraùjoNoguera, tenía como su único candidato a Emiliano Zuleta Baquero, por qué lo dejó irse a celebrar al barrio las tablitas, para luego por ese hecho, ser eliminado a los tres llamados. Si ella quitaba y ponía al jurado, éste debió elegir inmediatamente a Emiliano Zuleta Baquero y no plantear una segunda presentación. Se le olvida a nuestro apreciado cantautor, el aprieto en que puso a los mencionados concursantes, un joven de Maríangola llamado Ovidio Granado, que con la voz y guacharaca de Miguel Yaneth, fallecido y Rodolfo Castilla en la Caja, les demostró que no solo los arriba mencionados, eran los que podían llevarse la corona como primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata. Me gustaría conocer ese acerbo probatorio que llevó al creador Adolfo Pacheco Anillo, para decir con tanta certeza lo expuesto. Es más, sería importante que miráramos con un poco de detenimiento, el jurado que eligió a Nicolás Mendoza Daza, rey del Segundo Festival.
En lo atinente al libro “Vallenatología”, tema de debate siempre que de este folclor haya que hablar, se han detenido siempre en la “clasificación”, pero no apuntan sus dardos a decir siquiera, que este texto es el punto de partida y estimuló a más de uno, en la investigación sobre el Folclor, sus raíces, presente y futuro del mismo. Y si miramos más allá de la nariz, encontramos que hace 36 años no había un evento en donde vaciar tanta música represada. Hoy tenemos el Festival de la Leyenda Vallenata, que, por sus conquistadas connotaciones folclóricas, se erige por voluntad propia como el primero de su género y que le compite en igualdad de condiciones, a más de uno en Colombia y el resto de América. Esto me hace presumir, que la actitud planteada por “La Cacica” valió la pena asumirla.
El Vallenato en su contexto musical no es un solo ritmo. Éste, está sustentado en “El Chicote”, “El Pilón” y “La Tambora”, que le sirvieron de fundamentación instrumental y rítmica al nacimiento de “El Paseo”, “El Son”, “El Merengue” y “La Puya”, con un atenuante que enriquece al que le escucha y es, la de tener una dancística abierta que le brinda al bailador una mejor manera de expresarse como quiera, frente a sus ritmos, a diferencia de : “El Bambuco”, “La Cumbia”, “El Porro”, “El Pasaje y Joropo”, “El Currulao”, “La Guabina”, “El Bunde”, “El Torbellino”, entre otros, que para “ bailarlo” hay que someterse a una rígida coreografía, que es válida y respetable para cada uno de esos folclores.
El folclor vallenato también ha vivido procesos de aculturación y transculturación, zambaje, mestizaje y todos esos componentes que enriquecen a Colombia. En nuestra música y cada uno de nosotros, hay vivos vestigios de la cultura europea, Negroide e Indígena. Por ello, el hombre de la provincia reconoce el papel determinante que cumplieron ritmos externos como: “La Ranchera”, “El Corrido”, “El Tango”, “El Couple”,” El Bolero”, “La Guaracha”, “El Danzón”, “El Foxtrox”, “El Pasillo ”, “ El Vals ”, “El Mambo” o de manera interna, “El Porro”, “La Cumbia” y “El Merecumbé”. Sumado a ello, valdría la pena que ustedes reconocieran el proceso migratorio ejercido por nuestros juglares a las Sabanas del Bolívar Grande. Entre sus pertenencias no faltó nunca, un Acordeoncito de uno o dos teclados, una mochila o peyòn, lleno de plantas medicinales que unido a su fama de curandero de culebra y de otros maleficios, dejaron profundas huellas que sirven de unión para ambas culturas. Prueba de ello, está Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital. Que no es solo Sabanero, también tiene su tronco Vallenato. Por eso él, es grande al interpretar la rica música de la tierra de su madre Dioselina Vital al igual, cuando recurre a las raíces del viejo Alfredo Enrique Gutiérrez Acosta.
No en vano Carlos Araque, Francisco Rada Batista, Rafael Gutiérrez, Calixto Ochoa Campo, Sebastián Guerra, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, Alejandro Durán Díaz, Juan Manuel Polo Cervantes “Juancho Polo Valencia” sembraron grandes semillas difíciles de desconocer en la cultura de las Sabanas del Bolívar grande.
Por lo tanto, es más que urgente y necesario, que los investigadores, valores artísticos, seguidores y uno que otro mecenas de esa región, trabajen unidos sin tantas divisiones tanto de forma como de contenido, para no quedarse en el simple remoquete de “Música de Acordeón” a lo aportado por tanta gente valiosa, entre ellos, “Los Corraleros de Majagual”. Porque en lo atinente a nosotros, si tenemos bien claro lo que es Vallenato y cuando consideramos por razones propias de la obra, que ésta está enmarcada en nuestra estructura rítmica. Es más, no dudamos un segundo en hacerlo ver, así esta obra venga de las Sabanas del Bolívar grande. Prueba fechaciente, es que nosotros consideramos que Adolfo Pacheco Anillo es un creador Vallenato, así él, no se sienta a gusto con esa realidad.
