ENERGÍA, PODER Y TERRITORIOS: LA TRANSICIÓN QUE UNOS PREDICAN Y OTROS PAGAN

Organizamos esta actividad desde Aktion Guajira, un pequeño colectivo de jóvenes colombianos que vivimos en Alemania y que miramos, desde esta vitrina ordenada del capitalismo avanzado, cómo se decide el futuro energético del mundo… casi siempre sin preguntarle a quienes cargan los efectos. Por eso invitamos a Amylkar Acosta, exministro, académico, y una de esas raras voces que habla del sector energético sin maquillar las contradicciones.

Acosta abrió con una frase que nos quedó sonando como alarma: el planeta avanza hacia “un infarto energético en cámara lenta”. Y no lo dijo por dramatizar. Lo dijo porque la economía mundial depende del petróleo y de la electricidad al mismo nivel que el cuerpo humano del oxígeno. Quita uno y todo se tambalea; quita los dos y ya no hay mundo que sostener. Lo demás según él es la famosa propaganda verde que evita mirar lo incómodo.

Lo que Alemania no dice y lo que Colombia no quiere ver

Acosta nos recordó que la transición energética europea se vende como modelo, pero en realidad es un cuento lleno de paréntesis. Alemania anuncia que será carbono-neutral en 2045, sí. Pero cuando la guerra en Ucrania apretó, reabrió plantas de carbón, firmó contratos urgentes de gas con medio mundo y dejó claro que los principios ambientales tienen fecha de caducidad… cuando el invierno llega duro.

Viviendo aquí uno lo ve: la sociedad alemana está dividida. La transición encarece la vida diaria, la calefacción, la movilidad. Si en un país rico ya todo esto genera tensiones, ¿Cómo sería en Colombia, donde ni siquiera hemos resuelto nuestras desigualdades más básicas?

Y ahí entra la contradicción mayor: mientras nos piden descarbonizarnos ya, sin anestesia, Europa sigue comprando nuestro carbón para sobrevivir sus inviernos.
La incoherencia es gruesa: el norte sermonea; el sur abastece.

 

China, Estados Unidos y la transición convertida en tablero mundial

Acosta explicó algo que parece obvio cuando lo escuchas, pero que rara vez aparece en los discursos oficiales: la transición energética no es un acto de bondad ambiental, es un juego de poder.
China controla la fabricación de paneles, turbinas y baterías. Estados Unidos intenta frenar esa dependencia con subsidios gigantescos. Europa lucha por no quedarse atrás.

La globalización, dijo, no se acabó: simplemente se reorganiza. Y en esa reorganización surgen guerras, tensiones, alianzas improvisadas. Lo que pasa en Ucrania o en Medio Oriente no es azar: es disputa por rutas, recursos y control.

En ese gran tablero, Colombia no juega; Colombia es la ficha.
Y una ficha fácil de reemplazar.

La Guajira: transición para unos, repetición para otros

Aquí el tema se nos clavó más hondo. Acosta lo dijo sin rodeos:
Todo lo que Alemania quiere hacer: energía eólica, solar, hidrógeno; Colombia quiere hacerlo… pero concentrado en La Guajira, una región que ya carga con siglos de abandono.

Es el mismo libreto de siempre: territorios empobrecidos, comunidades fragmentadas, empresas extranjeras que llegan con promesas, y un Estado que aparece a medias, cuando aparece.

El llamado “capitalismo verde” termina pareciéndose demasiado al viejo extractivismo, solo que con aspas y paneles en vez de retroexcavadoras. Cambian las máquinas, no la lógica. Y mientras tanto, nuestras comunidades actúan como vitrina de transición ajena, sin que nadie pregunte quién gana realmente y quién asume las consecuencias.

La fantasía de la energía limpia sin conflicto

Durante la charla, Acosta fue desmontando varios mitos que repetimos sin pensar:
– que lo renovable reemplazará al petróleo de un día para otro,
– que la electrificación masiva no tendrá impactos,
– que es cuestión de voluntad política,
– que la tecnología lo arregla todo.

Según él, la transición energética no es rápida, no es barata y no es inocente.
Las decisiones tienen costos. Y quien no los mida, termina perdiendo.

En Colombia el riesgo es mayor: casi la mitad de nuestras exportaciones vienen de combustibles fósiles. No tenemos aún la industria para dar un salto tecnológico. Si apagamos lo viejo sin tener lo nuevo, no es transición: es quedarnos a oscuras.

 

¿Qué hacemos desde aquí?

Como jóvenes guajiros y colombianos residiendo temporalmente en Alemania, salimos de la charla con una sensación clara: la discusión energética no es técnica. Es política, territorial y social. No basta con repetir los eslóganes de la COP; hay que confrontar el modelo económico que los sustenta.

Desde Aktion Guajira queremos abrir precisamente ese debate: uno que no diluya a nuestras comunidades en el discurso verde global, sino que reconozca la historia, los intereses y los conflictos detrás de cada turbina y cada panel que se instalan en nombre del futuro.

Porque si algo dejó claro Amylkar Acosta es que la energía no es un problema de suministro, sino de poder.

Y quienes no entiendan eso, quedarán a merced de quienes sí lo entienden.

Luisa Deluquez

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