Todos estos antecedentes, me permiten decirles que no es cierto, que a los intérpretes vallenatos les queda difícil crear, divulgar o llevar entre sus acordeones y voces, los acordes líricos de una cumbia o un porro. Esas grandes diferencias están zanjadas y prueba fehaciente de ello, son los triunfos de nuestros Acordeoneros en sus Festivales, donde ustedes reemplazan el merengue y la Puya por el Porro y la Cumbia. Es más, cuando El Binomio de Oro, los Hermanos Alfonso y Emiliano Zuleta Díaz, Iván Villazón y Saúl Lallemand, Los Betos y Jorge Oñate con Julián Rojas, han hecho uso de sus porros y cumbias, la versatilidad de nuestros artistas queda en evidencia. Si hay alguna queja al respecto, no he tenido conocimiento sobre ella. No sobra decirles, que Calixto Ochoa Campo, natural de Valencia de Jesús – Cesar -, salió de nuestras entrañas con todo el influjo musical que tenemos y un día cualquiera, recorrió en nuestra representación toda esa tierra de la Sabana. Allí se posesiono y con lujos de detalles en doble vía, logró enriquecer a esa tierra para constituirse en el gran pilar creativo de “Los Corraleros del Majagual” y de la Música Vallenata.
Pese a todos esos logros en ambas partes, no deja de sorprenderme la posición de ciertos investigadores, que se dejan arropar por el ambiente donde se hallan y le dan rienda suelta a la imaginación y empiezan, a construir un discurso que va en contravía de la verdad y ante todo, de sus propios conocimientos. Es el caso de Simón Martínez Ubárnez, que en su afán de querer prenderla una vela a la sabana y a sus excelentes cultores, en detrimento de la tierra vallenata, al exponer en su elocuente discurso lo siguiente, “nunca los Vallenatos hemos tenido la deferencia de agradecer ese presente que el gusto colectivo –asumiendo la determinación de que su voz es la voz de Dios…….”, olvidando que el Compositor y director de Turismo, organizador del Festival de la leyenda Vallenata en los años 1972 y 1973, Doctor Alonso Fernández Oñate, fallecido, participó con un paseo “Gracias por la Hamaca Grande”, obra que fue exaltada por la junta organizadora de nuestro evento, al recibir una mención especial. Sumado a esto, aparece el periodista Alfonso Hamburger planteando una serie de conjeturas, las cuales me gustaría conocer, “Cuáles son las mentiras construidas a través del festival de la Leyenda vallenata”, muy a pesar que él reconoce, que a su música le ha faltado dolientes y las falencias que tuvo Andrés Landero y el que no lo era, proveniente de la tierra Sabanera. O las que el escritor Ariel Castillo Mier acuña, al emitir unos conceptos, que estoy seguro él, debe tener todas las pruebas que soporten sus señalamientos.
Por ello, me gustaría conocer los nombres de los que han visto en el merengue “El Pintor” de Adolfo Pacheco Anillo una directa alusión a nuestro creador Rafael Calixto Escalona Martínez, cuyo “Ego” según Castillo Mier es “argentino” “y que después de viejo se volvió pintor y novelista Naif”. Sobre su apreciación, le puedo decir que: “ESCALONA, es el que mejor ha pintado en sus canciones nuestra región y por ello su grandeza”. No comprendo, por qué Usted valora lo creado por Adolfo Pacheco Anillo, en detrimento de lo nuestro, al decir “una canción que, como muy pocas en el vallenato plantea una reflexión acerca del lenguaje poético, su naturaleza, su función y sus relaciones con otros lenguajes artísticos”. Siento, que lo ha hecho pecar, su falta de conocimiento y estudio sobre nuestra música vallenata.
Por qué esa postura de defender a unos ritmos, debe ser enfocada por el escritor Ariel Castillo Mier como “actitud despótica de los Vallenatos”. Me gustaría conocer los factores económicos, políticos y sociales, que manipularon el desplazamiento de la música sabanera por la vallenata. En donde señala, sin pruebas, si las hay que las presente, que el Festival de la Leyenda vallenata es el “producto de Alfonso López Michelsen, Gabriel García Márquez, Consuelo Araújo Noguera, bajo “la complicidad” de los medios masivos de comunicación y que producto de ello, la música vallenata está en el sitial donde se halla”. ¿Será que nuestra cultura musical y folclórica necesita del aval del mar para lograr su consolidación? Nuestros antepasados y menos nosotros, hemos dividido cualquier expresión artística alguna.
Lo que nos encomendaron, ha sido la continuidad de todo ese legado construido por ellos, que está lleno de música. Haciendo uso del instrumento de la paciencia y como el caracol, hemos hecho inmortalizar a una región conocida como “La Gran Provincia”, con una música sencilla y raizal. No puede ser, que solo en la obra de nuestro admirado creador Adolfo Pacheco Anillo, se encuentre los variados elementos de “razón, sentido crítico y autoconciencia crítica”.
En nuestra tierra también hay de eso, que usted anota. Péguese un buen viajecito por la “provincia”, para atenderlo como Dios manda y empezará a encontrar de manera silvestre, un variado grupo de acordeoneros, cajeros, guacharaqueros, compositores y cantantes, que descifran el sentimiento que fluye de manera natural, en cada rincón de nuestra tierra. Acá, “nosotros seguimos mostrando a nuestros hijos sin tener que esconder a nuestros padres y abuelos”, Porque nuestra música ha dado los saltos generacionales que le permiten mantenerse. En ella, se destacan los elementos rurales, campesinos y feudales hasta llegar a lo urbano, fuentes constructoras para que lo clásico, moderno y postmoderno de nuestros creadores e intérpretes, sean corresponsales directos de nuestra cultura musical.
Félix Carrillo Hinojosa